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De media cancha | 25/09/2024

Un balance de la marcha o el fin de los saqueadores

Diego Ayo
Diego Ayo

Los esforzados marchistas son la perfecta radiografía del modelo económico imperante en Bolivia y su inminente decadencia. Vivimos el auge del gas hasta 2014 y, aunque éste ya no existe, arroja esta marcha de masistas contra masistas. Sostengo que esta marcha deja ver un fenómeno fantástico: la decadencia de los rentistas. ¿Qué es eso? Y, sobre todo, ¿cómo se relaciona con el modelo económico vigente desde enero de 2006? Veamos.

Uno, el modelo jamás premió el mérito. No hay boliviano que pelee mostrando su título universitario. El modelo no premió a los generadores de riqueza. A los auténticos promotores de empresas novedosas. No, el Estado sólo atendió a aquellos que se dedicaron a “arrancar” rentas del Estado, es decir, no a los que crearon nuevos ingresos sino a los pelearon por distribuir los que ya existían gracias a la economía del gas. Esas son las rentas y ese es el saldo final: luchamos por inflarnos de rentas, jamás luchamos por producir riqueza. No fue esfuerzo propio el que empujó a ese desenlace, fue conexión política: “somos del MAS, recibimos”. Ergo, primaron los incentivos no-meritocráticos y no una sana lógica de trabajo-inventiva-salario.

Dos, las peleas por orientar el reparto de la renta fueron muchas. Ya lo vio con agudeza Roberto Laserna recordándonos que los gobiernos de Siles y Mesa fueron los más conflictivos con 53,2 y 51,8 conflictos por mes. Tras ese dueto de gigantesca inestabilidad, el mismísimo Evo Morales recibió su medalla de bronce con 43,9 conflictos por mes. ¿Por qué tuvo que sufrir tanta presión social el presidente más votado de la historia democrática de los últimos 40 años? Porque había gas y el ansía social estaba dirigida a tener una porción de ese gas a como dé lugar. Víctor Paz tuvo un promedio de 24,2 conflictos por mes. ¿Por qué menos si el país ardía en llamas? La respuesta de Laserna es contundente: el estaño había caído. Su precio era ínfimo y los marchistas prefirieron quedarse en casa viendo televisión antes que pensar en marchar.

Tres, generamos un segundo Potosí. ¿Se acuerdan que esta ciudad estuvo poblada por 150.000 personas en el siglo 16 gracias al recurso natural del Cerro Rico? Tengamos en cuenta que en París no vivían más de 200.000 personas. ¿Qué sucedió? Generamos una oligarquía transitoria: mientras resplandecía el metal había ricos, después ya no. Sucedió lo mismo en el presente: generamos burguesías poderosas que hoy se debilitan. ¿Es ese un problema? Claro, saben que ya no hay gas. ¡Mejor no marchar y que marchen los que todavía sueñan con recibir la cereza que queda sobre la torta! Nuestro actual Potosí entra en decadencia.

Cuatro, jamás hubo una sociedad fuerte. ¡Jamás! Nos hicieron creer que los famosos “movimientos sociales” eran poderosos. Claro que no: eran los más próximos a la renta, pero no los más fuertes. Lo que hubo fue un recurso natural: el gas y frente a ese gas sólo tuvimos un espectro de sociedad. Una sociedad-fantasma que se atrevió a acompañar a Evo y su vagoneta por el altiplano queriendo recuperar el último vestigio de renta.

Cinco, creamos un Estado mágico que defendía la siguiente premisa: “no trabajen, no necesitan hacerlo, nosotros les vamos a dar sus rentas”. Evo Morales era el distribuidor de los privilegios rentistas. Era el mago que proveía haciendo aparecer billetes desde abajo del pañuelo. Vaya mago: no dejaba salir palomas, tan sólo billetes repartidos a los suyos. Hoy el mago quiere enderezar al país haciendo dos o tres trucos tras concluir su marchita. Qué gracioso.

Seis, no crearon nuevos impuestos y nuevos sectores que pagaran. Claro que no. Vivieron de la renta, de los negocios en torno a ella, del obrismo y la gigantografía. Pudieron crear coliseos y avenidas, pero jamás crearon un empresariado que generara recursos y pagara sus impuestos. Todo fue espectáculo y al lado de él la aparición de estas burguesías estatales siempre provisionales. Siete, jamás fue una lucha indígena. ¿Sonaba lindo el término indígena? Claro, había que lustrarlo y ponerlo bonito. Gracias a él, coqueteando con la pena generada por la tónica victimista, el Evo y sus secuaces arrasaban con esta riqueza para él y sus súbditos. ¿Lucha étnica? No, lucha por la renta de los más avivados repentinamente sensibilizados. La última marcha delata esta verdad: campesinos contra campesinos, aunque sería mejor decir rentistas de ayer versus rentistas de hoy. La torta se ha hecho más pequeña ya sin el gas y los pocos que aún poseen una porción no la quieren perder, y los que la poseyeron, quieren recobrarla.

Ocho, los gringos no estaban. A pesar del lastimero discurso de Evo Morales, un auténtico disco rayado que viene repitiendo el cuento del imperio, los gringos, las transnacionales, aproximadamente 30 años, lo cierto es que sólo vimos a una izquierda gobernante peleando contra otra izquierda bloqueadora. No hay actores externos que quieran hacernos mal. No hay derecha alguna. Son sólo ellos, estos míseros e ineptos políticos autoproclamados de izquierda disputando el pedacito que queda del pastel.

Nueve, gobernar Bolivia ha sido gobernar el gas. A eso se resume todo. ¿Lucha de clases, étnica, regional? Seguro, pero subordinadas a esta disputa por la renta. La marcha sólo puso en evidencia que la decadencia del MAS es la decadencia del gas. ¿Por qué concurrieron sólo unos 10 mil marchistas a la convocatoria de su líder máximo? Porque ya no hay nada que distribuir. En 2005 había un sueño. Hoy ese sueño no existe, tan sólo algunos billetitos para contentar a los marchistas. Ergo: más recursos naturales a flor de piel, más marchas y una mísera marcha en el presente en la medida que ya no hay un tesoro de recursos naturales en disputa. 

Diez, los dos mayores irresponsables de esta penosa situación de farra vulgar con el dinero del gas, siguen peleando. El final del rentismo, al menos en su fase gasífera actual, exhibe su peor cara, enfrentando precisamente a los causantes de este estado de debacle. Se han chupado todo el gas y se atreven a concentrar el arsenal de noticias en torno a sus bellacadas de último momento. Buscan legitimar su ineptitud sacando a sus bandos patrimoniales a defenderlos. Y, el presidente Arce, ¿qué dice? “Vamos a ir por el litio para desarrollar Bolivia”. ¿Qué tal, el perla? Ya acabaron con el gas, ahora se alistan para emprender con el litio. Insaciables.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.

     



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