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Oveja Negra | 24/09/2025

“Tuto”: discurso sólido, conexión frágil

Eduardo Leaño
Eduardo Leaño

La segunda vuelta electoral encontró a Jorge Tuto Quiroga intentando reinsertarse a un escenario político ajeno. Con un discurso sólido en lo técnico, pero frágil en lo emocional, su candidatura parece más un recordatorio de tiempos pasados que una invitación al futuro. Mientras que el binomio del PDC se mueve con soltura en las lógicas digitales y simbólicas de la política contemporánea.

Quiroga repite un lenguaje de otra época: habla como si aún viviéramos en los noticieros de mediodía, habla como si los discursos interminables fueran todavía capaces de emocionar, habla como si el calendario político se hubiera detenido en su presidencia. En este contraste entre experiencia y desconexión, Tuto demuestra que se puede tener toda la razón y, aun así, no convencer a nadie. En este contexto, esta columna se propone señalar ciertos tropiezos de Jorge Quiroga en su aventura electoral durante el balotaje.

Desgaste de imagen y débil conexión con nuevas generaciones. Uno de los principales obstáculos que enfrenta Jorge Quiroga durante la segunda vuelta es su marcada desconexión con los votantes jóvenes. Su imagen pública, fuertemente asociada al pasado político de Bolivia juega en su contra en un contexto donde el electorado busca renovación y una ruptura con las élites tradicionales.

Percepción de “figura del pasado”. Quiroga parece empeñado en recordarle al país que alguna vez fue Presidente, hace más de dos décadas. Su retorno a la arena electoral se asemeja más a un ejercicio de nostalgia que a una apuesta por el porvenir. Para gran parte del electorado, especialmente los jóvenes, que apenas estaban en primaria durante su gestión (o ni eso), su nombre evoca los ecos de un sistema político que muchos consideran superado, no una alternativa viable para el futuro.

Desconexión con jóvenes votantes. En una Bolivia donde la juventud marca la pauta, Jorge Quiroga enfrenta el reto de hablarle a una generación que no solo piensa diferente, sino que comunica en otro idioma: el digital. Mientras el otro binomio hace virales sus bailes o discursos en TikTok, Quiroga parece seguir esperando que una entrevista en noticiero de mediodía mueva la aguja electoral. Su mensaje, formulado en técnico avanzado, simplemente no logra traducirse a la lógica emocional y visual que domina la política actual.

Estilo discursivo anticuado. Su oratoria recuerda a esos discursos parlamentarios que comienzan con “honorables colegas” y terminan sin que nadie recuerde de qué se habló. Más cómodo citando datos históricos y cifras que convocando emociones, Quiroga insiste en un tono serio, formal y detallista, como si el electorado actual fuera un comité técnico de auditoría. En una campaña donde se premia la cercanía y la autenticidad, su enfoque resulta tan distante como un fax en tiempos de inteligencia artificial.

La candidatura de Tuto se enfrenta al difícil desafío de reconectar con un país que, para bien o para mal, ya siguió adelante sin él. Su principal debilidad no radica solo en el contenido de sus propuestas, sino en la forma en que se presenta: como un político que aún no ha aceptado que el calendario avanza y que los votantes de hoy no eligen mirando hacia atrás, sino buscando algo distinto a lo de siempre.

Incapacidad para construir una coalición ganadora. En una contienda tan fragmentada como la política boliviana actual, uno pensaría que tejer alianzas sería una prioridad estratégica. Sin embargo, Jorge Quiroga pareció optar por una fórmula más exclusiva: competir solo, con la firme convicción de que su núcleo leal bastaría. El resultado es predecible: una candidatura sólida en su propia burbuja.

Falta de alianzas con sectores eliminados. Tras la primera vuelta, mientras la otra candidatura tiende puentes, Quiroga mantuvo su estilo más bien de muro. Ni moderados, ni progresistas, ni siquiera sectores críticos del MAS se sintieron convocados. Su historial de confrontación y su lenguaje inflexible no ayudan demasiado. En lugar de construir una imagen de unidad, su campaña transmitió el mensaje implícito de que no necesita a nadie más. El problema es que el electorado espera algo más amplio que un proyecto unipersonal con pretensiones institucionales.

Apropiación fallida del “centro político”. Intentar ocupar el centro político es, en teoría, una jugada inteligente. El detalle es que hay que parecer de centro, no solo decirlo. A pesar de algunos giros discursivos hacia la moderación, Quiroga no logró sacudirse de su reputación de conservador acérrimo. Para los votantes indecisos, su perfil suena más a regreso que a renovación. Mientras tanto, Rodrigo Paz –con menos años encima y más flexibilidad discursiva– se lleva el favor de quienes buscan cambio, pero sin sobresaltos nostálgicos.

Campaña centrada en el “anti” y no en el “para”. El eje de su campaña es claro: decir todo lo que está mal con el MAS. Lamentablemente, se olvidó decir qué hará bien él. Esta estrategia de oposición constante, sin un relato de país, probablemente resulte más agotadora que movilizadora. En lugar de entusiasmar, su mensaje previene. Y aunque es cierto que la crítica tiene su lugar, construir futuro a punta de advertencias rara vez conquista al electorado, especialmente al que busca esperanza más que advertencias.

Estrategia de comunicación ineficaz. La tercera debilidad estructural de la campaña de Jorge Quiroga es su estrategia de comunicación ineficaz, que no logra conectar emocional ni simbólicamente con el electorado. En una era donde la política se juega tanto en el terreno de las ideas como en el de las emociones y las percepciones, la campaña de Quiroga se mantiene en un registro rígido, tecnocrático y desconectado de los lenguajes contemporáneos. Este desfase comunicacional anuncia una clara desventaja frente a rivales que saben utilizar herramientas modernas para acercarse a la ciudadanía de forma directa y empática.

Baja eficacia en el terreno digital. Uno de los errores más evidentes fue la falta de presencia efectiva en las redes sociales, que hoy constituyen el principal canal de información y participación política, especialmente para los jóvenes y los sectores urbanos. La campaña de Quiroga no logró producir contenido viral, creativo o adaptable a las dinámicas de plataformas como TikTok, Instagram o incluso YouTube. Su comunicación digital es tradicional, más cercana al boletín de prensa que a la narrativa transmedia que hoy exige la opinión pública.

Imagen personal rígida y poco empática. Esta dificultad comunicacional está estrechamente ligada a su imagen personal, que se mantiene rígida, acartonada y poco empática durante toda la campaña. A pesar de los esfuerzos por mostrar una faceta más cercana, Quiroga no logra romper con la percepción pública de ser un político autorreferencial, más preocupado por demostrar conocimiento que por escuchar y comprender a la ciudadanía.

Así, la campaña de Jorge Quiroga combina una pobre presencia digital, errores discursivos y una imagen poco empática; en una elección donde comunicar bien es tan importante como tener buenas propuestas. Esta debilidad resulta decisiva.

Eduardo Leaño es sociólogo.



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