La leyenda del diplomático inglés expulsado por un tirano boliviano merece más piedad por la historia. Rescato aquí datos de Roberto Querejazu y resumo varias de mis propias pesquisas.
En 1852, el coronel John Lloyd, encargado de negocios, llegó a La Paz. Su objetivo: la libre navegación de comerciantes británicos en los ríos de Bolivia. Lloyd conocía la región por su vínculo con Bolívar. En 1827 recibió su encargo de explorar el istmo de Panamá para comunicar los dos océanos.
Lloyd se dirigió a Sucre. Asistió a la inauguración de la capilla por los dos años del atentado contra Manuel Isidoro Belzu. Lloyd también viajó al Chapare. Llegó cerca de Villa Tunari y verificó que en los bancos de los ríos el campo había sido despejado y se plantaba coca. En ese “pestilente y aislado distrito” (perdón, lo dice Lloyd) ya se producían como 10.000 arrobas de ese “narcótico venenoso”.
John Dana, diplomático americano en Bolivia, escribe en 1854. Un médico ingles le confió que Lloyd había sido recibido aquí muy favorablemente. Habría tenido éxito con solo mostrar “ordinaria prudencia y discreción”. Ese médico fue cercano a Lloyd, pero se distanció. Hizo notar la inconducta de Lloyd a amigos con influencia en el gobierno inglés. No era solo Belzu el atorrante.
Lloyd se jugó por la Casa Hogan & Cía. –británica– que tenía una “oficina de rescate de barrillas de cobre en Corocoro”. Su agente, el norteamericano James Cunningham, fue puesto en la frontera en febrero de 1853 por “trajines políticos”. Al parecer, la razón era más prosaica. Cunningham le cobró una deuda al excanciller Tomás Baldivieso, hermano del entonces prefecto de La Paz.
Lloyd exigió un resarcimiento para la Casa Hogan. El 7 de marzo, el canciller Rafael Bustillo le contestó: no se entrometa; Cunningham le incumbe al encargado estadounidense. De pocas pulgas, Bustillo no ahorró epítetos contra Lloyd: “singular ligereza”, carente de “circunspección y tino”, “reclamos injustificables y temerarios”. El 9 de marzo, Lloyd se muestra preocupado y ofrece su sincero pesar. Pero como no le cayeron bien las frases de Bustillo, exige al gobierno retire sus injuriosas y descorteses expresiones.
A la vez, Belzu expulsa al encargado de negocios del Perú, Mariano Paredes. La Policía lo amenaza con la fuerza. Había aireado en exceso su disgusto por la moneda feble boliviana. Encima, le interceptaron unos reportes urticantes a Lima.
El 12 de marzo, Lloyd está con ataque de nervios. Se ve aislado “frente al despotismo salvaje”. Se percata de un gesto siempre exitoso en Bolivia: “la respuesta del ministro (Bustillo) ha sido publicada como un triunfo del partido cholo, para mostrar la independencia respecto a una potencia extranjera”. El 21 de marzo Lloyd comunica a Londres que abandonará Bolivia. Le alcanza el cuero para despedirse de Belzu, quien lo “abrazó dos veces” y le deseó felices vacaciones. Esperaba verlo de regreso.
Un par de años después, otro viajero británico oyó que Lloyd dejó Bolivia por una tensa entrevista con Belzu. Su fuente fue un oficial presente allí. Lloyd citó un reporte del Perú (quizá sobre la moneda feble). Belzu le espetó: “¡cuentos, cuentos!”. Impertinente, Lloyd insistió. Belzu se cabreó y llamó a su edecán: “¡procúrame que salga este hombre!”.
En octubre de 1853, Lloyd ventila sus broncas en Lima. Su intención es bloquear a Bolivia. En Londres, el Almirante Fairfax es escéptico: Cobija es insignificante. Otro agrega que Cobija era un “villorrio” con un puerto sin muelle para embarcar mercaderías. “Los pueblos del norte de Bolivia (Perú) han estado siempre celosos de su existencia y no lamentarían que se destruya”. Cualquier medida allí afectaría los intereses “de nuestra comunidad comercial” en Valparaíso. Inglaterra es una nación de tenderos.
En Lima Lloyd divulgó también un mensaje de Lord Clarendon del Foreign Office. Este lamenta que creyeran en Bolivia, aunque fuera “un Estado aún en la infancia”. No podía saber que en 1851, todavía con heridas en el rostro por el atentado, Belzu aseguraba a la par: “Mi país está aún en su infancia”.
La guerra de Crimea ocupaba ya las portadas de los periódicos del mundo. Lloyd ignoraba que moriría de cólera allí, en octubre de 1854.
Gonzalo Mendieta Romero es abogado.