A mediados del 2001 defendía mi
tesis para obtener el título de Ingeniera en Biotecnología Ambiental. En
aquellos años, esta disciplina del área científica apenas daba sus primeros
pasos en algunos países de hispanoamérica.
El pasado 16 de junio se recordó el día internacional de la biotecnología, ya que en el año de 1980, la suprema corte de Estados Unidos falló a favor de Ananda Mohan Chakrabarty, un ingeniero genético que había desarrollado una bacteria, derivada del género Pseudomonas, y que descomponía el petróleo crudo para tratar los derrames de petróleo de manera más rápida y con menor daño ambiental. Luego de este fallo se ha aceptado que los genes, siempre y cuando hayan sido aislados, son objetos patentables. Algo que choca de frente con las ideologías de corte socialista.
Este 2022 también se cumplen los primeros cuatro años de la primera carrera en ingeniería en biotecnología impartida en la Universidad Católica Boliviana de Santa Cruz. Y finalmente este año, la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba inicia en este segundo semestre una nueva carrera en biotecnología. Luego de tantos años, por fin Bolivia abre paso a una carrera por demás necesaria.
Recuerdo que al volver a Bolivia con mi título de biotecnóloga, tuve que enfrentarme contra la realidad. El país en aquel entonces, no tenía idea qué era biotecnología, excepto en algunos lugares donde también algunas personas con otra visión empezaban a formarse por otros caminos. Por esta razón, no logré continuar mi formación dentro de un laboratorio.
Como no podía darme por vencida ante la situación, inicié mi trabajo en un área que nunca consideré y que hoy aprecio mucho. La divulgación científica. Si bien empecé con temas de desarrollo sostenible y medio ambiente, hoy por fin ya estoy más en mi campo. Tampoco consideré que este recorrido me daría muchas herramientas y lecciones que hoy puedo compartir para ayudar a formar científicos con más habilidades y capacidad para comunicarse con la sociedad.
Y ese es el punto clave por el cual Bolivia parece haberse quedado estancada en un remoto lugar de varios siglos en el pasado. La biotecnología es una disciplina tan amplia y multidisciplinaria, que realmente brinda una miríada de alternativas y soluciones a distintos problemas en distintos aspectos. De hecho, allí donde se encuentra, es más seguro que tiene un producto de la biotecnología a su alcance.
Desde varios tipos de alimentos, hasta detergentes mejorados y menos contaminantes, fabricación de tintas de bolígrafos, papel de moneda, los jeans que gusta usar, las vacunas a partir de la década de los 80 y mucho más, son innovaciones logradas por la biotecnología. De allí, que resulta increíble que nuestro país se haya estancado en este desarrollo, principalmente por un tema que hasta países como Cuba, China, Kenia o Mozambique ya han resuelto.
El uso de organismos genéticamente modificados (OGM) para la producción de alimentos. Este es un tema que en el país se ha detenido, principalmente por ideologías y romanticismos “orgánicos” que solo nos conducen a una agricultura de subsistencia, carente de tecnología en general y con muy baja productividad. Sin mencionar la de plagas que se van acumulando y la de suelos erosionados que va dejando. Añadamos a ello la falta de voluntad política para formar un marco nacional de bioseguridad eficiente, que además dejó escapar financiamiento internacional para establecerlo.
La suma de estos errores nos va a pasar factura. Por ello, no puedo más que celebrar que pronto el país tendrá más profesionales en esta área. Allí, no quedará más que presionar por normativas basadas en ciencia y que permitan establecer innovación a todo nivel en biotecnología, de manera que desde un aymara hasta un chiquitano, puedan entender o ser biotecnólogos y plantear soluciones desde su realidad y en beneficio de todos.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología