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Más allá del simulacro | 27/04/2024

Desmontando la teoría del “lawfare” en la región

Sofía Cordero Ponce
Sofía Cordero Ponce

El excontralor ecuatoriano Carlos Pólit acaba de ser condenado en Estados Unidos por liderar un esquema internacional de soborno y lavado de dinero vinculado con la empresa brasileña Odebrecht. Pero esta no fue su primera condena, ya que en 2018 la Corte Nacional de Justicia del Ecuador lo condenó a seis años de prisión como autor del delito de cohecho en la trama de corrupción de Odebrecht y le impuso el pago de 40,4 millones de dólares, la cantidad de dinero con que perjudicó al país.

La carrera político-delictiva de Carlos Pólit comenzó al ser nombrado contralor en 2007 por el expresidente Rafael Correa. Una vez en el poder, Correa le dio la bienvenida no sólo para un período, sino para 10 años de gestión. En 2015, la relación entre la cúpula de Alianza País y el contralor ya se había afianzado a tal nivel que Correa se refería a él como un hombre “simpatiquísimo” al que todo el mundo quería y aplaudía a pesar de su firmeza para “clavar glosas”.

En 2017, el poder del contralor se mostró de cuerpo entero, cuando una jueza declaró culpables de calumnia a los nueve integrantes de la Comisión Anticorrupción, quienes en 2016 denunciaron a Correa por sobreprecios en la compra del terreno para la refinería del Pacífico. La sentencia nunca se ejecutó, pues el abogado del contralor desistió de la querella “para contribuir a la paz”. Sin embargo, los miembros de la comisión fueron perseguidos y sufrieron en carne propia lo bajo y despreciable de la política que nos gobernaba bajo el correísmo. Tiempo después, el periodista y futuro candidato presidencial Fernando Villavicencio, asesinado por las mafias del narcotráfico en 2023, confirmó que “la contraloría se volvió la lavandería de los pecados de los delincuentes de cuello blanco”, “la escuela del desvanecimiento de glosas” y “la industria del soborno”.

La reciente condena de Carlos Pólit por un jurado civil en Florida, Estados Unidos, nos remite a los acontecimientos que actualmente implican al exvicepresidente Jorge Glas, compañero de trapacerías del excontralor y también del prófugo Correa, y que dieron origen al conflicto entre México y Ecuador. La incursión de la Policía ecuatoriana en la embajada de México para tomar preso a Glas evidenció las posturas de los países de la región. Existe un bloque de países afines ideológicamente que son Colombia, Brasil, México, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, que lideran las acciones para exigir no sólo una sanción al Ecuador, sino que buscan que Glas sea devuelto a México para otorgarle asilo político. Así lo expresó la misma Canciller mexicana Alicia Bárcena cuando dijo que están acudiendo a diferentes instancias internacionales para acelerar la entrega de Glas. México no sólo se tomó atribuciones y violó los tratados internacionales del asilo político cuando refugió a Glas en su embajada a pesar de que este tiene condenas ejecutoriadas en su contra, sino que ahora, insiste en liberarlo de la cárcel donde cumple su condena.

Con la condena del excontralor Pólit en Estados Unidos se viene abajo toda la teoría del lawfare (uso de la ley como arma política), con la que el correísmo ha pretendido descalificar a Ecuador frente al mundo y con la que México sustenta que Glas es un perseguido político. Hasta ahora, ninguno de los países que apoya a Glas se ha atrevido a cuestionar la decisión de la justicia norteamericana respecto al excontralor, aunque los dos exfuncionarios (Pólit y Glas) participaron de una misma trama de delitos.

La sentencia que se le asigne al excontralor en Estados Unidos no bastará para reponer los daños que junto a la banda delincuencial correísta que gobernó 10 años, le hicieron al país. Pero hay algo más triste aún, y es el hecho de que, en nuestra región, los gobiernos que defienden a sus coidearios, pisotean nuestro sistema de justicia mientras respetan las decisiones en Estados Unidos. Esto refleja mentalidades mezquinas y retrógradas que, en lugar de impulsar el fortalecimiento de nuestros Estados latinoamericanos, boicotean los avances, poniéndonos por detrás y desvalorizándonos frente a la justicia de Estados Unidos, aquella ala que sí parecen temer.



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