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Sin embargo | 11/04/2025

Últimos estertores de la unidad

Jorge Patiño Sarcinelli
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Desde el día en que aquella que resultó ser su heroína trágica apareció en una plaza de San Miguel, patrióticamente arropada en nuestra tricolor y la anunció, hemos asistido, acto tras acto, a la tragicomedia de la unidad, en la que han actuado notables personajes de nuestra política, analistas de toda laya y el público ilusionado que alentaba a los actores depositando en ellos sus esperanzas. Unidad, cualquier unidad, con tal de que se unan, era el clamor general.

Cuando se le señalaron los obstáculos que la esperaban para lograr su objetivo, nuestra valiente heroína dijo que prefería morir en el intento antes que quedarse de brazos cruzados sin pelear. De que lo intentó nadie puede dudar y ni el ridículo de lanzarse en una campaña obviamente perdedora, la detuvo. Menos mal por el país que este intento no le costó la vida que ella ofreció inmolar y la tendremos viva como baluarte de la democracia. Hay fracasos que merecen reconocimiento.

No todos los personajes de este drama tuvieron la misma dignidad. Hay, por ejemplo, uno de los grandes, quien hizo lo suyo desde la distancia y se ganó puntos por prestarle su ya rancio, pero no por eso menos valioso prestigio a las banderas de la unidad. Sin embargo, cuando las cosas tomaron un camino distinto del que él había propuesto, demostrando su talante de mal perdedor, de un día al otro le parecieron malos y viejos los que hasta la noche anterior le habían parecido buenos; todos de golpe.

Otro que se ganó muchos aplausos fue un no tan viejo zorro, que, viendo que las uvas de la candidatura estaban verdes, hizo muchas venias y salió del escenario bajo nutridos aplausos. Fuera cual fuera la motivación, fue una contribución al éxito de la causa bajo aquel viejo principio de que “a menos bulto, mayor claridad”. Después publicó una carta de despedida como si a alguien le importara lo que pasa en el banquillo.

Mientras todo esto sucedía, casi no había día en que un opinador, incluso entre los más ilustrados, no declamara las estrofas de la unidad: solo unidos seremos fuertes, unidos derrotaremos al feroz enemigo y los que no se sumen se irán de cabeza al infierno. Amenaza que cayó en oídos ateos porque fueron muchos los que se lanzaron, y eso de “candidato único” quedó muy pronto en el vacío.

Cuando ya quedaban solo tres actores que pugnaban por ser el candidato del llamado bloque de la oposición y se habían distribuido las invitaciones para la fiesta, al inesperado Judas de este drama se le ocurrió decir que la orquesta desafinaba y que con esa no iba a bailar. Después de esto quedó claro que el horno no estaba para bollos y, colorín colorado, la tragicomedia había melancólicamente terminado.

Este es un recuento ligero del drama que vimos desarrollarse y que terminó con la fractura que sabemos y muchas lágrimas de los coristas frustrados, quienes, de no habérseles nublado la vista con ilusiones aritméticas, lo habrían previsto desde el inicio. Ahora la nublan las lágrimas porque todavía creen que pueden recomponer esa unidad.

Es siempre antipático el “yo ya lo dije”, pero para no perder tiempo en repeticiones, lo que ha quedado claro es que la objeción desde el inicio señalada de que la angurria de los egos iba a poder más que el patriotismo se ha confirmado. ¿Si no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre la realización de una encuesta, se imaginan el circo si gobernaban juntos? ¿Y las consecuencias?

Objéteme el lector, si quiere, este y todos los argumentos que he venido presentando estos meses contra la conveniencia y factibilidad de la unidad. No importa; esas son aguas pasadas. Las preguntas importantes pesan sobre el futuro, no de la unidad ni de sus protagonistas, sino del país, que, con o sin unidad de la oposición, se juega su futuro en esta elección.

Todavía hay demasiados bultos obstruyendo la luz, pero ya se van vislumbrando en la penumbra los escenarios más probables para la próxima elección y, como si un guionista le hubiera puesto ulupica, se pinta muy sabrosa, con los tres grandes frentes todavía enredados en complicaciones de su propia fabricación.

Aunque Andrónico no sea de verdad socialista y Manfred sea más de derecha que Branko, por comodidad voy a referirme a los candidatos como de izquierda, centro y derecha.

Comencemos con la autodenominada izquierda. Aunque Andrónico es el único de ese flanco que tiene posibilidades de hacer un buen papel y hasta ganar las elecciones, se oyen a diario ruidos de serruchos y todavía no se termina de dibujar esa opción. Tomémosla por ahora como la mejor opción de ese extremo del espectro.

El centro parecía claro, con Reyes Villa solo y dominándolo, pero se fue a buscar complicaciones en una alianza mal cosida con el coreano, y todavía no sabemos si eso fue una escapadita o si terminará en arreglito. Como de los dos, el único que tiene posibilidades reales de llegar a la Presidencia es el capitán, pongámoslo como mejor opción del centro.

En la derecha la cosa está más complicada. Tuto se ha quemado como mosca cerca de la lámpara, pero de ninguna manera es un precandidato despreciable y, si se presenta, puede perfectamente llevarse un 10% de la derecha de la derecha; lo suficiente para impedir que Samuel, el candidato de la llamada oposición, pase a la segunda vuelta.

Tuto quizá podía haber ganado la candidatura que buscaba con uno de los métodos barajados -encuesta o app-, pero me parece evidente que un candidato con su perfil no tiene la menor posibilidad de pasar a la segunda vuelta y menos de ganar las elecciones. Se cuentan bonitos cuentos los que creen lo contrario.

Reconocido esto, sobre todo después de los últimos papelones, a Tuto, si realmente tiene convicción democrática y si cree que el objetivo es derrotar al MAS y darle un nuevo rumbo al país, debe beberse el amargo trago de la renuncia y apoyar incondicionalmente a Samuel.

Estas elucubraciones son apenas hipótesis para el análisis, pero no es imposible que lleguemos a unas elecciones en las que tengamos tres candidatos con posibilidades reales de victoria: Andrónico, Manfred y Samuel, y ahí es cuando la cosa se pone de verdad interesante.

Quien domine el centro, tiene ventajas estratégicas en la elección. En principio, ese centro es de Manfred, pero que pase a la segunda vuelta depende de que Andrónico no le quite demasiados votos por la izquierda y Samuel no se los quite desde la derecha. Esta dinámica debería determinar las estrategias de los candidatos.

Si Tuto se mantiene en la pelea, Samuel tendrá que pelear por los votos de la derecha y los del centro. Mientras que si Tuto no hace de perro del hortelano, Samuel, con los votos de la derecha en el bolsillo, se puede tirar hacia el centro, mostrando en su discurso que es el único que sabe cómo resolver y que será un presidente para todos los bolivianos. Debe cuidarse, sin embargo, de no atacar demasiado a Andrónico y que este pueda quitarle votos a Manfred. En un mano a mano, Samuel le gana con más facilidad a Andrónico que a Manfred.

Menudo desafío tiene Samuel. En este se está jugando el futuro del país. Así que, lo mejor que pueden hacer todos esos que creían en la unidad de la oposición es persuadir, presionar o implorar a Tuto para que deje de perjudicar.

Samuel no es el candidato que yo hubiese pedido por catálogo, pero en política no sirve de nada soñar con lo que quisiéramos que sea, hay que elegir entre lo que hay, y de lo que hay, él es la opción menos mala en este escenario que dibujo. Ya veremos cómo juega sus cartas.



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