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Sin embargo | 16/05/2025

Un candidato con ideas claras: Dunn en la UPB

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Para satisfacción del público interesado en las perspectivas para las próximas elecciones, la UPB ha retomado sus debates con precandidatos a la presidencia. Después de haber cerrado su primer ciclo con Tuto, Samuel, Manfred y Chi, ha iniciado el segundo con Jaime Dunn y Rodrigo Paz. Comento aquí el primero de estos.

Uno de los aspectos fascinantes de la siempre fascinante psicología humana es cómo una persona puede adoptar más de una personalidad sin caer en la hipocresía. No es que se disfrace de otra, sino que tiene ahí adentro, como se dice, guardado otro conjunto de comportamientos, reñidos con la personalidad que conocemos. La fascinación y el misterio de la cosa están en que esos comportamientos no son fingidos, sino parte de una naturalidad alternativa.

Una muestra de este fenómeno nos ha dado Jaime Dunn, a quien conocíamos como el pacato tecnócrata financista que se aventuraba a escribir columnas de opinión sin llegar a ser un intelectual y, de repente, irrumpe en el escenario como un político populista y arrogante, saludando al público con la mano en alto, como quien es ovacionado por sus adoradores; genialmente histriónico.

Yo me había preparado para ver al albatros (o alcatraz) –usando la vieja imagen de Baudelaire–, torpe en un escenario político con sus grandes alas de intelectual, pero reconocí al tiro mi error. El que se había presentado para enfrentar al panel era un político nato. Lo que traía a cuestas no eran las alas del intelectual, sino la espada de unas verdades bien preparadas.

Tan fascinante como la aparición de una nueva personalidad en lugar de una conocida es la transformación a ojos vistas de la segunda. Este espectáculo nos ofreció también Dunn, quien, a medida que recibía aplausos por sus respuestas, se iba entusiasmando. Llegó el punto en que la panelista Sonia Montaño, en su mejor actuación, no se pudo contener y le dijo: “¡Qué vehemente es usted, Sr. Dunn!”. Hay una vehemencia que es la expresión elocuente de una convicción que se va sintiendo reforzada.

A propósito, no solo me ha parecido que Montaño estaba en su día, sino que todo el panel superó en la calidad y concisión de sus preguntas a los anteriores; y esto no creo que sea por su composición, sino porque hay un elemento de aprendizaje colectivo, que hace que los grupos vayan mejorando su desempeño. En similares oportunidades, quizá los organizadores deberían hacer al revés: comenzar con los sargentos, pasar a los capitanes y dejar los generales para el final.

Pero dejemos las formas y vayamos el contenido del debate. Era deseable que el invitado iniciara su presentación con un esbozo de su programa de gobierno, para que se sepa qué propone hacer si es elegido. No hubiera estado ahí si no se creyera en esa posibilidad, por remota que sea. Pero, al igual que Tuto, dedicó sus primeros minutos a la irrelevancia personal. Los panelistas han aprendido, pero los candidatos siguen en lo mismo: creyendo que lo interesante son ellos, no sus propuestas.

Cuando José Luis Exeni le preguntó cómo pensaba salir del imbroglio en que se había metido buscando un partido para habilitarse a las elecciones, la imagen que él usó fue la de unos aviones entre los que él podía elegir. Un partido no es para él un conjunto de ideas, personas y tradiciones, sino un mero vehículo al que él se puede subir y ordenar destino. Dijo que no le gusta negociar –no sé qué idea tiene de hacer política– y por no querer (o no saber) hacerlo se ha tenido que contentar con hacer pareja dispareja con Edgar Uriona del NGP.

El MAS, dijo él, ha destruido el sistema de partidos; no tanto como para que no encuentre entre las ruinas uno que lo cobije en la necesidad. Posteriormente, el Partido Liberal Boliviano (no el de Ismael Montes) le ha quitado su respaldo. Era como para.

El Dunn candidato, al igual que el Dunn columnista es un libertario de ideas claras; pocas y mayormente equivocadas, pero claras. Al igual que sus anteriores correligionarios del PLB, cree en la libertad, el imperio de la ley, la propiedad privada, ciudadanía desde el útero y en que los grandes benefactores sociales son los empresarios. Entre estos, los héroes son los exitosos; los que han usado las oportunidades que les ha dado la sociedad y demuestran con resultados financieros cuánto valen como seres humanos.

Sobre la contradicción entre las ideas de libertad y los valores de los libertarios ha comentado Daniel Mollericona en un buen artículo reciente.

https://brujuladigital.net/opinion/los-bolibertarios.

