En muchos países se ha observado que el número de casos de cáncer en mujeres puede reducirse de manera significativa cuando existe una prevención adecuada.
Esto implica realizar una serie de estudios y exámenes de laboratorios, que dependiendo el caso, la frecuencia será anual, bianual o cada cinco años. Para la detección temprana del cáncer de mama, se recomienda que las mujeres entre 40 y 74 años con riesgo promedio una mamografía cada 2 años. Para el cáncer de cuello uterino, se recomiendan pruebas de detección a partir de los 25 años, con pruebas del virus del Papiloma humano cada 5 años hasta los 65.
Una mujer promedio en Bolivia desconoce que este tipo de cáncer (uterino y mamario) pueden prevenirse si se realizan este tipo de pruebas de manera periódica. Muchas solo se enteran de esto cuando por alguna condición llegan al ginecólogo o cuando quedan embarazadas y para entonces puede ser tarde.
El siguiente paso es el más complejo económicamente. Muchos de estos estudios son costosos y la mayor parte de veces, necesitan de un análisis de sangre y alguno más de imagen. Hace poco realicé los que me correspondían y justamente esta colección de estudios y resultados me dio mucho que pensar. Desde la accesibilidad, la calidad, si son o no fidedignos y el costo, son varios factores que una debe considerar.
Pero el tema de contar con los estudios es lo que más me impactó. Sí, a veces vemos propaganda de “campañas” y precios más económicos. Pero en más de una ocasión, me ha tocado también escuchar que tuvieron malos diagnósticos, hubo que repetir los estudios o exámenes y pues al final, quizás convenía seguir la recomendación de ir a centros que no ofrecen “campañas”, pero producen información fidedigna.
Ahora imagine una mujer de unos 45 a 50 años, madre de más de un hijo, cuyo esposo de pronto es un trabajador sin contrato o independiente. Esta mujer no tiene un acceso fácil a un presupuesto de 3.000 bolivianos cada que le toque hacerse la revisión de rutina. Y si además a esto se suma, que tampoco tiene el buen hábito de revisiones periódicas, luego no sorprenda que se encuentre un cáncer en etapa avanzada.
En los cursos o charlas de educación sexual, que se imparten, jamás te hablan claramente de esta realidad para las mujeres. Los planes de salud pública ¿realmente consideran estas diferencias fisiológicas que tenemos entre mujeres y varones? Porque si realmente se considerara estos aspectos, desde la casa, pasando por el colegio, una mujer entrando a una vida universitaria o laboral joven, ya debería tener claro que tendrá que recurrir a estas revisiones periódicas.
Hace poco mencioné en otra columna, que la medicina moderna, se ha formado en torno a la salud de un varón y que falta mucho por ajustar diagnósticos y hasta tratamientos enfocados en la fisiología de una mujer. Pero si a esto añadimos que los mismos seguros y planes de salud pública no consideran tantos detalles, pues la que seguirá teniendo la de perder es una mujer. Allí surge otra motivación por formar mujeres en áreas de medicina, salud pública y hasta en tecnología médica pensada en la realidad de una mujer. Quizás así, algún tiempo más adelante, realmente podamos tener menos casos de cáncer en mujeres.
Aprovecho el tiempo electoral para lanzar otra sugerencia que podrían considerar en sus propuestas los candidatos y no solo mostrar cara: los sistemas de salud y la sociedad deben reconocer que la prevención no puede ser un lujo. Invertir en la salud de las mujeres en específico es invertir en el futuro de todos