Era una espléndida mañana del 1 de abril de 1996, durante la solemne inauguración del posgrado sobre economía internacional, auspiciado por la Universidad de Wyoming de los Estados Unidos. El evento tenía lugar en el elegante Centro de Entrenamiento Profesional (PTC) en Hsinchu, Taiwán. De repente, el estridente ulular de sirenas desde el exterior marcó el inicio de un ejercicio de resguardo y protección, llevando a todos los asistentes, con asombrosa disciplina, por unas escalinatas aparentemente interminables, descendiendo tres o cuatro pisos desde el paraninfo de la inauguración.
Mientras la mayoría de las conversaciones se susurraban en chino mandarín, entre aquellos con educación superior, todos hablaban inglés. Así supe que estábamos participando en un simulacro, una práctica ante la posibilidad de un bombardeo.
Taiwán ha vivido desde su creación, después de la Segunda Guerra Mundial, bajo la persistente sombra de un posible ataque desde la China continental, un eco de un conflicto que no ha conocido tregua y que amenaza con resurgir, sumiendo en la inquietud a los casi 25 millones de habitantes que tienen su hogar a esta isla, no más grande que el departamento de Tarija.
Aquel día del simulacro, apenas una semana después de que Lee Teng-hui fuera elegido presidente en las primeras elecciones presidenciales directas celebradas en Taiwán, se vivía un momento histórico. Aunque el personaje ya gobernaba la isla desde 1988, era un tiempo significativo para los taiwaneses, quienes, en la actualidad, según múltiples encuestas, no contemplan la idea de ser absorbidos por el régimen comunista de la República Popular China.
En los meses previos a esas primeras elecciones democráticas en Taiwán, Pekín hostigaba fuertemente, inconforme con unos comicios que consideraba un posible paso más hacia la independencia de la isla. Se desencadenaron maniobras militares conocidas como la “Crisis del Estrecho de Taiwán de 1996”, una demostración de la determinación de Pekín de recuperar la isla que consideran una provincia rebelde.
China, descontenta con el proceso electoral, lanzó misiles cerca de las aguas territoriales de Taiwán, una demostración de fuerza y advertencia para disuadir cualquier intento de independencia. En respuesta, Estados Unidos envió dos grupos de portaviones como muestra de apoyo, aumentando las tensiones en la región, aunque la tensión no derivó en un conflicto mayor.
Séptima Elección Presidencial
A pesar de la molestia de más de 70 años de la República Popular China por la resistencia de Taiwán a la unión total del país, la semana pasada se llevó a cabo la séptima elección presidencial. Los comicios fueron ganados por el candidato más inclinado a mantener a su país lejos de la China Continental, Lai Ching Te, del Partido Progresista Democrático (PPD). Este partido, que ya lleva dos periodos en el poder, tiene una firme posición contraria a cualquier negociación que conduzca a la anexión de Taiwán a la RPC.
Lai Ching Te no solo es un defensor nacionalista, sino que ha rechazado la oferta de China de “un país, dos sistemas”, utilizada en el caso de Hong Kong. Y aunque se identificó en el pasado como un pragmático defensor de la independencia de Taiwán, ahora busca el diálogo con Pekín en condiciones de “igualdad y dignidad”, algo que China Continental considera inviable.
Del Consejo de Seguridad a la Incertidumbre
Solo 12 países reconocen hoy a la República de China (Taiwán) ya que esta semana Nauru, el decimotercero que mantenía relaciones diplomáticas con Taipéi, ha virado hacia Pekín. Esta diminuta isla en medio del Océano Pacífico Central, a unos 4.000 kilómetros de Australia, se suma a los cambios en la complicada realidad de uno de los países de mayor crecimiento en esa parte del mundo.
En sus primeros años, la ROC representaba a China en el mundo y ocupaba su lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, a finales de los años 70, con el reconocimiento de Estados Unidos a la República Popular China, la situación cambió por completo. Desde entonces, Estados Unidos ha mantenido una estrategia ambigua en su relación con las dos chinas, reconociendo a la China continental como parte de “una sola China” pero también protegiendo a Taiwán debido a su importancia estratégica en ámbitos político, económico y militar.
Desenlace
Expertos en las relaciones entre China y Taiwán advierten que esta década es crucial para una decisión por parte del gobierno de Xi Jinping en Pekín, que podría resultar en un conflicto bélico de proporciones catastróficas si no se resuelve de manera diplomática. En el estrecho de Taiwán podrían enfrentarse las naciones más poderosas económicamente y militarmente del planeta, con consecuencias funestas para la economía mundial.
China, que busca el liderazgo económico y militar mundial, tiene diversas opciones: continuar amedrentando con maniobras y vuelos que violan el espacio aéreo taiwanés, anexar una de las islas de Taiwán al estilo de Rusia con Crimea, o un ataque masivo sobre la isla. En cualquier escenario, Taiwán cuenta con el respaldo de Estados Unidos, que hasta hoy ha disuadido las intenciones de la China Continental.
La ambición de esta, sin embargo, podría alterar el destino del mundo en la zona más caliente del planeta, una situación que podría parecer impensable pero que definitivamente podría cambiar el curso de la historia global.