El sesgo de Dunn a favor de los hombres de empresa como los constructores de la sociedad se puso en evidencia en más de una respuesta. Cuando Isabel Mercado le preguntó por el impacto social de las medidas de ajuste que él propone, no pensó en el costo humano del ajuste. Las palabras trabajador y obrero le deben sonar a marxismo y esos son simplemente entes, cuya función en la vida es buscar empleo. Su respuesta fue: “con los ajustes que propongo, el Estado obviamente se va a encoger”. Esto lo habíamos entendido, incluso los escépticos. La pregunta era por los seres humanos afectados, pero esto estaba por debajo del radar de Dunn.

Algo similar sucedió cuando la misma panelista, recordándole sus cartitas a José María del Pueblo, publicadas hace un tiempo en Brújula Digital, le preguntó cómo se imaginaba él ese boliviano a quien dirigía su didáctica correspondencia. Al tiro se le iluminó la cara, como quien recuerda una genial travesura, y explicó que José era por lo masculino y María por lo femenino, con la misma sonrisa que tienen Les Luthiers cuando explican lo obvio. Sobre ese boliviano platónico no dijo más, pero podemos estar seguros de que, considerando sus ideas sobre la cuestión de género, no era andrógino.

De hecho, cuando salió a la discusión el tema de la educación sexual, Dunn nos ofreció algunas ideas originales. Primero dijo que la educación sexual no debería ser impartida en las escuelas, sino en la casa, y que, si hubiera vouchers, el alumno –más probablemente sus padres– podrían elegir si el niño iría a una escuela donde le enseñarían que hay dos sexos o a una que le diga que hay 350 (sic). Además de moralmente conservador, como buen libertario boliviano, no sabe la diferencia entre sexo y género, y entre educación sexual y anatomía.

Con relación a la cuestión de la mujer, se ha esforzado en reconocer la superior inteligencia de ella, pero no se ha avergonzado en sostener que para un empleador es más caro contratar a una mujer por los costos de la maternidad y que, por tanto, es lógico que gane menos, y que son las propias mujeres con su mayor inteligencia las que deben encontrar las soluciones; no el Estado. Las políticas de algunos países –Brasil, Canadá y Suecia vienen a la mente– que dan igual licencia a padre y madre, le deben parece aberraciones socialistas.

En lo económico, que se supone que es su fuerte, Dunn no ha sorprendido. Fiel a sus tesis de que se debe dinamitar la Aduana, ha dicho que las recaudaciones no son significativas –cosa que probablemente es cierta–, que ha estado hablando con los grandes contrabandistas para diseñar políticas y que los empresarios bolivianos no necesitan que se los proteja. ¡Ha demostrado coraje yendo contra los intereses de esos benefactores sociales que son la base de su electorado!

Se ha parecido a Tuto en la introducción, pero más a Reyes Villa en su fe en el poder de la ley. “Hay que hacer cumplir la ley” fue una de sus frases más repetidas. Con eso estamos de acuerdo, “hay que”, claro, “hay que” muchas cosas; la dificultad está siempre en el cómo; más aún con un Estado encogido que no cobre impuestos, como él propone. Como no habrá recursos para que el Estado cumpla con ciertas funciones elementales, no se le ocurre mejor idea que hacer que la Armada Boliviana se encargue de proteger el medio ambiente. Lo dijo en serio.

Ha anunciado que, si es elegido presidente, ni bien haya terminado su discurso de posesión, que durará solo una hora -lo ha prometido-, se tomará preso a Evo Morales, promesa fácil con la que cosechó muchos aplausos. Prueba de que precandidato y público estaban uno para el otro.

Cuando Mercado se refirió a la justicia social en una pregunta sobre salud y educación, Dunn, con un gesto de sorna, dijo que no había oído hablar de jueces que la impartiera. Se ve que no entiende que la Justicia es un concepto abstracto más amplio que aquello que los jueces mal administran en los tribunales. Por esto, además de la social –que la mayoría de las personas instruidas reconoce– hay justicias divina, eclesiástica, poética, amorosa, comunitaria, etc.; sin que para ellas haya jueces.

Pero ya que le gusta el juego de palabras, se le podría preguntar si los valores humanos se deben transar en la Bolsa de valores. Quizá sería lo propiamente libertario en una sociedad donde no hay justicia social ni solidaridad, no importa el bien común sino el individuo, donde los contrabandistas también son emprendedores; los empresarios, los mayores benefactores sociales; la libertad de hacer negocios, el gran objetivo ordenador; y el ser humano, solo un insumo económico. Esa es la sociedad libertaria que propone Dunn.

Y este es el Jaime Dunn candidato, que esperemos que sea de fugaz vida porque es bastante menos simpático que el otro, sin ofrecer nada que compense. Todo lo contrario: lo único que hará es perjudicar. 



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