He realizado un sondeo de opinión en mi entorno y resulta que, sin manipulación alguna, he sido mencionado como un candidato potable a la Presidencia del Estado.
Mi iniciativa surgió luego de conocer, por un lado, los resultados de una encuestacontratada por un nuevo rico del país, dispuesto a gastar algo de su dinero para encontrar al que podría ser el candidato ideal de la oposición al MAS, más allá de lo que esta persona postule, quiénes son sus amigos, sus adversarios, cuál es su pasado, cuál es su experiencia en el Estado, etc., etc. y, por el otro, escuchar a María Galindo protestar por no haber sido incluida en la mencionada encuesta.
La verdad es que con actitudes como las del neo mecenas se atenta muchas veces, consciente o inconscientemente, contra el deseo innato de la mayoría de la población boliviana de dirigir el país. Si tal o cual ha sido presidente, ¿por qué no podría serlo yo? Expectativa que crece, aunque no se crea, cuando algún amigo ladino o alguna persona decente hastiada por tanto aspirante público a la Presidencia que no le gusta, le dice a uno: ¿por qué no se mete al ruedo?
O cuando ante la proliferación de candidatos y algunos estímulos como los mencionados, uno se pregunta ¿y si lo hago? Finalmente, así pierda, puedo incluir en mi Hoja de Vida haber sido candidato y, mejor aún, si llegan más votos de los esperados (por algo surgieron los positivos resultados en el sondeo que realicé) hasta podría presentarse la posibilidad de negociar y obtener un espacio en la conformación de un futuro gobierno.
Estando en esas e incluso pensando en qué podría diferenciarme de los candidatos ya en cancha, me preguntaron, las mismas personas que estimularon mi ambición qué haría siendo Presidente y qué pega les daría si obtuviera una victoria electoral, por un lado y, por el otro, mi opinión sobre lo que estaba sucediendo en el país, tres preguntas fundamentales que, sin consuelo alguno, hicieron que suspenda mi campaña y decida anunciar que ya no quiero ser candidato.
Por eso, pido a los futuros financiadores de nuevas encuestas, si todavía los hay, retirar mi nombre en la lista de posibles candidatos y recomiendo a los que se mantienen en campaña dejar de leer solo encuestas, y más bien proponer a la gente una nueva visión de país y la forma en que, llegando al poder, podría aplicarla. Organizar equipos de acción política exigentes y dejar de rodearse de áulicos.
Aunque no crean el país requiere de individuos que seduzcan a la ciudadanía y la convenzan de que lo que se tiene que hacer exige esfuerzos, sacrificio compartido, transparencia y una elevada dosis de fe. No de payasos radicales, de izquierda o derecha, autoritarios y con elevada dosis de ignorancia, como tampoco pensar que la política es sólo márquetin.
Sobre todo, a los candidatos habría que pedirles dejar de verse el ombligo y concentrar todos sus esfuerzos en una campaña electoral que, por el curso que está siguiendo el país, podría no haber. Su silencio o declarar generalidades que no los comprometen frente a una serie de hechos que están afectando duramente la crisis que estamos atravesando provocan desconfianzay desesperanza.
Así, es fácil querer ser presidente, lo difícil es reunir las condiciones para serlo.