No hay duda de que
existen varias interpretaciones sobre por qué Bolivia no fue invitada a la
cumbre mundial sobre la democracia, convocada y organizada por los Estados
Unidos la anterior semana. Pero al margen de cualquier interpretación, lo fundamental
es entender los mensajes que esa “no invitación” del presidente Joe Biden está
enviando al gobierno boliviano.
Son por lo menos tres los mensajes claves de la administración Biden que no deben pasar desapercibidos para el gobierno de Arce, y que además podrían preanunciar otras potenciales consecuencias para el país en el futuro próximo, tanto a nivel político como económico.
El primer mensaje es que los Estados Unidos no está interesado en seguir escuchando más mentiras. Por eso decidió negarle al gobierno boliviano una oportunidad dorada para seguir propagando la mentirosa narrativa de un supuesto golpe de Estado que nunca existió. Al insistir con esa falsa y engañosa narrativa que ya cayó por su propio peso, Bolivia ha quedado desacreditada ante los ojos de la Casa Blanca, de la Unión Europea y de gran parte de la comunidad internacional, incluyendo a Latinoamérica. Esa pérdida de credibilidad democrática ha resultado en la lógica exclusión del país de una importante cita para conversar justamente sobre el futuro y los retos de las democracias en el mundo.
Y aquí vale la pena recordar que la mencionada cumbre virtual no fue una reunión de un grupo selecto de países como el G7 o G20, al cual Bolivia obviamente no pertenece, sino que fue una reunión grande y global en la cual participaron gobernantes de más de 100 países de todas las regiones del mundo. Inclusive países como las Filipinas o Brasil, que ya han demostrado inclinaciones antidemocráticas, fueron invitados a la cita. La exclusión de Bolivia, entonces, fue explícita, al igual que la de otros países cuyos sistemas de gobierno son considerados autocracias maquilladas de democracia o simplemente dictaduras, como es el caso de China, Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua y varios otros países de Centroamérica y de Oriente Medio.
En ese contexto, el segundo mensaje de la administración Biden es que Estados Unidos está tomando nota de cómo la administración Arce está pisoteando los derechos humanos y libertades democráticas en el país, a tiempo de aliarse cada vez más estrechamente con las dictaduras del mundo, alejándose de las democracias liberales y occidentales.
Estados Unidos también está tomando nota de los atropellos al estado de derecho, incluyendo las detenciones ilegales y preventivas de carácter meramente político, como la de la expresidenta Jeanine Añez y de otros 50 actores políticos entre los cuales ahora también figura el exdirigente cívico de Potosí Marco Pumari. Básicamente la Casa Blanca está señalando que no considera que en Bolivia exista un gobierno comprometido con defender la democracia y los derechos humanos, luchar contra la corrupción y hacer frente a los movimientos autoritarios en el mundo. Al contrario, el mensaje de Biden es que ve a Bolivia como parte de “una marea creciente de autoritarismo” en el mundo.
Finalmente, el tercer mensaje de la administración Biden es tal vez el más duro de todos porque pone en evidencia la frágil y mala relación bilateral entre Estados Unidos y Bolivia. Una relación que ha caído al nivel más bajo de los últimos años y está atravesando por su peor momento. Es obvia la falta de confianza mutua y de diálogo entre las dos administraciones. Lastimosamente esto refleja un fracaso rotundo de la Cancillería y diplomacia bolivianas. Bolivia no es un peso pesado en el concierto internacional, y no puede darse el lujo de tener una relación cordial con China y no con los Estados Unidos. Bolivia necesita de ambas alianzas y, al igual que muchos otros países, debe aprender a navegar las aguas entre las dos potencias. Es así de simple. Sin embargo, bajo las actuales circunstancias la Casa Blanca no considera a la administración Arce como un gobierno serio y respetable con el cual se puede dialogar, aunque existan diferencias profundas.
La falta de una relación bilateral constructiva también puede tener otras consecuencias futuras para Bolivia tanto a nivel político como económico. A nivel político está el mayor aislamiento de Bolivia en el concierto internacional, y su respectivo encasillamiento en una esfera de países (del ALBA, por ejemplo) que nada pueden aportar al crecimiento y desarrollo del país. A nivel económico, la enemistad con los Estados Unidos puede perjudicar enormemente a Bolivia en términos de futuros recursos para proyectos de desarrollo y reducción de pobreza, e inversiones en sectores claves de la economía.
Durante la cumbre democrática, por ejemplo, Biden anunció más de 400 millones de dólares en ayuda a través de programas destinados a combatir la corrupción, apoyar a mujeres y grupos marginados, y ayudar a gobiernos "reformistas" con programas enfocados en atención médica y educación. Obviamente Bolivia, al no estar invitada a dicha cumbre, no podrá acceder a esos recursos.
"La democracia no ocurre por accidente. Tenemos que renovarla con cada generación", dijo Biden en la inauguración de la cumbre, según un reporte de National Public Radio. El presidente norteamericano también explicó que “en este momento existe una creciente lucha existencial entre las democracias y los autoritarios, y que últimamente el impulso parece estar del lado de los autoritarios.”
Y para Biden, Bolivia ya está del lado de los autoritarios. La ausencia del gobierno de Lucho Arce en la cumbre democrática ya dice muchísimo sobre el penoso estado de la democracia en nuestro país, la deteriorada y desprestigiada imagen del país a nivel internacional, y cómo Estados Unidos y otros países está percibiendo a Bolivia en estos momentos.
No hay duda de que la falsa narrativa del golpe de estado, la constante persecución política de opositores y los atropellos a los derechos humanos están empezando a pasarle factura al gobierno de Arce y al país. Los mensajes de Biden son prueba de ello.
Es que, en la política, como en el cacho, ¡lo que se ve se anota! Lastimosamente Bolivia no tiene mucho que anotar y más bien se está borrando cada vez más.
*Mauricio O. Ríos es consultor internacional en comunicación estratégica y prevención de conflictos con la firma Conflict Management Consulting. Fue funcionario del Banco Mundial. Ahora radica en Oxford, UK. Dirige el programa de entrevistas “Desde Afuera”, iniciativa apoyada por Brújula Digital.