El capital humano no se lo forma en un año,
en dos o en tres; eso requiere años de años, quizás décadas, en una tarea que
debe ser precedida por políticas de Estado. En el campo del fútbol, eso hizo
la Academia Tahuichi durante décadas, de ahí salió buena parte de los
jugadores bolivianos que en 1993 clasificaron al Mundial y que abrieron esa
justa deportiva en 1994. En esa época también la escuela Enrique Happ formaba
jugadores en Cochabamba. En el presente ambas escuelas prácticamente no
existen, los actores privados que las impulsaban no pudieron continuar su
actividad por las múltiples trabas que les impuso el Estado.
Ya pasaron los tiempos en que Bolivia le ganaba a Venezuela 7-0 aquí o 7-1 en Venezuela, ahora este último país se da el lujo de empatarle a Brasil con chilena incluida; es que algo pasó en Venezuela, que ha dado un salto importante en el fútbol, hizo apuestas institucionales de largo plazo e invirtió para ello. Venezuela tiene muchas escuelas de fútbol y ahora exporta jugadores a Europa. Tampoco es raro que Ecuador haya jugado bien en el último Mundial y que lo siga haciendo ahora, tanto que ambos países tienen jugadores de la Premier League que valen 130 millones de euros. Esos dos países tienen jugadores en varios países de Europa, como también en Brasil, México o Argentina.
Tanto Venezuela como Ecuador han realizado apuestas de políticas de largo plazo, han planificado su futuro invirtiendo hacia el futuro, dejando atrás el corto plazo. Eso quiere decir, escuelas de fútbol en los colegios, en los barrios, muchas canchas para sus equipos, entrenadores para cada uno de ellos. Han obligado a que los equipos de primera tengan divisiones inferiores, desde niños, adolescentes y jóvenes. Han formado entrenadores con acceso a los conocimientos del primer mundo; es decir, han delineado políticas integrales en las que existe conexión entre lo privado y el sector público.
Uruguay hace eso mismo, hace décadas. ¿No lo hace Argentina? Claro que sí, por eso no es accidente que sea campeón mundial y que exporte decenas de jugadores a Europa. Cada uno de esos países tienen sus equipos de niños, adolescentes y jóvenes, poseen campeonatos de primera, segunda, tercera, cuarta o quinta divisiones. Cada uno de ellos tiene varios estadios, comedores populares, viviendas, canchas de entrenamiento, salas de televisión, salas estudio, especialistas en internet, medicina deportiva, kinesiología, fisioterapia, psicología, nuevos materiales deportivos, inteligencia artificial de análisis de jugadas, entrenadores de arqueros. Además, poseen entrenadores para cada una de las divisiones inferiores, tienen médicos deportivos, especialistas en crecimiento para los chicos desde los cinco años. Y poseen exigencias institucionales para decidir quién es DT o no. Bielsa, para entrenar a Uruguay, tuvo que demostrar que conocía a más de 100 jugadores de ese país.
Nada de eso tenemos en Bolivia, requerimos instituciones deportivas privadas que cumplan ese reto. Los presidentes de clubes y los directivos no se han aggiornado, en general son gente de buenas intenciones, pero sin profesionalismo, sin trasparencia para dirigir instituciones deportivas. Dichos dirigentes piensan sólo en el campeonato en curso; algo están haciendo Bolívar y Always en infraestructura, pero no es suficiente.
No se trata de decirles “troncos” a los jugadores ni creer que un nuevo DT salvará al país y nos llevará a los próximos mundiales; sin contrataciones transparentes no pasa nada bueno; hay connivencia entre malos dirigentes y malos entrenadores. No se trata de maquillar un poco las cosas, de lo que se trata es de encarar lo estructural. No es necesario agredir, denigrar ni manchar con adjetivos a los jugadores o a los DT, es necesario alzar la cabeza y dar respuestas estratégicas de largo plazo; lo cual implica también profesionalizar a los dirigentes.
Venezuela y Ecuador creían hace 20 o 25años que todos estos retos eran imposibles, pero han logrado salir adelante. Necesitamos recapacitar y pensar en cambiar las cosas. Todos debemos hacerlo, los periodistas deportivos, los hinchas, los dirigentes, los políticos, el Estado, la empresa privada. En fin, todos. No es un destino pervivir en la mediocridad ni en el lamento boliviano.