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22/05/2023
Filia Dei

Biocombustible de microalgas

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Hace poco y después de años de oposición, en Bolivia se ha puesto interés en generar biocombustibles, pero por ahora solo se considera una manera de generar estos.

Los biocombustibles son aquellos que provienen de materia orgánica, principalmente vegetal aunque varios países también los generan a partir de los residuos agrícolas incluidos los provenientes de animales. El uso de biocombustibles se remonta a finales del siglo XIX en Europa, aunque su uso a gran escala comenzó a popularizarse a partir de la década de 1970 con la crisis energética y la búsqueda de alternativas al petróleo.

Desde entonces, su uso a nivel mundial ha ido aumentando de forma significativa en las últimas décadas, principalmente en países que buscan reducir su dependencia energética del exterior y mitigar el impacto ambiental de los combustibles fósiles.

En Bolivia, a mediados de los 90 y mientras la producción de soja en el oriente iniciaba, varios grupos ecologistas empezaron a hablar en contra de este tema, siendo que ni siquiera se consideraba como factible. La polémica sobre los biocombustibles de origen vegetal se debe a preocupaciones sobre su impacto ambiental por causar deforestación, competir con cultivos alimentarios y aumentar los precios de los alimentos. La producción de biocombustibles de primera generación requiere grandes cantidades de agua y energía.

En respuesta a estas preocupaciones, se ha investigado y desarrollado biocombustibles de segunda y tercera generación, que se producen a partir de materias primas no alimentarias como la biomasa y los residuos agrícolas y forestales. Estos biocombustibles de segunda y tercera generación tienen un menor impacto ambiental y social que los biocombustibles de primera generación, pero aún son objeto de debate en cuanto al equilibrio entre los beneficios ambientales y sociales y los costos económicos y tecnológicos de su producción.

Se pueden obtener biocombustibles a partir de microalgas a través de un proceso llamado "cultivo de algas". En este proceso, las microalgas se cultivan en grandes cantidades y se cosechan en un medio acuoso. Luego se extraen los lípidos o aceites de las microalgas y se transforman en biocombustibles, como el biodiesel o el bioetanol. El cultivo de microalgas también tiene el beneficio adicional de capturar dióxido de carbono y otros materiales dañinos del aire, lo que lo convierte en una opción atractiva para una energía más limpia y renovable.

Las microalgas se pueden cultivar en diversos entornos, incluidas tierras no cultivables, agua salobre o salina y aguas residuales. No compiten por las valiosas tierras agrícolas o los recursos de agua dulce que se necesitan para la producción de alimentos. Esto hace que el cultivo de microalgas sea más sostenible y evita posibles conflictos con la seguridad alimentaria.

Además pueden acumular una gran cantidad de aceite, superando en ocasiones el 50% de su peso seco. Este aceite se puede extraer y procesar en biocombustibles como el biodiesel. En comparación, los cultivos oleaginosos tradicionales como la soja o las palmeras suelen tener un contenido de aceite de alrededor del 20% o menos.

Es importante tener en cuenta que la tecnología aún está en desarrollo y enfrenta desafíos en términos de escalabilidad, rentabilidad y eficiencia energética. Sin embargo, la investigación en curso y los avances tecnológicos tienen como objetivo abordar estas limitaciones y aprovechar todo el potencial de las microalgas como fuente sostenible de biocombustibles.

En Bolivia, es muy probable que haya que esperar de 2 a 3 décadas para que se considere incorporar a la política de biocombustibles esta alternativa, dado la visión de reticencia de avanzar en nuevas tecnologías dentro de la biotecnología.

Cecilia González Paredes M.Sc. 

Especialista en Agrobiotecnología



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