Maquiavelo enfatiza en El príncipe que un gobernante astuto debe articular inteligencia estratégica, firmeza en la toma de decisiones y un manejo cuidadoso de la percepción pública para consolidar su poder y sostener su autoridad. En contraste, la campaña de Rodrigo Paz en la segunda vuelta electoral de 2025 exhibió precisamente lo contrario: en la campaña se percibió ambigüedad frente a decisiones críticas; en la campaña se percibió torpeza en las entrevistas mediáticas; en la campaña se percibió ausencia en espacios políticos decisivos.
Lejos de mostrar la imagen de un líder calculador y seguro, Paz parecía improvisar en cada escenario, construyendo una estrategia que quería ser coherente y, al mismo tiempo, era desconcertantemente incoherente. Una paradoja que no pasó desapercibida para electores y medios.
Su desempeño dejó la sensación de presenciar un liderazgo que buscaba afirmarse a la vez que dudaba, consolidarse mientras se desdibujaba, y avanzar mientras parecía estancado, ofreciendo así un espectáculo político en el que cada paso incierto se convertía en señal de fragilidad y contradicción.
Ambigüedad frente a decisiones críticas. La decisión de Rodrigo Paz de evitar responder de manera clara sobre si encarcelaría a Evo Morales, pese a existir una orden de aprehensión vigente, se presenta como un intento de prudencia estratégica; aunque, más bien, pareció un sofisticado espectáculo de esquiva, un malabarismo político que rozó la indecisión crónica.
Según Maquiavelo, un líder que busca consolidar poder debe mostrar firmeza en decisiones fundamentales; la duda prolongada no es signo de sabiduría, sino de vulnerabilidad.
En lugar de proyectar la imagen de un gobernante calculador y seguro, Paz generó un vacío de claridad que los medios y la oposición llenaron con especulaciones, interpretaciones cruzadas y titulares catastrofistas. Por ejemplo, mientras él sonreía con ambigüedad en entrevistas y ruedas de prensa, la narrativa mediática no tardó en transformar su silencio en “indecisión estratégica” o incluso en “miedo a enfrentar a Morales”.
Este tipo de prudencia tibia se convierte en un arma de doble filo: proyecta cuidado, pero también deja al elector preguntándose si el supuesto líder está realmente preparado para ejercer autoridad.
En términos de El Príncipe, la prudencia que no se acompaña de acción decidida no es virtud; es, más bien, el equivalente político de bailar sobre un filo de navaja mientras el público observa con ceño fruncido y una mezcla de incredulidad y diversión irónica. La paradoja es evidente: quien pretendía parecer sagaz y calculador terminó ofreciendo una función en la que el protagonista se esconde detrás de ambigüedades, y el público se convierte en crítico improvisado de su propio espectáculo.
Gestión deficiente de la imagen pública. La participación de Rodrigo Paz en la entrevista con Fernando del Rincón en CNN se convirtió en un ejemplo paradigmático de mala administración de la impresión pública, un elemento clave en la teoría maquiavélica del poder.
Según Maquiavelo no basta con actuar correctamente; un líder debe cuidar cómo sus acciones son percibidas, porque la reputación funciona como moneda de autoridad y control político.
En este caso, la torpeza comunicativa de Paz –respuestas vagas, titubeos y explicaciones enredadas– no solo debilitó su imagen frente a la audiencia nacional e internacional, sino que provocó un efecto paradójico: los seguidores que esperaban claridad y firmeza terminaron cuestionando su capacidad de liderazgo antes siquiera de que se abriera una sola urna.
Los adversarios políticos y los medios aprovecharon cada palabra vacilante para construir un relato de incompetencia y duda estratégica, como si cada silencio o pausa dramática fuera un tiro al pie cuidadosamente planificado por el propio candidato.
Por ejemplo, cuando Paz intentó esquivar preguntas incómodas sobre alianzas políticas o políticas económicas concretas, su intento de prudencia se percibió como desconcierto, y su imagen de líder calculador se transformó en la de un actor improvisando en un escenario internacional sin guion ni ensayo.
En términos maquiavélicos, la lección es clara: un príncipe que no domina su presentación pública puede perder antes de empezar, y la ironía reside en que la función pretendidamente magistral terminó siendo un espectáculo en el que
la audiencia ríe con incredulidad ante cada tropiezo verbal.
Ausencia en espacios decisivos. La notable ausencia de Rodrigo Paz en el segundo Foro Macroeconómico en la ciudad de El Alto podría interpretarse, si se quiere con optimismo, como una estrategia de distanciamiento cuidadosamente calculada… o, con más realismo, como un descuido táctico que raya en la torpeza política.
Maquiavelo enfatiza que un príncipe debe aparecer en los escenarios donde se consolida la legitimidad y se proyecta competencia; abandonar estos espacios es regalar terreno a los adversarios y sembrar dudas sobre la seriedad de su liderazgo.
En este caso, la falta de Paz en un foro que reunía a empresarios, académicos y líderes locales fue percibida como desinterés o desconexión con sectores estratégicos del electorado. Mientras otros actores políticos aprovechaban la ocasión para mostrar propuestas concretas y liderazgo; su ausencia dejó un vacío que fue inmediatamente ocupado por la oposición y los medios, quienes retrataron al candidato como un espectador ausente en el teatro del poder.
Por ejemplo, en discusiones sobre políticas económicas críticas para la región, la incomparecencia de Paz fue interpretada como una renuncia tácita a negociar y posicionarse en debates de alta visibilidad, una acción que, lejos de ser prudente, proyectó indefinición.
La ironía es que, mientras buscaba, tal vez, proyectar prudencia o evitar conflictos, terminó ofreciendo un espectáculo involuntario de desconexión, donde la audiencia más bien aplaudió la presencia de sus competidores y tomó nota del “acto ausente” como un pequeño pero simbólico tropiezo en su campaña.
Falta de control sobre la narrativa y la percepción. En conjunto, los tres episodios revelan que Rodrigo Paz careció de un control efectivo sobre la narrativa que proyectaba y sobre cómo sus actos eran interpretados por la ciudadanía. Maquiavelo enseña que un príncipe exitoso no solo debe actuar, sino anticipar la reacción del pueblo, moldeando cada gesto y palabra para inspirar confianza, temor o admiración, según lo exija la situación.
En este sentido, la ambigüedad frente a la orden de aprehensión contra Evo Morales no proyectó prudencia sino indecisión. La desastrosa entrevista en CNN con Fernando del Rincón dejó al descubierto debilidades comunicativas que la audiencia no perdonó; y la ausencia en el segundo Foro Macroeconómico en El Alto transmitió un sutil mensaje de desinterés o desconexión con sectores clave del electorado.
Cada uno de estos episodios, aislado, podría explicarse como un descuido, pero combinados dibujan un cuadro de incapacidad para controlar la percepción pública: una prudencia que, paradójicamente, se lee como incompetencia, y un intento de estrategia que terminó convirtiéndose en una especie de tragicomedia política.
Así, queda claro que la campaña en la segunda vuelta electoral de 2025 refleja una constante desorientación estratégica. La ambigüedad frente a decisiones críticas, la torpeza en entrevistas mediáticas y la ausencia en espacios clave transformaron lo que podría haber sido prudencia en indecisión, proyectando una imagen de improvisación y fragilidad.
Lejos de consolidar autoridad, Paz ofreció un espectáculo de liderazgo que buscaba afirmarse mientras se desdibujaba, recordando irónicamente que, sin un control firme sobre la narrativa y la percepción pública, incluso la mejor intención puede naufragar en el escenario político.
Eduardo Leaño Román es sociólogo.