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Pluri Multi | 27/10/2025

Se derrumbó la impostura indigenista

Carlos Toranzo Roca
Carlos Toranzo Roca

El discurso del MAS, previo a las elecciones de 2005, no tenía nada de indigenista su intelectual orgánico. Las ONG de izquierda, que eran casi todas, lo que impulsaron fue un programa nacionalista revolucionario, antiimperialista americano, anti empresa privada, defensa de las nacionalizaciones de los recursos naturales, impulso del Estado empresario, apuesta a las organizaciones sociales de tipo corporativo y antipartidos políticos. Solo a última hora se incorporó el tema indígena, en el cual no creían, pero les dio un fuerte discurso de legitimación, formulando un nacionalismo revolucionario con matices indigenistas.

De ahí nacieron los discursos de la etnización de la política, impulso de un Estado plurinacional, el desarrollo del monoculturalismo aymara en lugar de la interculturalidad, el privilegio de la comunidad sobre el mercado, el credo anticapitalista, la lucha contra el patriarcalismo, el anticolonialismo.

Pero, lo remarcable es que, en esta elección, en la primera vuelta y en el balotaje, no se debatieron los temas identitarios ni las cuestiones indígenas, ese no fue el centro de la discusión; sino más importantes, no en orden de prelación: la corrupción, la crisis económica (ésta con la carencia de dólares, de diésel y de gasolina), y la alta inflación de los precios de los alimentos.

Justamente por el tema de la corrupción, el expolicía Edmand Lara tuvo la importancia que otros no tuvieron. La corrupción es la radiografía de cómo la gente siente que gobernó el MAS, esa corrupción estatal y de las instituciones, no tanto la corrupción cotidiana, de la calle.

No discutir lo étnico implicaba decir que la impostura indigenista del MAS se diluyó en una nación que se entiende a sí misma como mestiza, un país mestizo que el MAS quiso olvidar, subalternizar y ocultar.

Se vino abajo el discurso forzado del Estado Plurinacional, ese que se fundaba en la existencia de 36 naciones, pero que nació semi muerto, pues lo plurinacional prácticamente no tenía existencia sociológica, dado que casi una treintena de naciones tenían una población mínima. Empero, lo plurinacional, junto a lo étnico y la etnización de la política, impulsó a reforzar las identidades particulares y crear violencias sociales y raciales en torno a ellas, en lugar de la construcción y del rescate de lo común, de eso a que une a la población. 

Paralelamente, se diluyó también el modelo social comunitario, pues la mayoría de la gente no cree en la comunidad ni en lo comunitario; tiene fe en el mercado, no cree en el vivir bien –propaganda antropológica del MAS durante 20 años–, sino se apega al vivir mejor, a la acumulación y a la propiedad privada.

Los más de los sectores sociales, sino la totalidad de ellos, aman la lógica de mercado y no la lógica de la reciprocidad. Bolivia es un caso de neoliberalismo popular, los actores sociales, gremiales, cocaleros, campesinos, cooperativistas, transportistas, contrabandistas, dueños de ferreterías y talleres, choferes, son neoliberales, adoran el mercado y la propiedad privada. Su norte es la acumulación.

Las elecciones se produjeron en un país de amplia mayoría urbana y, ante todo, mestiza, no indígena. Reafirmamos que el Estado plurinacional al nacer no existió como realidad sociológica. Ese Estado fue una ficción, hoy se ha agotado la interpelación sobre él, se ha hundido como concepto y realidad. Ello no quiere decir que no haya sido correcta la inclusión indígena, pero de unas minorías, en un país de mayorías mestizas. Así pues, se hundió la mirada indigenista de Bolivia que tanto aplaudieron las cooperaciones europeas. Quedó desmentida la igualdad automática entre hombres y mujeres definida por el chacha–warmi.

Quedó clarificada la visión homofóbica del MAS, esa que permitía que las ministras de Morales festejen el machismo y los delitos ligados a la pedofilia de su líder. Asimismo, quedó socavada la “reserva moral de la sociedad”, hablamos de los movimientos sociales masistas, pues varios de ellos acabaron ligados al contrabando y al narcotráfico. Su metáfora dolorosa es Llallagua.

Se hundió la impostura del Estado plurinacional y de la existencia de un país de mayorías indígenas, se derrumbó el paradigma de un modelo social comunitario. En lugar de lo indígena resurge lo urbano popular. En vez del dominio indígena prevalece la existencia mayoritaria de un país urbano de sello mestizo que tiene la compañía de algunos pueblos originarios. 

Carlos Toranzo es economista.



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