Ningún presidente del país ha tenido la
suerte, como los dos del MAS y Jeanine Áñez, de tener como secretario ejecutivo
de la Central Obrera Boliviana (COB) a un ciudadano llamado Juan Carlos
Huarachi. De la misma manera, ningún expresidente ha tenido la mala suerte de
que este personaje siga siendo secretario ejecutivo de la COB una vez que haya
salido del poder, como es el caso del expresidente fugado y Áñez.
Es que, parafraseando a Augusto Céspedes, este dirigente ha puesto al servicio del mandatario de turno toda su incapacidad y, de esa manera, ha reducido a la COB a ser un furgón de cola del Gobierno en funciones, como muestran dos declaraciones hechas la semana que termina.
La primera, para hacer “una advertencia sana” a la Asamblea Legislativa, en sentido de que, si no se aprueba el proyecto de Ley 035 de modificación a la Ley de Pensiones, los “trabajadores nos vamos a movilizar a nivel nacional y vamos a hacer la toma física de la Asamblea Legislativa hasta que se apruebe este proyecto de ley”, olvidando que varios sectores afiliados a su organización, como el magisterio y los diferentes sectores de salud, se oponen radicalmente a que ese proyecto de ley se apruebe mientras no sea reformulado.
En la segunda declaración, en tono de denuncia dijo que hay “algunos malos empresarios” que están en contra de las políticas económicas “de nuestro Gobierno” en referencia a su rechazo al incremento salarial acordado entre la COB y el G. Huarachi pidió no “intentar despedir a los trabajadores, diciéndoles: ‘¿Quieren incremento o estabilidad laboral?’. Siempre ha sido un chantaje permanente a nuestros trabajadores a nivel nacional”. Más aún, si los trabajadores “también pelearon por los empresarios (…). Hay que recordarles incluso que muchas de las políticas que se implementan en estos últimos años han ido favoreciendo a los empresarios porque los trabajadores también hemos peleado por los empresarios con el único fin de que ellos garanticen la estabilidad de los trabajadores y respeten los derechos de los trabajadores”.
El tema en debate es, como sostienen el sector empresarial y varios analistas económicos, que el más reciente incremento salarial, al estar mal enfocado por sus excesos, puede ser un empujón más al descontrol total de la economía nacional.
En cuanto a los exmandatarios, Huarachi, con un fino olfato, quizá en connivencia con el fugado, en noviembre de 2019 le pidió, en aras de la paz, renunciar. Con Jeanine Áñez, facilitó de alguna manera la recuperación del control del país por parte del Gobierno central. Con la victoria del actual mandatario, el dirigente comenzó su alineamiento tras él, proceso que culminó en octubre de 2023, cuando, por acusaciones de Morales, le respondió: “Me acusa de traidor, ¿quién es el peor traidor? ¿Acaso no es el que abandona a su pueblo, el que deja huérfano a su pueblo? Aquí estamos firmes, no nos hemos escapado, seguimos y vamos a seguir (…). Quiero decir públicamente, nuestro expresidente ha llegado a lo más bajo, ha caído a lo más bajo, porque estamos hablando no de un dirigente, estamos hablando de un expresidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Llamamos a la reflexión, aun así, porque aquí estamos; lo único que estamos exigiendo es respeto a las organizaciones sociales. Nada más”, manifestó Huarachi.
Termino con una amable advertencia: esta historia no tiene fin… Como Huarachi, uno encuentra diariamente personajes de ambos sexos que como quien nada dice se van desmarcando del fugado para acercarse lentamente al presidente en funciones. Otros, que reclaman vigencia de principios democráticos, después de convivir con el MAS desde 2006, imitan a los perros cuando tratan de ocultar sus excrementos. Y estoy seguro de que algunos otros terminarán haciendo valer el ser autoritario de su personalidad como temibles libertarios.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.