He afirmado en un artículo previo que algunos intelectuales y periodistas afines al MAS han propalado la idea falsa y tendenciosa de que la intención de voto a favor de Carlos Mesa en las encuestas habría caído “de 39% al 25% desde que lanzó su candidatura”. Ello, para esos intelectuales y escritores proclives al MAS, significaría que este candidato estaría “en una curva declinante”; todo un deseo electoral a título de análisis.
Igualmente he afirmado que no ha habido todavía encuesta alguna relevante que le haya dado a Mesa un porcentaje tan bajo como el citado 25%. Se trata de una falsedad, o siquiera de una exageración dura, que revela el ánimo anti-Mesa y pro-MAS de quienes quieren crear la percepción de que Mesa se encontraría en una caída libre, despeñándose electoralmente.
Por supuesto, ese 25% es un “dato” aparente muy útil para las cortinas de humo estadísticas con las que se quiere inducir a la población a creer que el MAS tiene su victoria cantada en primera vuelta para las elecciones de octubre de 2019. Mostrar a un Mesa cayendo del “39% al 25%” es parte de toda una operación de propaganda política a favor de la inconstitucional, ilegal e ilegítima candidatura de Evo Morales, con la que el MAS pretende apropiarse del gobierno una vez más.
Sin faltar a la objetividad más rigurosa, también he afirmado –respecto del 39% “desde que lanzó su candidatura” que se le adjudicó a Mesa por parte de esa intelectualidad pro MAS que anda haciendo análisis de cifras– que “no hay en estos años encuesta alguna que le haya dado a Mesa semejante porcentaje electoral de partida”. Los aludidos han respondido –sin poder esconder su intenso ánimo anti-Mesa y pro-MAS– que habría sido el periódico Página Siete el que le ha dado a Mesa esa intención de 39%, según ellos, hay que reiterarlo, “desde que lanzó su candidatura”. Estupendo: corresponde el debate.
Página Siete, que ha venido publicando sus encuestas hacia 2019 desde hace algunos años, ha establecido con suficiente reiteración que la intención de voto a favor de Mesa se ha venido situando sistemáticamente en esos mismos años en torno a un 30% al 32%, un par de puntos más o un par de puntos menos de modo oscilante. Cuando, en febrero de 2019 Página Siete citó la encuesta que le habría dado a Mesa en diciembre de 2018 un 39% de intención favorable de voto, se trató de un pico de excepción suficientemente llamativo como para generar justamente el debate que importa. Un pico de excepción, hay que marcarlo: ese 39% no fue el punto de partida con el que Mesa apareció en la puja electoral “desde que lanzó su candidatura”.
¿Por qué importa el debate? Porque un pico de excepción, una cifra excepcional, en un tramo largo de performance persistentemente estable, con un promedio numérico regular –en el caso de Mesa en torno a un 30% al 32%–, no es lo mismo que un “punto de partida” –mi expresión aquí– o la cifra de arranque de Mesa “desde que lanzó su candidatura” –en expresión de los intelectuales pro-MAS que quieren verlo despeñándose “de 39% al 25%”.
Hay que reiterarlo, el punto de partida de la intención electoral a favor de Mesa como candidato se sitúa en torno a un 30% al 32%. Hacer caer a Mesa de 39% al 25% revela intencionalidad política antagónica a este candidato y no seriedad analítica.
El que excepcionalmente una encuesta de Página Siete le haya dado a Mesa, en diciembre de 2018, una cifra de 39%, muestra ya sea alguna anomalía en la encuesta realizada para diciembre o circunstancias muy particulares y puntuales en un momento de captura de la información como para producir esa excepción. No deja en todo caso de ser llamativo que Página Siete no haya publicado en diciembre esos resultados excepcionales –raros, a no dudarlo– y que solamente recién en febrero de 2019 hubiese publicado no la encuesta de diciembre propiamente, sino solamente –por responsabilidad periodística– las cifras más generales de la misma, acopladas a la publicación si completa y detallada de su encuesta de febrero de este año.
Pero el debate es importante no solamente ni
principalmente por el detalle de las cifras en cuestión que las encuestas
generan fotográficamente cada momento, sino por las lecturas que esas cifras
generan. Las encuestas son campos de batalla interpretativa, pero también pueden
ser objetos malintencionados de manipulación. Inventar una caída del 39% al 25%
de un candidato, tergiversando el hecho de que un candidato muestra una
tendencia a oscilar de modo relativamente estable –o estancado, lo que usted
prefiera– en torno a un 30% al 32%, es una manipulación inmoral e
inadmisible.
Ricardo Calla es sociólogo.