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Mirada pública | 15/11/2025

Los acuerdos escondidos con Irán

Javier Viscarra
Javier Viscarra

La nueva etapa entre Bolivia y Estados Unidos avanza con una intensidad poco común, marcada por gestos políticos que han sorprendido incluso a los observadores más escépticos. Washington ha manifestado una voluntad explícita de recomponer una relación estratégica con La Paz y ha puesto en la agenda bilateral temas centrales para la seguridad hemisférica; la lucha contra el crimen organizado transnacional y el combate al narcotráfico.

Pero bajo esta nueva atmósfera también subyace una preocupación más profunda: la necesidad de conocer, sin ambigüedades ni reservas, los acuerdos que los gobiernos del socialismo del siglo XXI de Evo Morales y Luis Arce suscribieron con Irán durante casi dos décadas.

Las declaraciones del subsecretario de Estado estadounidense, Christopher Landau, tras su reunión con el Presidente Rodrigo Paz, fueron contundentes. No solo insistió en el carácter desestabilizador del régimen iraní, sino que advirtió que en Bolivia podría existir información “escondida” durante 20 años. Su frase –“será muy importante ver cuáles son los secretos que esos gobiernos nos han ocultado”– marcó un punto de inflexión. Por primera vez, Washington expresa abiertamente que espera una revisión exhaustiva de los documentos firmados con Teherán.

La inquietud no es infundada.

El acuerdo militar suscrito en julio de 2023, del cual solo trascendieron fragmentos, incluyó cooperación en defensa, provisión de drones, transferencia de tecnología militar, entrenamiento y tareas de vigilancia fronteriza y cibernética. A esto se suma la fuerte presencia institucional iraní en Bolivia, que desde hace años genera sospechas entre gobiernos vecinos.

Para Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú, la pregunta es la misma: ¿cuánto se firmó? ¿Qué compromisos se asumieron? y ¿por qué tanta opacidad?

Los equipos de transición –que ya han concluido su trabajo–

entregaron informes preliminares generales y hasta vagos, seguramente también ocurrió lo mismo sobre la magnitud y el carácter de los acuerdos con Irán.

Pero Washington aguarda una revisión profunda y definitiva. No solo desea conocer lo firmado, sino también lo omitido, lo archivado y lo que nunca fue informado a la opinión pública.

En diplomacia, la ambigüedad es siempre un riesgo; pero en materia de seguridad hemisférica, puede convertirse en una amenaza.

El subsecretario Landau reiteró que Estados Unidos quiere cooperar con Bolivia en temas de seguridad interna. Paradójicamente, pocas horas después de esa afirmación, un juez fue acribillado en Cochabamba en un operativo organizado desde las cárceles. Para Washington este hecho confirma la fragilidad institucional que Bolivia hereda y la urgencia de una estrategia clara contra el crimen organizado.

En este contexto, la nueva administración boliviana deberá actuar con precisión quirúrgica. Revisar los acuerdos con Irán implica también revisar quiénes los guardaron, quiénes los ejecutaron y quiénes tenían conocimiento de su alcance real.

Por ello, aunque no se diga abiertamente, existe una expectativa tácita: que los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa, responsables directos de estos convenios, no mantengan en puestos jerárquicos a los cuadros que administraron, avalaron o encubrieron estas relaciones y otras sensibles.

No se trata de una cacería de brujas, sino de algo más simple y profundo: evitar que la ingenuidad se convierta en una peligrosa forma de complicidad. Las relaciones exteriores y de Defensa se basan en la confianza; para reconstruirla, la cadena de mando debe estar libre de interferencias, intereses heredados o lealtades paralelas.

Estados Unidos ha enviado señales inequívocas de apertura hacia Bolivia, pero esa apertura vendrá acompañada de un requisito indispensable, la transparencia total sobre los pactos suscritos con Irán y la garantía de que ninguna estructura vinculada a esos acuerdos permanezca en los niveles clave del Estado.

El gobierno del Presidente Rodrigo Paz tiene hoy la oportunidad de recuperar la credibilidad internacional perdida. Y ese proceso comienza por abrir los archivos, desclasificar lo necesario y dejar atrás las sombras. Solo así podrá iniciarse una relación bilateral moderna, equilibrada y basada en los intereses nacionales.

Si este es el tiempo del cambio, entonces debe ser también el tiempo de la claridad. Estados Unidos espera la verdad. Bolivia necesita recuperarla.

Javier Viscarra Valdivia es abogado, periodista y diplomático.



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