El Evo no admite manoseos jurídicos y se refrenda neciamente como el candidato electoral para las elecciones presidenciales de 2025. El líder que fue elegido presidente en 2005 atraía a una mayoría de electores, hoy el líder atrae a una minoría de electores. Y a pesar de ese minúsculo detalle quiere ser presidente. ¿Cómo se puede llamar a ese fenómeno? Imagino que hay una variedad de adjetivos para hacerlo, pero el término autoritario parece el conveniente. ¿Lo es? Claro, pero no basta. No cierra.
En todo caso, admitamos: qué seas autoritario, ya jode: “Che hermano, nos quedaremos 500 años”, pero que, a esa carga fecal le hayas añadido, hace sólo algunos años, sin estupor, el cuento de que la rerereelección debía ser un derecho humano, rejode. A los valerosos antiimperialistas les valió un carajo los derechos humanos de 850.000 niños que, en vez de jugar, trabajan; de más de dos millones de mujeres que son jefas de hogar solitas y sin ayuda, de 22 pueblos indígenas en peligro de extinción, de algunos discapacitados que han vuelto a sus casas derrotados o de una tropa de enfermos de cáncer que andan mendigando por alguna quimioterapita. Pero pícaros como ellos solos, se mandaron este cuentito tan maloliente.
¿Qué tal? ¡Elegir al Evo por cuarta vez era un asunto concerniente a la Declaración de 1948! La mayor conquista de la humanidad –esta grandiosa Declaración– terminó vulgarmente manoseada por los inteligentes de turno que se aferraron a sus pegas, viajes, contrataciones amañadas y/o, lo que es peor, a su convicción de que estaban en una lucha sin cuartel contra el Imperio y demás cuitas. Y eso jodía más.
Qué hayan sido autoritarios, jodía; que de yapa hayan sido tan miserablemente creativos, jodía más, pero que se creyeran portadores de una misión celestial rerejodía. Sí, esos sí eran los héroes consumados: ¡los épicos! Los cojudos que creían estar librando una batalla contra el mal. Estos capos pasaron lista con un aíre místico-oligofrénico: “¿Estamos listos para el combate contra la derecha?”. Y una larga lista de talentosos con billetera llena contestaron: “listos, Jefazo”. O se mandaron esta otra pepita de antología: “al Che lo mataron, a Allende lo mataron, por eso ahora hay que unirnos para que no maten a Maduro”. Mierda. ¿Cómo hacían estos avispados para juntar cosas tan dispares en una sola y de paso darle ese talante samurai?
Se juraban desenvainando sus machetes frente al enemigo a las 3:15 de la tarde mandando mensajes feisbuqueros, para ya a las 3:16 pedir viáticos con destino a la concha de la lora revolucionaria. Pero no, hay algo que superó esta espiral de detrito. ¿Qué cosita era? Ya lo dije, los autoritarios ya me jodían, los creativos me rejodían y los épicos me recontrajodían. Pero los que me jodieron más fueron los san pablos. Sí, los acérrimos adversarios que se regodeaban criticando al Evo, al Chávez, al Proceso de Cambio y, de pronto, caídos de su catre más que del caballo, recibieron la luz divina y se dieron cuenta que “Bolivia ha cambiado como nunca, Chávez era un humanista, el país que decían que se estaba destrozando, ha mejorado más que en la época de ladrones”. Un largo etcétera de impurezas.
Ahí estaba don Reymi Ferreira, quien aseguraba que el asunto era un derecho humano. También descollaba el pensante Víctor Gutiérrez, quien hasta escribió en un libro contra Morales hablando del “gobierno mentiroso, impostor que está acabando con Bolivia”, para luego subirse al carro del cocalero como novia en limusina. ¿Qué tal? Era tan espantosa la cosa, que ya atentaba contra la Declaración de los Derechos de la Estética. O sea: hasta para ser autoritarios había que tener clase.
Hubo más: se dedicaron en lo sucesivo a infringir esta Declaración compitiendo, ya en 2024, por ser lo más glamorosamente antiestéticos. Eso fue el acabose de esta jodienda. ¿Cómo? El cocalero queriendo repostularse gracias a un derecho divino copiado pulcramente de Luis XIV que sólo él y sus adláteres se lo creen y el economista queriendo seguir gobernando el país no sabemos para qué. ¿O sí sabemos? Tengamos en cuenta que no gobierna para Bolivia. El MAS jamás lo hizo: gobernó para su gente, repartiendo el dinero de todos los bolivianos a manos llenas y en nombre de ¡una revolución! Y si ese MAS evista jamás lo hizo teniendo un caudal de plata, este MAS sólo se sincera.
Aquel se torcía en las fiestas con chichita y guarapo, este se tuerce con alcohol de quemar. Aquel disimulaba su trancazo poniéndose mentisán en los labios para oler mejor, este vomita su hedor de frente. Ese es un rasgo distintivo de Arce: declara frontalmente lo inepto que es. Su antecesor hablaba del etanol, plantas hidroeléctricas, recuperación del mar. O sea, nos envolvía, guardaba el bacín bajo el colchón, aunque estuviese cargado de inopia gubernamental, pero Arce nos lanza el paquete estomacal a la cara.
¿Por qué? ¿Por qué tenemos que soportar
esta desvergüenza? Ya no lo haremos. Ya no debemos hacerlo. Mi voto jamás será
en blanco, será por quien sea que eche del pedestal a estos artistas del
antigobierno.
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.