Mientras Papa Noel hace el ademán de dar los regalos y el Niño Jesús es venerado en la sala, una mamá se da modos de que ese hogar tenga una Noche Buena, porque son mujeres las que la hacen la Navidad, ellas con la magia de su trabajo invisible, del sacrificio que no figura en las cuentas públicas, del esfuerzo que no se monetiza, porque la abnegación no tiene precio, se lo da por hecho, es parte de su naturaleza, y aunque ese trabajo no esté remunerado, ellas invitan a que esa noche la esperanza nos abrace anhelando tiempos mejores.
Su trabajo que da vida y la reproduce todavía es invisible, no forma parte de las políticas económicas, ni las cuentas nacionales, porque el dar vida es natural!! es inherente a su ser mujer, porque son ellas las que “se embarazan”, las que engendran, las que amamantan, las que se desvelan, las que tienen la inconmensurable fuerza para detectar si su wawita tiene fiebre, la que recupera los saberes ancestrales para mitigar los dolores y angustias sacando fuerzas de donde pueda, con un valor y sabiduría –innatos– desde que es adolescente–madre, siguiendo el ejemplo de la abnegación de la Virgen María, la Madre de Dios que siendo una adolescente y embarazada vivió huyendo de la amenaza de la lapidación por llevar en su vientre al Niño Jesús, supuesto hijo del anciano José.
Engendrar, parir, amamantar, cuidar la vida de un bebé 24 horas no tiene precio, estos trabajos de inconmensurable cuidado, entrega y talento son subsumidos en la naturaleza femenina, son parte de nuestra esencia, de lo que nos corresponde, como hace milenios, una bendición, pero también una maldición por ese mandato social, mandato que si se lo cuestiona se convierte en herejía!!! …. tanto para la familia, sociedad, religión y para el patriarcado. La maternidad no se considera un trabajo de enorme responsabilidad, no se mide su costo emocional, social y laboral y menos el costo físico.
¿Se imaginan que al parir un cuerpo debe quebrarse en cientos de millas de pedazos para que desde ese bendito útero deje emerger la vida… y luego recomponerse para amamantar? A partir de ese momento las mujeres no descansan ni un segundo, porque deben garantizar que la wawita crezca sana, segura y amada!!.. pero su trabajo no tiene precio, no se remunera!!! es invisible, porque es un mandato divino, que revela con crudeza el mandato patriarcal de la maternidad: el embarazo, es vigilado, juzgado y puede ser castigado si trastoca el orden masculino que regula el cuerpo femenino, que se convierte en blanco de sanción, control y violencia simbólica.
La invisibilidad del trabajo y de exponer la vida al engendrar, cuidar y reproducir la vida ¿cuánto vale? Esta invisibilidad no es casual, es el resultado de una concepción de la división sexual del trabajo que, como mandato social, asigna distintos roles y tareas a hombres y mujeres: a ellos la participación en las actividades económicas (trabajo productivo) en las actividades domésticas y de cuidado (trabajo reproductivo), pero que garantizan el trabajo masculino, garantizando la economía de los países.
En Bolivia la economía está dinamizada básicamente por la fuerza de las mujeres, gracias a ellas es posible desde la micro económica hasta la macroeconomía, como una fuerza invisible y no remunerada, haciendo posible que se reproduzca la vida, gracias a esa fuerza es posible que en cada hogar se celebre la Navidad, es posible gracias a su trabajo, hoy más mujeres se incorporan al trabajo formal, cada vez más esas mujeres están trabajando en la industria, la administración, el comercio o los servicios, sin que su presencia en el mercado laboral alivie su carga de trabajo en el hogar.
Ellas pasan en promedio 6:10 horas al día haciendo trabajo doméstico y de cuidado sin remuneración, el doble que los hombres que invierten 3:19 horas de su tiempo en la misma labor, según la Encuesta Urbana de Uso del Tiempo (EUT) 2023 elaborada por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).
La encuesta muestra que en el país hay menos mujeres que hombres en trabajos pagados: 45,8% frente a 55,6%. A esa brecha de diez puntos se añade que los hombres tienen casi dos horas más de tiempo pagado que las mujeres.
El estudio del CEDLA demuestra la sobrecarga de trabajo de las mujeres, y pone en evidencia la importancia que tiene el trabajo no remunerado mayormente realizado por ellas. En un país como el nuestro, con altos índices de pobreza la población boliviana mayor de 12 años de edad aporta a la economía nacional 35 millones de horas diarias de trabajo remunerado y no remunerado.
El tiempo no pagado dedicado al trabajo doméstico y de cuidado del hogar, mayormente realizada por las mujeres, representa 17 millones de horas, casi la mitad (48,7%) de ese tiempo total. Este hallazgo principal también muestra por primera vez que la proporción de tiempo total dedicado por la población al trabajo remunerado, sea este asalariado o por cuenta propia, es del 51,3%, es decir 18 millones de horas diarias.
¿Cómo reducir y redistribuir la carga de trabajo no remunerado y específicamente la carga de cuidados para que no sea exclusivamente responsabilidad de las familias? La experta Silvia Escobar remarca que esa discusión está vigente, “no solo para cuestionar las valoraciones sociales, prácticas y los estereotipos de género que naturalizan la capacidad de las mujeres para cuidar, sino para posicionar el cuidado como un derecho humano y como eje ordenador de una política social integral que articule los roles y las funciones de los actores públicos y privados, para avanzar en la construcción de un nuevo modelo de organización social del cuidado con participación del Estado, el mercado, las familias y la comunidad”. El trabajo del hogar, ese que hace posible que celebremos la Navidad.
Otra Navidad en la que cientos de miles de mujeres, evocando a María, huyendo de lapidación patriarcal, inventan esperanza con cientos de miles de horas diarias de abnegación… de desvelos y de amor… que no se pagan, pero que hacen posible que el 24 de diciembre sea una Noche Buena.
Patricia Flores Palacios es Mgs. en ciencias sociales y feminista queer.