Las sequías, las olas de calor, las fuertes lluvias y el aumento de la temperatura están provocando el crecimiento del desempleo o modificando las condiciones laborales ya que afectan a la salud y la seguridad en el trabajo y la productividad laboral.
En todos los confines del mundo se están reclamando acciones contundentes contra el denominado cambio climático. Las organizaciones empresariales, sindicales, los líderes sociales y políticos, así como la juventud les exigen un mayor compromiso y acción por el clima.
En Bolivia algunas organizaciones no gubernamentales especializadas en la temática, algunos parlamentarios comprometidos desde hace años con la preservación del medio ambiente son los únicos que alzan la voz reclamando mayor atención debido a la devastación de nuestros bosques, lagos, glaciares y las sequías, inundaciones, deslizamientos, granizadas, heladas, incendios y temperaturas extremas, situación que en los últimos años se ha agravado, con lo cual se acentúa la debilidad del país.
Pero las organizaciones sindicales nacionales no dicen esta boca es mía. Al parecer parece que prefieren mantener el silencio debido a que muchos de sus afiliados como los mineros, son los agentes que contaminan del medio ambiente. Por ello es un silencio cómplice.
El cambio climático afecta a todos, pero hay algunas actividades contra las que se ensaña más. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los más perjudicados “son los trabajadores pobres y los trabajadores autoempleados, informales, temporeros y de las micro y pequeñas empresas”. De esta afirmación de la OIT podemos concluir que los trabajadores más golpeados son los trabajadores vinculados a la economía informal que no tienen protección socio – laboral, y en particular las mujeres que por efectos de los cambios climáticos incluso pierden sus ingresos y sus capitales. Queda en la retina de los bolivianos cómo una “caserita” en el barrio La Florida de La Paz, perdía su puesto de venta por la riada que se salió de la canalización.
Los sindicalistas bolivianos se ufanan y gritan a los cuatro vientos (ahora dicen cuatro suyos) que son la “vanguardia de la sociedad”, porque encabezan las luchas por días mejores, no solo para sus afiliados, sino para todos los pobres del país. Por ello extraña que ahora las organizaciones sindicales no alcen la voz ante los problemas que está provocando el cambio climático y la inactividad o pasividad gubernamental en sus tres niveles: central, departamental y municipal.
A diferencia de la COB, la Confederación Sindical Internacional (CSI), publica un informe en el que se involucra en el problema del medioambiente, ellos parten de la constatación de que el mundo está sumido en una profunda crisis del empleo y que la brecha entre los ricos y la clase trabajadora está aumentando.
La CSI afirma que “los modelos empresariales utilizados actualmente en muchos países que basan la competencia en las normas sociales y ambientales más bajas no crean empleo ni protegen nuestro planeta”. Por ello tienen como prioridad impulsar un crecimiento centrado en la creación de empleo. Es más, consideran, basados en un estudio de Millennium Institute, “que si en 12 países se invirtiera el 2% del PIB en la economía verde cada año en los próximos cinco años se podrían crear hasta 48 millones de nuevos puestos de trabajo”. Esta afirmación del informe de la CSI coincide con el planteamiento de la OIT que estima que podrían crearse hasta 60 millones de puestos de trabajo nuevos. Se han creado ya decenas de millones de empleos verdes en países con distintos niveles de desarrollo.
Pero señalaremos que los empleos verdes son aquellos empleos decentes que contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente ya sea en los sectores tradicionales como la manufactura o la construcción o en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética.
Creo que el sindicalismo nacional tiene que alzar la voz de compromiso por el país y el mundo exigiendo al gobierno acciones coherentes contra el cambio climático.