¿Por qué Carlos Sánchez Berzaín no es un actor válido en el conflicto y la vida política boliviana? ¿Quién es Sánchez Berzaín?
Como ministro de Defensa de Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) predicó y aplicó la línea “hegeliana”, poniendo la voluntad y la razón del Estado por encima de cualquier expresión de la sociedad civil. Su postulado máximo era respetar y hacer respetar el “orden democrático”. Solo aceptaba la libertad estatal y no la libertad social. Pensaba la democracia como un medio de conformación de los poderes (conservadurismo), no como un medio de administración del conflicto moral e ideológico (liberalismo). En consecuencia, para él, una vez que el poder se había conformado, toda protesta contra las autoridades establecidas resultaba terrorista, externa al pueblo y debía extirparse de forma violenta.
Con esta ideología, ordenó una enérgica represión de los movimientos que en 2003 se sublevaron en contra de Sánchez de Lozada. Enérgica, pero inepta (torpe, irresponsable, carente de seriedad y sensibilidad). Con la aquiescencia del Presidente, aplicó la idea criminal de romper a balas el bloqueo de El Alto para dejar pasar un convoy de cisternas de gasolina a La Paz. También tuvo la ligereza criminal de movilizar, en febrero, al Ejército contra los policías y, en octubre, a conscriptos poco entrenados contra manifestantes civiles. En su gestión a la cabeza del aparato regresivo del gonismo, siempre prefirió el Ejército a la Policía y no hizo nada para remediar la falta de carros lanzaagua y otros medios de represión incruenta en el país. Por eso, junto con Goni, es el principal responsable político e intelectual de los más de 100 muertos que se tuvo que lamentar en ambas fechas infaustas.
Sánchez Berzaín nunca se autocriticó de nada de lo que hizo; hasta hoy sigue defendiendo el capitalismo de compinches, la oligarquización del Estado, el manejo elitista de la democracia y el gobierno de espaldas al pueblo que se practicaron en la parte final del periodo neoliberal. No solo no ha enfrentado los múltiples cargos en su contra (lo que podría atribuirse a cobardía o cálculo); tampoco ha dado ninguna explicación sobre sus decisiones y gestiones, explicando el caos que resultó de las mismas con la teoría de una conspiración internacional de desestabilización. Igual que Goni, nunca asumió su responsabilidad ni rindió cuentas por lo que hizo. Ni ante el país ni ante la historia ni ante los militantes del partido que sus acciones echaron al basurero de la historia.
Por cierto, es difícil imaginar alguien tan opuesto al espíritu pragmático y “cholo” del MNR tradicional que Sánchez Berzaín, un extremista ansioso de quedar bien con unas élites a las que no pertenecía por nacimiento. Por tanto fue, y exclusivamente, un personaje del gonismo, en su aspecto de rebrote señorial –rosquero– dentro del propio partido de la Revolución Nacional. Un “falangista” con la V de la victoria en la solapa.
Luego de su fuga a Estados Unidos, se convirtió en un típico “latino” alienado que repite discursos USA-centristas o funcionales a intereses ideológicos y geopolíticos que no son los de los países latinoamericanos. De ahí su buena relación con CNN en español, controlada por esta clase de “latinos”.
Fernando Molina, periodista.