Bruějula Digital 1000px x 155px
Bruějula Digital 1000px x 155px
08/01/2024
La aguja digital

Nuestra TV, al servicio de la culocracia

Patricia Flores
Patricia Flores

Desde hace más de una década la producción televisiva en Bolivia ha quedado anclada en la preocupante dinámica de la “culocracia televisiva” e “idiotización mediática”, tendencias que exaltan la imagen cosificadora y sexista de adolescentes y mujeres jóvenes, erosionando significativamente el pensamiento crítico de las audiencias y de la sociedad en su conjunto.

La “idiotización mediática” se manifiesta  en el uso de un lenguaje vulgar y chabacano en los programas de entretenimiento. Conductores y participantes recurren a palabras y expresiones desenfadas con dosis acentuadas de frivolidad que contribuyen a crear un ambiente de necedad, deteriorando el nivel cultural de la sociedad boliviana y minando visos para la formación de una ciudadanía crítica y reflexiva.

En este panorama desalentador, las jóvenes para aparecer en televisión se ven obligadas a vestir con poca ropa, matizar sus intervenciones con bailes en un contrapunto con juegos de cámara y acercamientos invasivos que resaltan senos y traseros, expresiones explícitamente sexistas y cosificadoras de la imagen de las mujeres.

Esta lógica de producción centrada en la búsqueda ávida de mayor audiencia y mejora de los niveles de rating basa su estructura en la espectacularización de la información, con el empobrecimiento del lenguaje y los ejes temáticos tratados; este fenómeno ha permeado especialmente los noticieros y revistas matinales, tejiendo un complejo tapiz narrativo que fusiona información, teleentretenimiento, grupos de música en vivo, televenta, cocina en directo, aderezados por bailes, coloquialismos y banalidad sexista.

El término “culocracia televisiva”, introducido por José Pablo Feinmann en “Filosofía política del poder mediático”, destaca la importancia otorgada a la apariencia física de las mujeres en los programas de entretenimiento, como representación hegemónica de la realidad que busca idiotizar y dominar al espectador mediante la prominencia del contenido sexual, trivial y vulgar. 

Esta “culocracia” se convierte en una fuente alimentadora de violencia simbólica mediática dirigida especialmente hacia adolescentes y jóvenes, con imágenes estereotipadas e infravaloradas, que promueve la explotación de la imagen de las mujeres, atentando contra su dignidad, legitimando desigualdades y fortaleciendo la violencia machista.

El enfoque de los programas televisivos se inclina fuertemente hacia la cosificación de las mujeres que se centran en la belleza física de las conductoras, en una suerte de vedetismo matinal distópico, socavando el pensamiento crítico, fomentando superficialidad, consumismo y desinformación, con efectos perniciosos como la disminución de diversidad de perspectivas de las dinámicas sociales o voces interpeladoras.

La culocracia atenta contra los derechos humanos al convertir a las mujeres en meros objetos sexuales, perpetuando desigualdades de género y la consolidación de entornos mediáticos tóxicos que influyen negativamente en la percepción de la sociedad sobre la igualdad y el respeto hacia las mujeres.

Mientras que para los hombres está reservada la formalidad con el tradicional terno y corbata, para las mujeres la norma son las minifaldas, tacos elevados y escotes llamativos, generando una suerte de inclinación para la celebración exacerbada bajo la premisa que el cuerpo de la mujeres vende y genera rating, condensando precisamente la culocracia televisiva.

La constante exposición de imágenes y mensajes que objetivan a las mujeres no solo vulnera su dignidad sino que también impacta directamente en la construcción de identidades y roles de género, perpetuando normas discriminatorias, subalternización y acentuación de las desigualdades, frivolizando las dinámicas sociales.

Pero quiénes están detrás de la culocracia televisiva; ¿Quién define los vestuarios? ¿Las conductoras? ¿Los jefes de prensa, los directores? ¿Los gerentes de cada canal? ¿Son opcionales o son imposiciones para poder acceder a los canales? ¿Sube realmente el rating el tamaño del escote o la pequeñez de la minifalda? ¿O hay una intencionalidad política al idiotizar a las audiencias?

Al bombardear a las audiencias con información basura, sensacionalista y carente de rigor, se cercena el pensamiento crítico, se insensibiliza a la sociedad ante la realidad o se acallan las voces interpeladoras.…

La culocracia televisiva ha minado la credibilidad de los medios y los ha convertido en simples empresas de entretenimiento acrítico fácilmente permeables a la amplificación de  información sesgada y trivial. 

Patricia Flores Palacios es comunicadora y feminista queer.



GIF 2 vision-sostenible-gif-ok
GIF 2 vision-sostenible-gif-ok
bk-cuadrado
bk-cuadrado