Cuando producir café va más allá de obtener
granos para una bebida de moda, las cadenas bioproductivas permiten realmente
hacer un aprovechamiento sostenible de los productos biológicos que utilizamos.
Una cadena bioproductiva es un sistema de producción sostenible que utiliza recursos biológicos para generar productos y servicios. Se basa en el principio de la bioeconomía, que busca aprovechar el potencial de los sistemas biológicos para satisfacer las necesidades humanas de manera eficiente y respetuosa con el medio ambiente.
Este tipo de cadenas tiene cuatro componentes necesarios: producción, transformación, distribución y consumo. La producción, es evidente, debe provenir de fuentes sostenibles como la agricultura, ganadería, silvicultura, acuicultura o productos no forestales.
La fase de transformación difiere de un modelo lineal en el sentido que es en este punto donde debe considerarse todos los usos que se puede dar a subproductos en la producción de un alimento o producto de interés. En el caso de un grano de café hay que considerar los subproductos que pueden obtenerse de la pulpa, del mucílago, de la sultana, incluso de las fibras residuales que puedan quedar.
En Chile, por ejemplo, de la producción forestal que realizan al sur, todas las astillas y residuo que queda luego del corte de árboles son recolectados para obtener un tipo de relleno que, mezclado con otro subproducto de los árboles, como son algunas resinas, se convierte en paneles aislantes empleados en la construcción.
Un paso más allá, sus investigadores hallaron que las resinas de algunas especies maderables tienen compuestos que retardan el fuego, por lo que estos paneles tienen esa propiedad. De esta manera, evitan el aplicar sustancias sintéticas que pueden ir en detrimento del ambiente si fueran liberadas en un incendio.
La distribución también sale del modelo convencional y en muchos países sus cadenas bioproductivas ya están asociadas a sistemas de blockchain, logrando garantizar la procedencia de estos productos. Esto evita muchas tomaduras de pelo que suceden hoy. Es el caso de ciertos productos “orgánicos”. En Estados Unidos a veces se les ocurre rastrear la procedencia de ciertos insumos básicos que llevan este supuesto sello y termina siendo que son de producción convencional o incluso que fueron mezclados con transgénicos.
En Bolivia existen algunas cadenas bioproductivas en funcionamiento, como la producción de biocombustibles a partir de la caña de azúcar. Pero acá viene un dato curioso. Los ingenios sucroalcoleros que se establecieron en Bolivia nunca pensaron que su industria sería un modelo de economía circular ni que son el mejor ejemplo para explicar la base de un modelo de bioeconomía. Simplemente sucedió al buscar ser más eficientes y aprovechar toda la transformación.
Lo irónico es que el ciudadano promedio, cuando se les menciona un ingenio sucroalcolero, piensa que el producto principal es el azúcar. Este tipo de industria, que son el modelo de las biorefinerías, se destacan por obtener alcohol etílico de alto grado de pureza, demandado por la industria farmacéutica y cosmética.
Bajo esta misma premisa es que la producción de cualquier cultivo o cosecha de cualquier producto no forestal, debería plantearse, de manera de aprovechar cualquier subproducto, residuo o supuesto desperdicio. En Bolivia tenemos recursos de la biodiversidad en abundancia, lo que nos falta es cambiar de un modelo lineal a un modelo de bioeconomía en toda nuestra producción.