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Desde Afuera | 05/01/2021

El año en que todo cambió

Mauricio Ríos
Mauricio Ríos

Finalmente, el año 2020 quedó atrás. Aunque muchos no pudieron despedirlo con grandes celebraciones, tal vez la mayoría se sienta algo aliviada o esperanzada de que el 2021 no sólo traerá la tan ansiada vacuna sino también días mejores para todos. Y es que el impacto que tuvo la pandemia en el mundo fue en muchos casos devastador y, en otros, transformador.

Para mejor entender los efectos socioeconómicos, políticos y culturales del año de la pandemia, sólo basta echarles un vistazo a algunas cifras contundentes que el 2020 nos dejó a su paso.

En ese contexto, no es una exageración afirmar que el 2020 haya sido el año en que todo empezó a cambiar. 

Los devastadores

Entre los efectos devastadores, por ejemplo, podríamos destacar los siguientes: (de acuerdo con cifras del The Economist).

El Covid-19 ha causado hasta ahora más de 73 millones de infecciones registradas y más de 1,6 millones de muertes a nivel mundial, con casi el 20% de esos decesos solamente en Estados Unidos. Es posible que el virus haya infectado a otros 500 millones de personas que nunca fueron diagnosticadas, y que cientos de miles de muertes más no hayan sido registradas correctamente a nivel mundial.

La producción económica mundial es al menos un 7% más baja de lo que hubiera sido de otro modo, la mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial.

Los gobiernos de muchos países se atrincheraron para defender sus economías mediante una variedad de políticas fiscales. El Congreso de Estados Unidos, por ejemplo, aprobó un proyecto de ley de estímulo de 2,2 trillones de dólares (la ley CARES), que destinó pagos en efectivo a los hogares y reforzó los beneficios por desempleo. Y acaba de aprobar otro estímulo de unos 900 mil millones de dólares.

Unos 21 millones de personas en Estados Unidos perdieron sus trabajos sólo en abril; el desempleo se disparó al 14,7% a nivel nacional.

Gran Bretaña garantizó el 80% de los salarios a los trabajadores que habían sido suspendidos, e incluso subsidió comidas en restaurantes en agosto.

Entre las industrias, la aviación y el turismo fueron los mayores perdedores de la pandemia. Se calcula que las aerolíneas han perdido 510 mil millones de dólares en ingresos. El turismo internacional, según datos de la ONU, disminuyó en un 70% entre enero-agosto, causando una pérdida de 730 mil millones de dólares en ingresos por exportaciones.

La industria del cine también se vio muy afectada por la pandemia, ya que los cierres de cines pospusieron el lanzamiento de muchos éxitos de taquilla hasta el 2021. Algunos pasaron directamente al “streaming”.

Los transformadores

Por otro lado, la pandemia también fue una bendición para algunos sectores y un motor de innovación para otros con efectos potencialmente transformadores.

Tras una caída estrepitosa en marzo, los mercados de valores subieron hacia récords en parte debido a los crecientes precios de las acciones de las empresas de tecnología. Las reuniones por Zoom, por ejemplo, se convirtieron en norma para los empleados de oficina que hoy continúan trabajando de forma remota.

A medida que se incrementaron las compras en línea, Amazon reclutó a cientos de miles de personal adicional. Jeff Bezos, el jefe de Amazon, vio aumentar su riqueza de 111 mil millones de dólares en marzo a 185 mil millones de dólares en diciembre. Bezos es uno de los cinco centibillonarios del mundo, junto a los jefes de Microsoft, Facebook, Tesla y Louis Vuitton. Un centibillonario es aquella persona que tiene una fortuna personal superior a los 100 billones de dólares (o 100 mil millones de dólares). La riqueza combinada de las diez personas más ricas del mundo creció un 57%, a 1,14 trillones de dólares.

El comercio electrónico como porcentaje de las ventas minoristas estadounidenses aumentó tanto en ocho semanas como en los cinco años anteriores. Y como la gente trabaja desde casa, los viajes en el metro de Nueva York se redujeron en más del 90%.

Toda esta disrupción está en su infancia, y está impulsada por capital barato y nueva tecnología, incluida la inteligencia artificial y la computación cuántica. No debería sorprender a nadie entonces que esta innovación se propagará industria tras industria en el 2021, y más allá. Las que se adapten y transformen sobrevivirán.

Un mayor progreso tecnológico en las fuentes de energía renovables, las redes inteligentes y el almacenamiento de baterías también son pasos transformadores en el camino hacia la sustitución de los combustibles fósiles. Este es otro llamado de alerta para países petroleros y gasíferos como Bolivia para subirse al carro de la energía renovable antes de que sea demasiado tarde.

Sesgada injusticia

La pandemia también ha puesto de relieve la injusticia, causando un sufrimiento sesgado por la raza de las personas. Un hispanoamericano de 40 años, por ejemplo, tiene 12 veces más probabilidades de morir de covid-19 que un estadounidense blanco de la misma edad. En Sao Paulo, los brasileños negros menores de 20 años tienen el doble de probabilidades de morir que los blancos.

En el plano del empleo, aproximadamente el 60% de los trabajos en Estados Unidos que pagan más de 100.000 dólares al año se pueden hacer desde casa, en comparación con el 10% de los trabajos que pagan menos de 40.000 millones.

De manera global, y en el peor de los casos, la pandemia podría llevar a más de 200 millones de personas a la pobreza extrema, según estimaciones de la ONU.

Quizás eso explica que las pandemias hayan llevado a la agitación social en el pasado. Un estudio del FMI examinó 133 países en 2001-18 y descubrió que los disturbios aumentaron unos 14 meses después del inicio de la enfermedad, alcanzando su punto máximo después de 24 meses. Esta evidencia, que debería activar las alertas para los gobiernos latinoamericanos, tiende a confirmar que cuanto más desigual es una sociedad, mayor es la posibilidad de convulsión y conflicto social.

Innovación y resiliencia

Todos estos cambios, los devastadores al igual que los transformadores, deberían inspirar a los gobiernos a enfocarse en políticas que promuevan la innovación, la resiliencia y la autosuficiencia, pero también la dignidad individual y colectiva, la empatía, y el orgullo cívico. Es posible que estos ingredientes formen parte fundamental de un nuevo contrato social para el siglo XXI.

La evidencia que nos ha dejado el año de la plaga es contundente. No nos queda otra que asumir los nuevos desafíos para hacer que el 2021 sea un mejor año para todos, y no sólo para algunos.

Esperemos que los gobiernos, sector privado, instituciones académicas, y sociedad civil estén a la altura de estos desafíos. Es lo mejor que podemos pedir para 2021. Algo bueno debe surgir de la miseria del año de la rata.

Mauricio O. Ríos es un especialista en comunicación y resolución de conflictos. Radica en Washington, DC, donde trabaja para varios organismos internacionales. Dirige “Desde Afuera”, un programa de entrevistas para Brújula Digital. 



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@brjula.digital.bo