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Más allá del simulacro | 25/11/2023

Se trata del cambio

Sofía Cordero Ponce
Sofía Cordero Ponce

“Hoy comienza el fin de la decadencia argentina”, dijo Javier Milei luego de ganar con 56% de votos al candidato y exministro de Economía Sergio Massa, que obtuvo el 44%. El gobierno de Alberto Fernández terminó su gestión con el 70% de desaprobación y el 140% de inflación, lo que configura un escenario en el que el fracaso del kirchnerismo y sus políticas es evidente.

Desde la elección de Néstor Kirchner en 2003 se intentó configurar un peronismo de izquierda. El experimento resultó forzado si tomamos en cuenta que el peronismo nunca fue un movimiento de izquierda y que más bien se configuró a partir de la intensa conexión entre Juan Domingo Perón, su máximo líder, y las masas de trabajadores de su época.

Perón mantuvo posiciones críticas con la exclusión y la injusticia sin que esto hubiera significado un acercamiento al comunismo: “No podemos negar que, en los dos siglos de acción del capitalismo, el mundo técnica y científicamente ha progresado más que en los 10 siglos precedentes, aunque indudablemente ese progreso ha gravitado sobre las espaldas de los pueblos que han vivido sacrificados y miserables durante esos dos siglos”. Su cercanía a Francisco Franco en España también evidenció su distancia con la izquierda y la revolución.

Néstor y Cristina Kirchner tampoco fueron militantes de izquierda en su juventud. Su entusiasmo por la izquierda coincidió con la expansión del socialismo del siglo XXI en América Latina, que más que una doctrina ideológica clara se convirtió en una etiqueta para identificar a los más variopintos proyectos políticos en la región. Transcurridos casi 25 años desde la elección del primer gobierno de Hugo Chávez podemos afirmar que el socialismo del siglo XXI ya no es una propuesta nueva y que sus líderes y precursores han pasado a formar parte de una clase política que no fue capaz de resolver los problemas más urgentes y las necesidades de la gente. Los aires revolucionarios de muchos de ellos quedaron reducidos a formas autoritarias y corruptas de ejercer el poder, sustentadas sobre el despilfarro de dinero en una década de bonanza económica.

La elección del 19 de noviembre en Argentina expresó la demanda por un cambio. “Yo soy un liberal libertario. Filosóficamente, soy un anarquista de mercado”, así se define Javier Milei, economista de 53 años y profesor universitario, quien logró personificar el cambio en Argentina. Su abrupto ascenso político fue tomado con sorpresa por las élites políticas tradicionales que lo ignoraron durante dos años, mientras él consolidaba de manera silenciosa, su estrategia política. La Libertad Avanza articuló a grupos de élite, pero también a sectores populares y, sobre todo, despertó el interés de los jóvenes que vibraron mucho más por las formas de expresión del candidato, que por sus tesis.

Los jóvenes que apostaron por Milei no se articulan en sindicatos, no siguen obedientemente a líderes y en su mayoría están excluidos del privilegio del trabajo asalariado. Aaron, de 20 años, trabaja para Rappi, la aplicación de delivery: “con Rappi subsisto y en mi tiempo libre hago política”. Su vida transita entre nuevas configuraciones laborales y culturales, en medio de una economía rota y con un teléfono inteligente en su mano.

El triunfo de Milei inaugura un experimento inédito en Argentina. “Gracias al equipo que viene trabajando desde hace dos años para transformar la Argentina y para lograr el milagro de tener un presidente liberal libertario”, estas fueron las palabras de Milei tras conocer los resultados del domingo 19 de noviembre. El más grande desafío: personificar el cambio desde el poder y hacer de la libertad algo más que un slogan. 



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