Ayer, mientras escribía mi columna, trataba de hacer un esfuerzo por explicar la sensación de derrota que me asalta cada vez que veo la fragilidad de nuestras instituciones, la fragmentación del movimiento feminista y la debilidad de las organizaciones de mujeres. Por suerte, empezó a tronar y, ante la lluvia, dejé mis divagaciones a un lado, convencida de que no podía explicar en pocas palabras lo que estaba pensando y que, si dejaba muchos sobreentendidos, me exponía a la motosierra de las redes sociales.
Por suerte, me desperté con el TikTok de una querida amiga “transicionada” a pepina, irradiando alegría y recordándome que ya estamos en Carnaval. Gracias, Berthiux, por ayudarme a poner los pies en la tierra. Ya en la calle, me puse a mirar a las mamás terminando de disfrazar a sus hijas, a unas señoras organizando la llegada de la banda a la escuela y a unos niñitos tan lindos que, en la tarde, estarían sucios y raídos sus disfraces, más bonitos todavía.
Llegó el PumaKatari y tuve la suerte de sentarme al lado de una señora que acababa de recibir un pisotón y que me dijo: “Ya se va a pasar, los pisotones que he aguantado”. Me encantó su estoicismo y, para agarrar charla, le dije: “ojalá no llueva para que los chicos puedan jugar”. Ella me miró sonriente: “ay, qué tiempos aquellos, globos, baldes de agua, manguerazos, serpentina, mixtura y buena música para bailar. Yo siempre me conseguí un pepino”, dijo. Luego se bajó.
Mientras continuaba hacia mi destino, no pude evitar asociar sus palabras con las ideas que me tienen ocupada. Pensé que las viejas no podemos olvidar que estamos dejando atrás cosas buenas; nuestras hijas y nietas están, en general, mejor que nosotras: pueden votar, elegir, estudiar y llegar a lugares impensados para las generaciones anteriores. Acto seguido, volví: también es cierto que a las mujeres de países vecinos les ha ido mejor: ¿son los bolivianos muy machistas o nosotras muy débiles?
A pesar de los innumerables aportes y luchas, las mujeres, durante los gobiernos del MAS, nos hemos vuelto invisibles para la política y los políticos. Los actuales jefes de partidos no han hecho ni una propuesta significativa para mejorar la vida de niñas y mujeres; las militantes de partidos que buscan acabar con el masismo tampoco han conseguido ser vistas y reconocerse como mujeres. Es esa arista de la desigualdad lo que llamo derrota. ¿Hemos fracasado, nos hemos rendido? La respuesta es negativa si vemos los grupos de mujeres jóvenes que siguen peleando por una agenda propia: defender la naturaleza, erradicar la violencia, acabar con la escandalosa mortalidad materna, con el embarazo adolescente y denunciando el hecho incontestable de que en todas las esferas de la vida estamos subrepresentadas. A menudo, las jóvenes no saben lo que le debemos al feminismo, tanto aquí como en otras partes.
El hecho de borrar a las mujeres se está produciendo en el país sin la virulencia que aplican Trump, Milei y Bukele en sus propias naciones. Aquí nos borran de las cifras, nos ignoran, se mofan y nos siguen regalando planchas para el día de la madre. Tristemente, los actos vandálicos de una minoría visible de mujeres se difunden con morbo. Sostengo que el peso del populismo de izquierda en las filas feministas ha sido uno de los daños más grandes que el MAS ha infligido a las mujeres.
En tiempos de dictadura, las mujeres protagonizaron luchas decisivas para reconquistar la democracia. Desde que esta se ha instalado, Bolivia sigue a la cabeza de los países de Sudamérica con mayor mortalidad materna, embarazo adolescente, feminicidios y violencia. Ya no se limita esa violencia a que la peguen en su casa, sino a traficarla en redes internacionales o a asesinarla. Por eso duele que la ex presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, se jacte de que el único que hizo algo por las mujeres es Evo Morales, quien no ha logrado mejorar ninguno de los indicadores de igualdad, pese a la bonanza que le tocó administrar. Por el contrario, durante su mandato se convirtió en modelo de abuso sexual e impunidad.
Lo que no se nombra no existe, y aunque muchos digan que hoy lo más importante es la economía y que no hay tiempo para otras cosas, les recuerdo que el modelo económico de unos y de otros se apoya en el trabajo no remunerado de las mujeres, en la brecha salarial, en el desperdicio que significa mandar a tu hija a la escuela para que luego le cocine a su marido; la igualdad se construye desde la educación, la salud, la economía y el cuidado del planeta.
Indigna que los candidatos de oposición no digan una palabra sobre los derechos de las mujeres, al igual que las asambleístas de CC, muchas de ellas de gran valor, no reivindiquen su condición de mujeres como representantes de la lucha contra la discriminación que sufren y se sumen al silencio de sus jefes. Duele también el despliegue de precandidatos varones y la débil presencia de Amparo Ballivián, quien impulsa la unidad con convicción; probablemente no tiene ni la mitad de los recursos de Quiroga, Reyes Villa o Doria Medina. Finalmente, veo con esperanza a Toribia Lero, líder indígena que ha sido propuesta como candidata, noticia que, en medio del ánimo carnavalero, ha pasado lamentablemente desapercibida.