La política exterior abarca una amplia gama
de áreas, que incluyen comercio internacional, asuntos ambientales, derechos
humanos y resolución de conflictos, entre varias otras. Miremos algunos de los
desafíos de la Cancillería.
Febrero es un mes poco grato en la historia bilateral boliviano chilena, pues justamente un 14 de ese mes de 1879 se produjo la invasión a territorio boliviano que luego derivó en la Guerra del Pacífico; también un 18 de febrero de 1905 se ratificó el tratado de 1904 que terminó con eliminar nuestra cualidad marítima; un tratado que pudo haber tenido un mejor contenido y no solo la imposición del vencedor.
Estos son hechos históricos que han ocurrido en el siglo XIX y principios del XX, pero aun así no deben ser olvidados con la sola idea de avanzar en un enfoque moderno de las relaciones internacionales. Sin embargo, Bolivia tampoco puede seguir atado a las secuelas que esto ha dejado ni tampoco endilgar a esta pérdida la deteriorada situación económica nacional.
Es urgente examinar un nuevo enfoque, repensar los objetivos nacionales y analizar el futuro, pues el tiempo no perdona. Somos un país que vive del extractivismo, ni duda cabe. Casi en un abrir y cerrar de ojos histórico, hemos pasado del auge de la plata al del estaño y la goma, y en las últimas décadas a la era del gas que nos dijeron nos convertiría en un gran centro energético.
La realidad hoy nos muestra que los gobernantes solo dilapidaron los ingresos provenientes de este recurso, como si estos fueran eternos. Cegados por un enfoque ideológico, el MAS no tuvo la capacidad de llevar adelante procesos serios de exploración y entender que las normas que regulan la inversión extranjera en el país no pueden ser un obstáculo.
El Gobierno de Luis Arce ha ingresado a su penúltimo año de gestión con una fuerte promesa de industrialización que, por ahora, solo aparece en los grandilocuentes discursos del presidente y en una millonaria campaña mediática con tinte preelectoral. Este proceso tiene al litio como vanguardia, una industria en la que nunca hemos pasado de balbuceos. Quienes conocen el desarrollo de este negocio saben el tiempo que toma cristalizar este objetivo y pasar de la producción del carbonato de litio, llegar a los cátodos y las baterías. Pensar en más que eso, como integrarnos a las grandes cadenas de comercialización, por ahora parece impensable con un servicio exterior que solo es botín político.
Con este panorama, ciertamente nada prometedor, surge la interrogante sobre cuál es la presencia efectiva de Bolivia en el mundo y la respuesta espanta. Hemos casi desaparecido del ámbito internacional.
En el espacio regional, Bolivia se encuentra en una encrucijada, armonizar las ventajas y obligaciones que representa, como para ningún otro país latinoamericano, ser parte de dos procesos de integración como son la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Próxima a cumplir 55 años de vigencia, la CAN ha tenido luces y sombras para Bolivia, pero sobre todo una dilatada historia. Sin embargo, con el Mercosur Bolivia tiene que aprobar, virtualmente sin discusión, alrededor de un millar de decisiones que se tendrán que incorporar inexorablemente a la normativa nacional.
Evidentemente, se cuenta con cuatro años de plazo para hacerlo, pero en el camino se deberá aceptar normas que son de carácter estructural para Bolivia, pues además del tratado constitutivo de mecanismo, están varios anexos que contienen la normativa de más de 30 años. Será una tarea titánica para una Cancillería sin un equipo diplomático profesional.
Pronto se cumplirán tres meses desde que Celinda Sosa asumiera las funciones de canciller, sin haber tenido ninguna formación para ello y menos experiencia, como lo delata su hoja de vida publicada en la página oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores. En este tiempo la actividad conocida de la nueva ministra ha estado dedicada a una agenda de viajes. Sosa arrancó su periplo en la Cumbre del Mercosur, donde habló de promover la integración ferroviaria, cuando la realidad de las redes oriental y occidental no han tenido ninguna renovación ni avance en los últimos años.
Hace unos días y sobre su último viaje, se conoció que estuvo en La Habana y Managua, sitios favoritos para la diplomacia boliviana actual. Viajó con el innecesario objetivo de ratificar su respaldo a estos dos países. En otras palabras, estamos ante un virtual abandono de Cancillería; por ello es apropiada la pregunta en latín, ¿Quo vadis, doña Celinda?