El violonchelista alemán Leonard Elschenbroich impulsa desde 2013 la formación de jóvenes músicos bolivianos con la Orquesta Filarmónica de Bolivia y la Fundación Bravura, logrando notables resultados pese a las limitaciones. Su labor cultural inspira y emociona al público en cada concierto.
Brújula Digital|16|08|25|
Stefan Gurtner
Un reconocido violonchelista alemán de trayectoria internacional, Leonard Elschenbroich, lleva más de una década impulsando la formación y el talento de jóvenes músicos bolivianos a través de la Orquesta Filarmónica de Bolivia y la Fundación Bravura, iniciativa que ha logrado resultados notables pese a las limitaciones de recursos y al contexto adverso del país.
Nacido en 1985 en Fráncfort del Meno, Alemania, Elschenbroich recibió a los 10 años una beca para la Menuhin School de Londres. Poco después, la renombrada violinista Anne-Sophie Mutter descubrió su talento, lo apoyó durante cuatro años a través de su fundación y lo ayudó a abrirse camino en el circuito internacional. Desde entonces, ha desarrollado una destacada carrera como violonchelista, actuando con muchas de las principales orquestas del mundo.
Durante una gira por Latinoamérica, Elschenbroich escuchó a un grupo de jóvenes músicos bolivianos y quedó “gratamente impresionado” por su energía, pasión y ambición. “Desde ese momento supe que estos músicos merecían apoyo y que yo tendría que responsabilizarme de ello por el momento”, recordó más tarde.
En 2013, junto al músico boliviano Miguel Ángel Salazar, fundó la Orquesta Filarmónica de Bolivia. Desde entonces, ha regresado periódicamente al país para presentarse y formar a nuevas generaciones de intérpretes. Consciente de la importancia del respaldo a los jóvenes artistas –algo que él mismo vivió en la Escuela Menuhin y con el apoyo de Mutter–, creó junto a Salazar la Fundación Bravura, con el objetivo de sostener este trabajo. Aunque la orquesta, compuesta por casi 50 músicos en su mayoría amateurs, no aspira a la fama mundial, sus logros han sorprendido por la calidad alcanzada.
El vínculo de Elschenbroich con la tradición musical de Yehudi Menuhin también es significativo. El autor del texto original, Stefan Gurtner, recuerda haber vivido en Gstaad (Suiza) en una época en la que las instituciones fundadas o cofundadas por Menuhin —la Escuela Menuhin, la Academia Menuhin y la Camerata Lysy— estaban muy activas. No descarta que el violonchelista alemán haya pasado tiempo allí, ya que participó en el prestigioso Festival Menuhin de Gstaad, que se celebra cada año.
La labor de Elschenbroich en Bolivia quedó patente en un reciente concierto de la Orquesta Filarmónica en Cochabamba, que originalmente debía celebrarse en Sucre para conmemorar el bicentenario de la República, pero que se trasladó debido a los bloqueos. La presentación incluyó la Séptima Sinfonía de Beethoven, el Concierto para Violonchelo n.º 1 de Camille Saint-Saëns y cerró con una emotiva interpretación de “Viva mi patria Bolivia”, que conmovió al público hasta las lágrimas.
“Es reconfortante saber que el trabajo cultural es posible incluso en las circunstancias más difíciles”, reflexiona Gurtner, citando una frase del propio maestro Menuhin: “Cada momento de la vida es un nuevo inicio, un final y un recomienzo, una convergencia y divergencia de hilos”.
Stefan Gurtner es director de teatro, escritor y miembro de PEN Bolivia