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Cara o Cruz | 03/11/2019

¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde!

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

La gran acumulación de malestar popular contra el oficialismo se desató la tarde del lunes 21 de octubre cuando el TSE reanudó la entrega de resultados del TREP y, oh casualidad, en las casi 24 horas de interrupción, la diferencia entre Evo Morales y Carlos Mesa había subido de siete a más de 10 puntos. Justo para no ir a la segunda vuelta, en la que Morales resultaría perdedor.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Las enormes manifestaciones que se han producido en todo el país desde ese día demuestran que gran parte de la ciudadanía había dejado de creer en Morales y su régimen hacía mucho. Fue una seguidilla de abusos, de muestras de arrogancia, de insultos, de megalomanía la que finalmente hizo estallar una energía social que corre por las calles de una manera que pocos preveían. Todos tienen en su mente el “¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde!”.

¿Esperaba el régimen que podía sembrar nabos en las espaldas de la gente de manera indefinida? ¿Que podía salirse con la suya tras haber tirado a la basura 3.000 millones de dólares en elefantes blancos que no sirven para nada? ¿Que se le perdonaría haber mandado a construir dos mamotretos en la plaza Murillo para dejar su horrible sello a las futuras generaciones? ¿Que los acontecimientos sucedidos en el hotel Las Américas, cuando tres personas fueron ejecutadas por policías, serían pasados por alto? ¿Que controlar a la justicia para salvarse el pellejo y acusar a opositores sería por siempre admitida? ¿Que haber colocado en el TSE a vocales masistas era algo aceptable? ¿Que los discursos de máxima arrogancia de Álvaro García Linera y otros ministros serían para siempre consentidos? ¿Que gasificar a los discapacitados y reprimir a los indígenas del TIPNIS pasaría como algo menor? ¿Que hacer un museo para el rey supremo, usando dinero de los bolivianos, era una buena idea? ¿Que mantener a presos políticos, como Leopoldo Fernández o Franclin Gutiérrez, es algo banal?

Esos son algunos ejemplos que han gatillado la ira popular, pero obviamente el más importantes todavía falta por ser mencionado: el 21 de febrero de 2016 la mayoría de la población votó que “No” a la reelección de Morales, pero que después de eso la obsesiva mentalidad de Morales y su corte encontró una manera ilegítima e ilegal para mantener al jefe del MAS como candidato. Ya estaba mal que robara el voto popular una vez, con el referéndum. Pero dos veces ya es inaceptable. Es que existe la conciencia de que, si se sale con la suya esta vez, no saldrá nunca más del poder, como sus amigos Ortega y Maduro.

El fin de ciclo de las ideas de Morales y su grupo era ya evidente desde hace tiempo, y la ira y compromiso de la gente que asiste a las multitudinarias manifestaciones, casi diarias, en todas las capitales del país, así lo atestiguan. Si se me permite una muestra de falta de modestia, yo preví este fin de ciclo (“Evo pierde en las encuestas, ¿empieza el cambio de ciclo?”, del 17-11-2016) e incluso que Mesa sería el candidato opositor más fuerte (conferencia del 30 de marzo de 2017).

La incorporación indígena a la toma de decisiones y las políticas sociales redistributivas se quedarán como herencia para futuras administraciones, pero actualmente no son suficientes para darle a Morales la gobernabilidad de la que gozó en la última década.

Los megalómanos quieren ser siempre amados y por eso presumo que los cánticos insultantes que se han popularizado en estos días contra el rey supremo deben causarle mucho dolor. “¿Cómo es que no me aman si les he construido canchas?, ¿Cómo a mí me van insultar?”, debe preguntarse. Mientras tanto, tiene que llamar a miles de campesinos a que lo protejan en su nueva torre de 29 pisos en la plaza Murillo.

Pero Morales tiene todavía fuerza para imponerse, aun en contra de la voluntad popular. Mantiene el respaldo de amplios sectores del país, además de los mecanismos estatales de represión. Lo más probable es que, a sangre y fuego, se mantenga todavía en su suite de 1.068 metros cuadrados en un posible cuarto mandato. Pero sin el apoyo de la ciudadanía, sin el respaldo internacional y sin el acompañamiento de la economía, en su futuro se entrevén dificultades crecientes y diversas, entre las que se incluyen una eventual fuga en helicóptero. O, mucho peor para Bolivia, que se convierta en un Maduro o un Ortega, gobernando protegido por los tanques. Por eso la lucha en las calles debe continuar.

Raúl Peñaranda U. es periodista.



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