El viernes pasado tuvo lugar un importante evento político, organizado por la Universidad Privada Boliviana (UPB): el primer debate de una serie denominada “Bolivia sin filtro”, que consiste en entrevistas a varios candidatos a la Presidencia con preguntas de tres panelistas elegidos para cada ocasión. Este primero tuvo lugar en Cochabamba con el expresidente Jorge Tuto Quiroga.
Este es un encomiable esfuerzo y solo cabe esperar que, como importante aporte a la preparación ciudadana para las futuras elecciones, se organicen más series similares. Nunca la discusión sobre los temas de interés nacional será demasiada.
Después de sus palabras de presentación, el rector de la UPB cedió la palabra a Quiroga, quien comenzó dando una larga explicación sobre el origen familiar de su apodo y otras cuestiones anecdóticas sin trascendencia, que consumieron 20 valiosos minutos que él podía haber utilizado para presentar un esbozo de su propuesta de gobierno, como se suele hacer en eventos de esta naturaleza. Pero el precandidato estaba en casa, no solo porque el evento era en su llajta, sino porque estaba entre amigos: público, organizadores y panelistas eran todos amigos. No digo que lo sean en un sentido literal, sino cómo él expresó que lo sentía. En fin, primera media hora del evento perdida en cháchara.
En su desarrollo, el evento mostró haber sido meticulosamente preparado. Ante la disyuntiva, en lugar de dar mayor libertad a los panelistas para hacer preguntas y explorar algunas cuestiones que lo merecían, los organizadores optaron por la disciplina de los bloques temáticos, que fueron disciplinadamente ejecutados, no sin sacrificio.
Cuando comenzaron las preguntas de los panelistas Robert Brockmann, Pablo Deheza y Sonia Montaño –reconocidos intelectuales bolivianos– se vio que estos también se sentían en casa, quizá con menos cancha que el precandidato, pero igualmente condicionados en sus preguntas al comportamiento deferente que se le debe a un invitado de la familia; como si ponerlo incómodo con preguntas difíciles fuera descortés. Con un par de excepciones, todas las preguntas fueron voleos fáciles, tiritos al arco que Quiroga atajaba sin despeinarse y aprovechaba las respuestas para lucir su característica elocuencia, sin caer en la novedad.
Era evidente que los panelistas no sentían el peso de la función inquisitiva que debían ejercer para beneficio de la ocasión. No es que deba haber agresividad, y menos sangre, pero habiendo tantos temas que hubieran llevado a Quiroga a mostrar cómo explica ciertos hechos del pasado o resuelve disyuntivas complejas, casi todo se quedó en lo que ya sabíamos.
Entre sus soluciones, Quiroga ha mencionado la necesidad de contar con dólares de organismos multilaterales; lo que es evidente. Sin embargo, a la velocidad y ferocidad con la que el Gobierno de Trump está reduciendo sus instrumentos de cooperación internacional y dada su influencia en el Banco Mundial y el FMI, queda por verse qué giros les impondrá. Esto no invalida per se la solución de Quiroga, pero quizá la limite.
El sólido conocimiento que tiene el expresidente de los temas económicos desde una perspectiva de administración pública obligaría a una discusión seria de sus soluciones, pero no se puede juzgar una propuesta a partir de unas cuantas ideas sueltas. La receta de echar la culpa al Gobierno anterior y pedir auxilio al FMI ya la hemos oído antes.
Por los aplausos del público, se pudo ver que el desprecio que Quiroga siente por el masismo era compartido y, como es de políticos cosechar ovaciones, no se le puede criticar por haber sido tan machacón en sus insultos. Lo que no se puede dejar de observar es que, en un evento dedicado a dar a los candidatos la oportunidad de explicar que harán si son elegidos, dedicarle tanta atención a las fallas del MAS era demasiado mirar el pasado, y esto conecta con una de las preguntas que pesa sobre él: ¿ha sido capaz de renovarse?
La doble pregunta que cabía era: ¿En qué ha cambiado Bolivia en estos últimos 20 años y, en reconocimiento de ello, en qué ha cambiado usted su discurso y sus soluciones para el país? Pero nadie la hizo.
Una de las pocas preguntas interesantes del evento la formuló Deheza: “¿Qué haría usted para combatir el racismo que todavía existe en el país?”. En su respuesta, al candidato no se le ocurrió mejor respuesta que decir que sus antepasados Quiroga habían llegado solteros al país y que, como consecuencia de su gusto por la oferta local, los de esta generación son todos mestizos. Es decir, no me hablen de racismo, que no soy tan blanquito como parezco. Se ve que no reconoce el problema.
Similar ingenuidad demostró cuando el propio Deheza le preguntó cómo pensaba gobernar lidiando con los movimientos sociales. “Dialogando” fue su respuesta “como lo hice cuando era presidente”. Quizá la pregunta que propongo arriba era innecesaria. Se ve que él cree que el país no ha cambiado.
Cierro repitiendo dos cosas dichas arriba porque no quiero que pasen sin debita nota.
Primero, Quiroga es seguramente uno de nuestros políticos más inteligentes y mejor preparados. Con el panorama actual, eso no es mucho decir, pero igual vale reconocerlo. Lo que le falta no es cabeza sino calendario. Como ya lo dije en otra ocasión, lo peor que le podría pasar al país no es que gane el MAS, sino que vuelva al poder gracias al fracaso del nuevo Gobierno. Si Quiroga no renueva su discurso hacia una visión más inclusiva de país, su Gobierno daría pie a que el MAS vuelva reivindicado.
Lo segundo es que celebro que se realicen eventos como este aquí comentado. Aconsejo a los lectores que busquen el video correspondiente, formen sus propias opiniones y asistan a los siguientes a través del enlace de la UPB disponible en FB. Tal vez no sean muy divertidos, pero forman parte de la preparación del voto consciente para las próximas elecciones. Parafraseando el viejo lema de Los amigos del libro: no conocer lo que los candidatos ofrecen es ignorar el futuro que nos espera.
Esperemos que, para sacarles el máximo provecho a estos eventos, en los próximos los panelistas vayan con más ganas de hacer sudar al arquero.