Una de las primeras cosas que nos explican cuando queremos aventurarnos a dialogar con la inteligencia artificial usando, digamos, el ChatGPT, es que la clave para obtener un buen resultado es la formulación de la instrucción o la pregunta que le hagamos; lo que se llama prompt.
Si lo pensamos, la formulación de instrucciones y preguntas es igualmente importante cuando se trata de interacciones con la inteligencia humana; y más importante aún cuando debemos lidiar con su desinteligencia, con el agravante de que hay más dimensiones en el error y menos posibilidades de volver atrás. Quien pregunta algo al ChatGPT, si no queda satisfecho, puede variar la pregunta una y otra vez hasta sacarle a la máquina, cuya paciencia es infinita y su humor es invariable, la respuesta deseada.
Lo voy a ilustrar usando como ejemplo el tercer debate organizado por la UPB de su serie Bolivia sin filtros; en esta ocasión con Manfred Reyes Villa.
En el caso de un debate como este, se espera de los panelistas dos cosas. La primera es ser capaz de formular sus preguntas sobre temas preestablecidos de manera precisa y al grano, y la segunda es obtener del entrevistado una respuesta cuyo contenido no sea previsible.
En este y en los dos debates anteriores, todos los panelistas hicieron las preguntas requeridas, sin embargo, me parece que, con variantes de grado, las preguntas han sido vuelteras, con discursitos innecesarios para mostrar su conocimiento de lo que iban a preguntar y brindando al entrevistado amplia oportunidad de huir por una tangente. Al respecto, se debe admitir que la segunda condición es particularmente difícil, justamente porque es de políticos eludir temas que no les favorecen.
Por su lado, el entrevistado tiene sus propios objetivos: responder las preguntas sin balbucear, haciendo brillar su imagen con miras a las elecciones. Su respuesta debe satisfacer al público, no al panelista. Si el panelista no obtiene la respuesta que buscaba, al entrevistado lo tiene sin cuidado, aunque responda siempre amablemente.
Es un diálogo entre tres donde el panelista es un actor que produce las preguntas que el entrevistado usa para llegar al público. En esto, unos son más honestos que otros. Tuto y Samuel, por ejemplo, si bien estaban preocupados con el público, como es lógico, no han evadido las preguntas. Reyes Villa, ya sea porque en realidad no tenía la respuesta o porque le convenía salir con otra, ha dado en buena parte respuestas de receta.
Voy a ilustrar lo que señalo con un diálogo ficticio que recoge trazos de más de un panelista; así que espero que ninguno se sienta directamente aludido.
Panelista: Señor candidato, en Bolivia miles de niños nacen con nariz aguileña y sufren durante su vida escolar por la forma de su órgano olfativo, que es usada por sus compañeritos para burlarse de ellos. Yo conozco a una madre, María Dolores, que desafortunadamente ha tenido dos hijos, por lo demás adorables, que han tenido la desgracia de nacer con esa nariz también llamada aquilina. No ha sido culpa de la madre, ni del padre, me parece; ambos tienen narices respingadas y en la forma de la nariz interviene de manera determinante la genética, según los estudios. Más bien, gracias a la dedicación de sus padres, esos niños han terminado escuela y universidad y hoy son ciudadanos ejemplares que contribuyen a la sociedad. ¿Qué haría usted si es elegido presidente para eliminar el bullying en las escuelas, que afecta a tantos niños?
Entrevistado: Gracias por su excelente pregunta, estimado panelista. La responderé con mucho gusto. Los niños son lo más importante que tiene el país; un país que no tiene niños no tiene futuro, lo dijo un filósofo cuyo nombre no recuerdo. En mi gestión –no dudo que seré elegido– las políticas de protección de niñas y niños serán una prioridad y yo haré que se apruebe la Ley de la nariz aquilina, que dará a esos niños acceso a salud y educación de calidad y donde habrá un capítulo específico para la atención de las madres de esos niños y niñas. Las madres, todas las madres, serán también una alta prioridad de mi Gobierno.
Panelista: Una repregunta, por favor, cortita, si me permiten. ¿Cree usted que una ley bastará para evitar que más niños sufran bullying?
Entrevistado: Gracias por su excelente repregunta. También la contestaré con gusto. No aprobaré solo una ley. La ley que haré aprobar vendrá acompañada de un conjunto de decretos que darán a todas las provincias del país un marco para la lucha contra el bullying. Sin embargo, antes de eso, debemos poner orden en el país, porque sin orden no hay progreso ni en la economía ni en la lucha contra todo tipo de narices.
Moderador: Con esto agotamos el tiempo dedicado a este tema y pasamos al siguiente bloque…
Reitero, este diálogo ficticio no pretende caracterizar el desempeño de un panelista en particular, sino que reúne algunas de las cosas que he observado. Lo vueltero de las preguntas es literatura de cada alforja, pero la irrelevancia es en parte consecuencia del esquema de los bloques temáticos. Ninguno es perfecto, pero este tiene el problema de que no se puede esperar que el mismo panelista sepa de economía, gobernabilidad, infraestructura, política social, energía, etc. como para hacer preguntas interesantes sobre cada tema o reaccionar con repreguntas cuando sea necesario.
Siguiendo con mi ejemplo ficticio, el panelista cuya especialidad sea, digamos, la pediatría, cuando le toque hacer una pregunta sobre economía, dirá que la inflación está afectando la economía de los padres y madres y que, en consecuencia, la desnutrición infantil está en aumento y preguntará al entrevistado qué hará para combatir la desnutrición infantil. Este probablemente responda con que hay que hacer algo al respecto y que su Gobierno no se quedará de brazos cruzados, etc.
Hablemos ahora del precandidato de este debate. Así como Doria Medina se presentó como un empresario, Reyes Villa sacó a lucir su calidad de militar. Su padre fue militar, nos dice, y él también. Si no admira a Bukele, falta poco y El Salvador le parece un modelo digno de imitar. Para sacudirse la acusación de filomasista que pesa sobre él, ha criticado con insistencia el desastre económico y el caos del MAS. Manfred pone el orden por encima de todo y el caos como el mal mayor.
De sus palabras, se ve al tiro que es un hombre conservador, que valora la familia, como lo dijo, y probablemente la tradición y la propiedad. Estas cosas van de la mano. Es un político que tiene en su haber una gestión exitosa en la Alcaldía de Cochabamba. Nada hay ahí de lo que él no esté orgulloso y que hace que cuente con la admiración de amplios sectores igualmente conservadores de la población. En esto, los antiwoke y los del antiprogresismo pueden celebrar: ninguno de los candidatos con posibilidades de alcanzar la presidencia es progresista.
Reyes Villa es una persona a quien le bailan las cifras y los conceptos y los usa con mucha libertad, y para quien, entienda el problema o no, la solución natural es siempre una ley, antes que nada “imponer orden”. Sus respuestas fueron generalidades de fórmula que no ameritan más comentario. Me imagino la frustración de los panelistas que no supieron cómo acertar los golpes.
Reyes Villa será un candidato que lo prometa todo, que se aliará con al diablo si le suma votos y fotos, que bailará, cantará o marchará, cuando sea oportuno, y gracias a esa forma de populismo –o demagogia, si se quiere el viejo término–, si la llamada oposición pone al frente un candidato de derecha y no sabe pelearle el centro estratégico donde se jugará esta elección, va camino a ser elegido presidente. ¡Pobre país!