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Cartuchos de Harina | 18/07/2021

Mejor ser jinete que caballo, incluso con Buenos Aires

Gonzalo Mendieta Romero
Gonzalo Mendieta Romero

Brújula Digital|18|07|21|

En toda alianza, decía alguien, hay que observar quién es el caballo y quién el jinete. Y La Paz y Buenos Aires se adoran hoy a un grado epistolar, como se vio estas semanas, pero esa pasión podría sobrellevarse sin que pese solo en nuestro lomo. Un ejemplo es la reciente elección del presidente de la CAF, financiador clave de la región. Con otros, Bolivia secundó allí el traspié argentino.

La pulseta en la CAF fue entre el candidato colombiano y el argentino, auspiciado por Alberto Fernández. Al final, se llevó el laurel el colombiano Sergio Díaz-Granados, profesional del establishment, aunque exministro de Juan Manuel Santos y por eso menos urticante que un uribista para el paladar de la izquierda regional.

Alberto Fernández luego pactó que su postulante, el porteño Christian Asinelli, ocupara la vicepresidencia de la CAF. Fue un premio consuelo para evitar una derrota total. Díaz-Granados fue candidato de Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Panamá y Uruguay; Asinelli, de Venezuela, Bolivia, México, España y Portugal. Argentina tuvo a sus tres socios del Mercosur en contra, Incluyendo a Paraguay, así como a Perú y Ecuador (además de Colombia), que tienen dos votos en la CAF al igual que Bolivia y Venezuela.

Rafael Correa, peso pesado de la izquierda, acusó el fracaso y, por eso, apercibió a su amigo Ernesto Samper por su júbilo a raíz de la designación de Díaz-Granados. Samper, expresidente colombiano y ex secretario general de UNASUR, cercano al Grupo de Puebla, no se inhibió de corear el triunfo de su compatriota. Entonces, Correa le zampó a Samper: “No se trata de Colombia, a la que queremos tanto. Se trata de que instituciones claves para el desarrollo, como la CAF, caen en manos de la extrema derecha y de la más básica ortodoxia financiera. No entiendo qué pasó con los gobiernos progresistas.” Con su usual hipérbole, Correa probó con creces el punto: Argentina fue vencida en ese torneo regional por una Colombia recién salida de una jodida crisis.

Aparentemente, Argentina se había trabajado el puesto. El peruano Luis Carranza, expresidente de CAF, renunció en marzo entre acusaciones de abusos, por ejemplo de la boliviana Alejandra Claros, que denunció acoso laboral. En esos trances, Carranza, luego miembro del equipo económico de Keiko Fujimori en las elecciones del Perú, sindicó emplumado que “directivos argentinos” lo presionaron para designar  vicepresidente a alguien que "no reunía las condiciones para el cargo". Carranza afirmó también que Argentina, entre otros, laburó para que no se ratificara al economista boliviano Bernardo Requena como presidente de un programa de la CAF.

Bolivia apoyó la apuesta de Fernández por la presidencia de la CAF sin dar muestras de carburar si le cabía un rol diferenciado de la Casa Rosada. Y no es que deba alinearse siempre con el éxito, pero queda la remota posibilidad de que Bolivia tenga otros intereses que las cartas de amor y perdón de Alberto. Bolivia pudo, por ejemplo, jugar un papel entre ambos bloques, en vez de sujetarse a la desafinada batuta ajena.

Un ejemplo de dribleo independiente lo dio, mientras, el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou. En el Mercosur reclamó para su país "la libertad que necesita y merece", y anunció que desoiría la política que impide a los miembros de Mercosur negociar acuerdos de libre comercio de forma individual con terceros países, según anotó El Mundo de Madrid. Esa decisión que Lacalle juzga ventajosa para Uruguay no molestó solo a la Casa Rosada, sino a “los poderosos industriales de Sao Paulo, que se sienten más cómodos en un esquema cerrado y protegido”.

Guste o no, Lacalle porta una idea de lo que le calza a su país, más allá de las jetas ajenas. Le toca lo mismo al gobierno nacional, luego de “ganar experiencia” en esos despioles de la CAF. Bolivia no está representada en la CAF por la cancillería sino por el Ministerio de Planificación del Desarrollo, pero a un próximo torneo le convendría asistir con jinete y equipo técnico (diplomático) propio. Ir de hinchada o hacer de caballo es emocionante, pero cansador y, sobre todo, inútil.

Abogado y escritor*



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