Esta vez, la oposición encabezada por Juan Guaidó –el presidente sustituto de Venezuela por encargo de la Asamblea Legislativa de ese país– ha podido provocar en Caracas un levantamiento militar, de dimensiones aún poco claras mientras se redactan estas líneas, pero que por lo menos ha puesto fin al arresto domiciliario de Leopoldo López, el preso político más emblemático del régimen de fuerza impuesto militar y draconianamente en el país caribeño contra una población mayoritaria que lo quiere fuera.
El levantamiento militar inducido por la oposición ha sido calificado como un “golpe de Estado” por la camarilla de Maduro al mando de Venezuela. Sus pocos aliados en América Latina y el Caribe han hecho lo mismo. Evo Morales, en Bolivia, lanzó a primera hora de la mañana del martes 30 de abril -cuando llegaban todavía desordenadas las primeras noticias del levantamiento militar en Caracas- un mensaje de tweet en la misma línea. “Condenamos enérgicamente”, afirmó Morales en la apertura de su mensaje, “el intento de golpe de Estado en Venezuela por parte de la derecha que es sumisa a intereses extranjeros”.
Una redacción, esta última, que muestra una grave estela de ambigüedad por parte del autócrata boliviano: ¿No debiera condenarse en el mundo, en principio, cualquier intento de golpe de Estado, ya sea por parte de la “derecha” o por parte de la “izquierda”, y sean ellas “sumisas” o no a “intereses extranjeros”? Si alguien no es “sumiso” a los “intereses extranjeros”, ¿tiene para Morales derecho o legitimidad para intentar un golpe de Estado? Si uno es de “izquierda antinorteamericana” por ejemplo, como Morales dice ser, ¿tiene derecho nomás a “meterle” un golpe de Estado y que luego que “los abogados lo arreglen”?
Preguntarse lo anterior no es arbitrario. Con sus declaraciones sobre el levantamiento militar del 30 de abril en Caracas, Morales no solamente muestra una vez más sus tendencias discursivas hacia una abierta o solapada doble moralidad (= los golpes de Estado de “derecha” son condenables, los de “izquierda” podrían admitirse). Peor, esas declaraciones además terminan directamente velando y adulterando graves hechos de la historia reciente del subcontinente latinoamericano al ofrecer unos falsos e hipócritas anhelos democráticos por parte de Morales que borran y ocultan la verdad histórica.
Así, refiriéndose al levantamiento militar en Caracas, Morales también pasó a afirmar en otro tweet, revelando con ello su inmensa inmoralidad y su abierto afán por adulterar los hechos, que “…debemos estar atentos y unidos para que los golpistas no vuelvan nunca más a nuestra región”. ¿Cómo puede Morales decir cosa semejante con tamaña falta de pudor? ¿Es que es posible que Morales crea que podemos olvidar que el golpismo militar volvió a la región latinoamericana en la época contemporánea justamente de la mano, entre otros, de Hugo Chávez, quien lanzó abiertamente en Venezuela, cuando era teniente coronel, un golpe militar en 1992 dando con ello inicio a su carrera política? Ese golpe militar de Estado intentado por Chávez, ¿no es, no era, condenable?
Hay que convenir, en todo caso, que han sido tanto el militarismo oligárquico residual centroamericano, como el llamado “socialismo del siglo XXI” –y Evo Morales como parte de aquello–, los que han traído de vuelta el peligro del golpismo político y militar en América Latina y el Caribe desde fines del siglo pasado y los comienzos del actual. Y nadie puede pretender tapar el sol con sus dedos: en Bolivia se ha producido también ya un golpe de Estado jurídico-político crudo y radical cuando a fines de 2017 el régimen del MAS le ordenó a su Tribunal Constitucional Plurinacional emitir una sentencia anulando la voluntad del pueblo de Bolivia expresada en el voto del 21F prohibiéndole a Morales su ambición prorroguista.
Con su sentencia, el TCP le ha dado a Morales el inconstitucional e ilegal permiso de apropiarse del gobierno de Bolivia indefinidamente. Eso es un golpe de Estado antidemocrático por la vía jurídico-política que de ser necesario Evo Morales rematará con la represión militar en las calles. El golpismo de Estado, en cualquier caso, ya está en América Latina y el Caribe, ensangrentando la región con un Maduro que se niega a dejar el gobierno y mata, con un Ortega que se aferra sañudamente al poder y reprime, con un Morales que se presente gobernante por plazo indefinido de Bolivia y nos acerca a una tragedia.
Los golpistas, nadie se confunde, son quienes pretenden adueñarse del poder para siempre -vía la manipulación jurídica y el desconocimiento de la ley, las trampas y los fraudes electorales, y si es necesario la represión militar-, y el golpismo de los Chávez, Maduro, Ortega y Morales ya está en la América Latina y el Caribe. Defender y recuperar la democracia es, en este marco, también un deber de los militares democráticos de la región, si es que todavía existen quienes no se hayan corrompido. Que Venezuela se salve del sufrimiento.
Ricardo Calla Ortega es sociólogo.