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Huella Digital | 20/02/2019

Un modelo de economía sombrío

Ricardo Calla O.
Ricardo Calla O.

En los 13 años de duración de su régimen, Evo Morales y su equipo de cúpula han terminado imponiendo todo un modelo de economía plural corrupta de rasgos nítidos. Se trata de un modelo radical y crudamente rentista, extractivista y ambientalmente devastador que persiste en reproducir la dependencia de la economía boliviana, desde que ella empezó a configurarse históricamente de las rentas producidas por el saqueo inclemente y depredador de los recursos naturales renovables y no renovables del país. 

El modelo es radicalmente improductivo y antiproductivo por su nula agregación de valor y generación de empleo. El modelo, además, opera a través del encubrimiento sostenido tanto del desempleo como de la severa carencia de empleo productivo en el país a través de la incesante ampliación de la informalidad, del comercio de menudeo y de la masa ingente de transportistas que se agolpan en las urbes o se dedican al trasiego del transporte interprovincial. 

Y es un modelo, a luces vistas y por demás comprobadas, crecientemente marcado por la metástasis vertiginosa del tráfico de cocaína, contrabando, coimas, desvíos irregulares de dineros públicos a cuentas privadas y contratos y contrataciones irregulares y malsanos de todo tipo. Esa metástasis se expande peligrosamente a lo largo y ancho del territorio del país y en múltiples y diversos niveles y ámbitos de los sectores públicos y privados de la economía.

Visto desde una perspectiva sistémica, se trata de un modelo estructuralmente asentado en la combinación, por un lado, de las inversiones y el despilfarro de recursos públicos de un sector capitalista de Estado extractivo -principalmente gasífero- ineficiente y al borde del estancamiento y, por el otro, de la inversión capitalista transnacional también extractiva y en infraestructura, principalmente china, coreana, japonesa y/o de financiamiento de banca multilateral. 

Al modelo se suman el agrandamiento constante y sostenidamente expansivo -de funestos impactos de deforestación en la Amazonia, los llanos y los chacos- de la empresa capitalista agroindustrial y ganadera en las tierras bajas del país, la lubricación de un endeudamiento externo galopante orientado principalmente al tendido de infraestructuras de transporte, y la promoción desembozada por parte del régimen de un sector financiero bancario favorecido como pocas veces antes en la historia boliviana con ganancias superlativas y ventajas regulatorias inigualables. 

Con su modelo, el MAS ha dado marcha a todo un proceso de retorno paulatino, evidente y sombrío -por sus implicaciones de futuro- al neoliberalismo puesto en jaque en 2003 por un país movilizado que pasó entre 2004 y 2005 a imponer, como es por demás recordado, una nacionalización de los ingresos del gas por la vía de la creación del Impuesto Directo de los Hidrocarburos. 

Esa medida, que sólo sirvió en rigor para ser aprovechada políticamente para su cartera de sobornos y clientelismo por el régimen del MAS tras su llegada al poder en 2006, pasó apenas se instaló el MAS en el gobierno a ser económicamente dañada y tan crudamente mal administrada que ahora la producción de gas en el país se muestra estancada y envuelta en un proceso ya evidente de pérdida de mercados y oportunidades tanto en Brasil como en Argentina. 

El estancamiento de la producción gasífera en el país ha llegado al punto de hacerse ya tan evidente que el MAS, para salir de la crítica situación que ha provocado en el sector, ha pasado a dar alas renovadas a las transnacionales petroleras y mineras afincadas -o interesadas en afincarse- en el país con nuevos favorecimientos regulatorios, de ingresos y contractuales.

Un extremo saliente del retorno paulatino al orden neoliberal iniciado por el MAS parece haberse alcanzado muy recientemente con la puesta en marcha de una gigante operación de Inversión Extranjera Directa –de claro cuño transnacionalizador capitalista– principalmente desde China para la explotación del litio en los salares de Uyuni y, ahora, de Pastos Grandes.

 Así, cancelando toda idea y propósito de una producción del litio boliviano “100% estatal” como fue demagógica e ineficientemen te postulado por el régimen del MAS durante su primera década de desgobierno e ineficacia -hasta hoy la producción masiva de litio en el sudoeste potosino sigue pareciendo una quimera que se posterga año tras año-, ahora, ante la gravedad de la crisis de producción gasífera que empieza a atenazar la economía del país, el régimen anuncia haber decidido hacer unos contratos con China para el litio bajo la modalidad de un 51% de control mayoritario ficcional para Bolivia y 49% para las transnacionales chinas.

Se ha llegado así en Bolivia a una vuelta en círculo al pasado empeorado ya que las condiciones para la entrega del litio al capitalismo transnacional chino por parte del MAS son aún más onerosas que la entrega pretendida del litio a favor de la LITHCO a inicios de los 90 y que fue rechazada por el país. ¿Se necesita alguna otra prueba de que la gran revuelta antineoliberal de 2003 en Bolivia no ha quedado desfondada en la trama corrupta de un modelo de economía ya abiertamente entreguista? ¿Se necesita alguna otra constatación de que el MAS, como todo gobierno rentista previo, ha optado por la subasta de los principales recursos naturales no renovables del país a la rapacidad del capitalismo transnacional?

Ricardo Calla Ortega es sociólogo.

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