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Filia Dei | 29/05/2020

Agrobacterium experto en comunicarse con las plantas

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Agrobacterium tumefaciens es un microorganismo unicelular, que vive en el suelo y que tiene una capacidad de moverse hacia diferentes plantas que liberan sustancias químicas, mismas que sirven de señales que Agrobacterium reconoce. Esto le permite entrar en contacto con la planta, adherirse a la misma y liberar una serie de sustancias que finalmente terminan con un proceso de inserción de material genético, logrando que la planta ahora tenga células genéticamente modificadas. ¡La planta ahora es un Organismo Genéticamente Modificado (OGM)!

El 21 de mayo, se publicó el artículo titulado: Agrobacterium: Microbio del suelo, patógeno de plantas e ingeniero genético natural. La revisión estuvo a cargo de estudiantes entre 10 y 11 años del Mercy School. Esta modalidad es presentada en la revista virtual: Frontiers for Young Minds.

Frontiers, editorial de acceso abierto de artículos científicos revisados ​​por pares en todo el espectro de la academia, lanzó su sección Frontiers para Mentes Jóvenes. Espacio donde científicos distinguidos, someten sus artículos a una revisión por parte de jóvenes, con ayuda de un mentor, para lograr publicaciones diseñadas para audiencias más jóvenes, con un lenguaje fácil de comprender sobre temas complejos.

El artículo mencionado, continúa la explicación a detalle de como Agrobacterium manipula a la planta infectada e inserta nuevas instrucciones en el ADN (material genético) de la planta. Este proceso, es el mismo que utiliza la ingeniería genética, herramienta que empezó a utilizarse a partir del final de la década de los setenta.

¿Cómo es posible que seres de un reino distinto al de las plantas puedan re-escribir el código genético? Pasa desapercibido a nuestros ojos, pero el código genético, está presente en todo ser vivo, desde bacterias, hasta seres más complejos como plantas, animales y seres humanos. Son cuatro letras: Adenina, Citosina, Guanina y Timina, las que ordenadas de distinta manera, van codificando desde nuestro aspecto externo (ojos oscuros, cabello lacio, nariz chica o grande) hasta nuestras características internas. Y aunque a mucha gente le parezca una locura, estas cuatro letras, pueden ser leídas por todo ser vivo.

Con la ayuda de nuevas herramientas de análisis genético, es que poco a poco, vamos descubriendo como muchos organismos resultan ser transgénicos naturales, con material genético proveniente de otros organismos: una babosa marina con cloroplastos, mariposas con genes de avispa, camote con genes de Agrobacterium y  seres humanos con genes de bacterias.

Este conocimiento, nos educa sobre lo que se conoce como transferencia horizontal de genes. La transferencia vertical es la que sucede de parentales a descendencia. Pero horizontalmente, son las bacterias las que más fácilmente logran transferir su información genética a otros organismos.

En septiembre del 2019, una publicación en la revista Plant Molecular Biology, nos reveló que los plátanos, el maní, las cerezas, los arándanos, y cualquier tipo de té, son plantas transgénicas, por el material genético que Agrobacterium intercambió.

El artículo revisado por jóvenes estudiantes concluye indicando las aplicaciones benéficas de utilizar este mecanismo al generar cultivos resistentes a las plagas de insectos; una papaya que es resistente a un virus devastador que habría destruido cultivos en todo Hawai; arroz dorado fortificado con una sustancia química que necesitamos para producir vitamina A, lo que podría evitar que millones de niños se queden ciegos; papas no oxidadas y saludables que reducen el desperdicio de alimentos entre varias más. ¡Y todo pasa un riguroso sistema que avala su inocuidad!

Coincido con los autores del artículo, que hacen énfasis en que a pesar de los beneficios de usar esta herramienta, algunos grupos buscan evitar el uso de la ingeniería genética o incluso intentan desinformar al público sobre el enfoque. Se mezcla la política en la ciencia y así seguimos, rezagados más de 20 años, sin apoyar a científicos bolivianos, dependiendo de tecnología desarrollada en otros países y con grupos apoyados por ONG europeas.

Hay que tomar conciencia del fuerte impacto positivo que tiene la investigación científica para el desarrollo de Bolivia. Es fundamental integrar las capacidades locales con el desarrollo de la investigación científica. De esta, podrá surgir un círculo virtuoso entre el acervo cultural local y la ciencia en general. Así, podremos alcanzar los objetivos de un país próspero y equitativo para todos.


Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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