El año pasado muchos votantes moderados votaron por Luis
Arce Catacora, esperando que su gobierno estabilice la economía, combata la
pandemia y haga todo lo posible por reconciliar al país.
Hoy falta espacio para listar las acciones abusivas de los primeros 100 días del nuevo gobierno. Un ejemplo banal resume su larga lista de abusos. El cambio del escudo nacional por la cruz chakana ha sido una ofensa gratuita a todos los bolivianos y una humillación innecesaria a nuestras Fuerzas Armadas. Es el anuncio de que se viene una mano despótica.
¿Por qué se está radicalizando el MAS si es lo que menos le conviene para ganar el voto urbano del 7 de marzo? ¿Cómo explicar semejante desatino cuando el MAS tuvo una gran oportunidad de convertirse en un partido moderno, liberado del caduco modelo caudillista, apoyado no solo por su base, sino por un gran sector de votantes moderados?
La razón es muy sencilla. El Presidente Luis Arce Catacora no tiene una base política propia. Su Jefe Evo Morales cuenta con un 35% de votantes que morirán jurando que es Dios. Para esos votantes todo lo que diga o haga Evo tiene el valor de una orden divina. Basta una señal de Evo en contra del Presidente y esa masa enfervorizada puede tumbar su gestión.
Arce Catacora se ha dado cuenta que Evo Morales se prepara para echarle la culpa por la pérdida de las alcaldías y gobernaciones más importantes o tal vez para sucederlo. Para evitarlo lanza una serie de medidas que espantan al electorado del centro, pero que apuntan a probar su lealtad ante el ala más radical del MAS. Su vicepresidente guiña a todos los sectores.
Esta pugna velada genera fuertes liderazgos opositores. El principal aspirante a encabezar la nueva oposición es Manfred Reyes Villa, próximo alcalde de Cochabamba. Iván Arias, futuro alcalde de La Paz, es un interesante contendor. Eva Copa, segura alcaldesa de El Alto, podría proyectarse a nivel nacional. Luis Fernando Camacho tendrá una segunda oportunidad de demostrarle al país que puede ser algo más que el gobernador de Santa Cruz.
Si estos hábiles políticos se ponen de acuerdo en competir limpiamente entre sí, pueden frenar los abusos de poder del gobierno y darnos el ejemplo para retomar la reconciliación. Si por el contrario no hacen otra cosa que tratarse como enemigos a muerte por complacer a sus bases fanáticas, no habrán hecho otra cosa que favorecer el predominio abusivo del MAS.
El voto duro del MAS no llega al 35%. A pesar de eso ganó las elecciones nacionales de 2020 con más del 55%. En ese momento los votantes disponibles del centro sumaban un 20%, repartido según las encuestas entre los que se declaraban como indecisos, blancos o nulos.
La oposición apostó a perderlos. Luis Fernando Camacho los despreció. Se convenció que los que no se declararon a su favor en las encuestas eran una minoría despreciable de masistas. Carlos Mesa creyó que el 65% de los votantes votarían contra el MAS. Supuso que el centro estaba en su bolsillo. Los principales opositores no supieron concertar una estrategia común. El MAS les quitó los votantes moderados y los sumó a su propia base dura.
En su primera gestión el MAS dividió y anuló a la Media Luna, esa coalición conformada por los alcaldes y prefectos opositores que habían ganado las elecciones subnacionales. El gobierno intimidó a la oposición cruceña con el montaje del Hotel Las Américas. Docenas de opositores no pudieron escapar del país a tiempo. Fueron encarcelados, algunos por más de 10 años. Una vez que los doblegó a bala, el gobierno compró al empresariado y transó con el prefecto.
Ahora ya no es tan fácil. Los altos mandos policiales y militares ya no son tan sumisos. Se acuerdan de la persecución sañuda de sus camaradas por haber participado en el gobierno de Jeanine Añez. No es seguro que obedecerán si el gobierno les ordena que arremetan contra la gente que se alzará en las principales ciudades. Cochabamba arderá si el gobierno persiste en desbancar a Manfred Reyes Villa.
La Policía ya no permitirá que una turba del MAS queme vivos a funcionarios de la Alcaldía de El Alto para fregar a una alcaldesa opositora tal como lo hizo en febrero de 2016. Los anuncios de que el MAS organizará sus propias milicias armadas caen muy mal a la policía y los militares. Mentir sobre un supuesto golpe militar de 2019 para encubrir el fraude electoral de ese año le quita seriedad y autoridad al gobierno de Luis Arce Catacora entre todos los uniformados.
Los moderados que votaron por Luis Arce Catacora en las elecciones del año pasado no le entregaron un cheque en blanco. No esperaban los desatinos y abusos actuales. Ahora les toca votar masivamente por alcaldes y gobernadores que hagan una gestión efectiva y que además sean capaces de conformar una sola trinchera de defensa de la democracia.
Walter Guevara es inficionado a la filosofía.