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Sin embargo | 12/09/2025

Criterios de selección

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Toda empresa medianamente seria, así como las reparticiones de Gobierno que se apegan a las normas, usan procedimiento de selección y contratación que aseguren la equidad del proceso y la idoneidad de los contratados. Elementos de esta práctica podrían ser relevantes en el proceso que está viviendo (o, más bien, sufriendo) el país en búsqueda de sus próximos gobernantes.

Sin embargo, antes de decir algo sobre esto, no puedo dejar de mencionar a las encuestadoras, las que también deberían ser contratadas de acuerdo con criterios de selección que auguren un buen desempeño.

Aunque he visto tímidos intentos de defenderlas, la mayoría de los ciudadanos estamos decepcionados con las encuestas. ¡No es para menos! Sin una sola excepción (que yo haya visto), todas las publicadas mostraron intenciones de voto que, si se confirmaban, daban el paso a la segunda vuelta a Samuel y Tuto. Rodrigo no estaba ni cerca. Dicen que los resultados estaban comprados. No lo creo.

La explicación más probable para los errores de las encuestas es que la mayoría de las intenciones de voto por Rodrigo estaban camuflados entre los indecisos y nulos. (La de cambio de intención de última hora es inverosímil). Esto podrá ser una explicación, pero no es una justificación para los errores.

Es como si un constructor te dijera que la casa se ha rajado porque había habido una falla subterránea. Así como es su obligación analizar el subsuelo antes de construir, la de los encuestadores debería ser analizar el subsuelo de esas intenciones. Parece que ellos se limitan a hacer una pregunta, creer y tabular. Quien en las próximas elecciones quiera contratarlas nuevamente debe saber que estará tirando su dinero al agua.

Sin embargo, las encuestas alimentan proceso electoral en todas partes, por lo que no queda más remedio que mejorar el proceso de selección y el de verificación de los resultados. Un criterio obvio sería el margen de error en su última proyección de las elecciones pasadas. La que se haya equivocado por más del 10% no califica, y si alega que ha mejorado su metodología y que esta vez lo hará bien, debe presentar una boleta de garantía, ejecutable si vuelve a errar.

Ya sé que propuestas como esta no serán adoptadas, así que, lo más sensato es tomar las encuestas como lo hacemos con las predicciones de lluvia para dentro de un mes.

Veamos en qué se aplican estas reflexiones a las elecciones de presidente y vicepresidente. Ambos deben ejercer funciones de altísima responsabilidad y sería lógico que haya procesos y criterios de selección. Los hay; el primero es el proceso que adopte su partido, pero como los partidos se han convertido en taxis al que el candidato se sube después de negociar el pasaje, esto no funciona.

El segundo filtro se llama elecciones nacionales y el comité de selección somos todos los ciudadanos, sobre cuya calificación para la tarea sobran los comentarios, pero a quienes estamos irremediablemente atados por razones democráticas que no están en discusión.

Un criterio para juzgar las calificaciones de un candidato debería ser su desempeño en cargos similares. Bajo ese, Rodrigo debía haber sido descalificado por su gestión en la Alcaldía de Tarija. Aprobó él y nos aplazamos nosotros; excepto los tarijeños, quienes ya lo habían visto con guitarra.

Algo ligeramente distinto sucede con los candidatos a la Vicepresidencia. Está claro que la calificación de los candidatos para esta función no tiene mucho peso en el resultado final. La elección, por lo que se ve, es prerrogativa del candidato a la Presidencia; lo que tiene cierta lógica, pero estas últimas elecciones muestran la importancia de un criterio estratégico con miras a la campaña.

La persona que cumple con los requisitos para cogobernar puede ser un plomo que no suma al caudal de votos, mientras que alguien como el capitán Lara es todo lo contrario, mientras que Velasco no es una ni otra cosa, justo cuando Tuto más lo necesita para ampliar su base de votantes.

Note el lector la importante distinción entre contribución al volumen de votos y calificación para el cargo. Lara ha sumado muchos y es difícil saber si Velasco ha sumado más de mil, pero en lo que a las calificaciones para la nada trivial función vicepresidencial se refiere, entre uno y otro habría que dejar la elección al diablo, como dice el refrán popular.

No se trata solamente de una cuestión de inteligencia y destrezas para el cargo, sino, como estamos viendo, de perfil sicológico. Se podría, como parte final del proceso, conformar una junta médica que determine si una persona tiene el equilibrio mental adecuado para ejercer el cargo; algo similar a la prueba antidoping que se hace a los ganadores de una carrera.

Dicho esto a modo de eutrapelia en un momento de desconsuelo, lo cierto es que la raíz del problema está, paradójicamente, en aquellos a quienes el proceso está diseñado para beneficiar. Como lo ha mostrado la historia una y otra vez, sea cual sea el proceso, el pueblo se encarga de burlarlo y elige lo que no le conviene. ¡Después se queja!

Jorge Patiño es escritor boliviano.



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