Bolivia está por quebrar. La situación económica del país es desastrosa. ¿Por qué vivimos esta crisis tan lapidaria? Arce es un inútil. Es cierto, pero afirmarlo no es suficiente. Arce a lo sumo ha acelerado la ruina económica. ¿Quéeee? Sí, la culpa no es solo suya. ¡Es de Evo!, me dirá alguien buscando acertar. Le diré que sí, pero ese argumento tampoco es suficiente.
Lo que tenemos es un Estado–corrupto. Un Estado-mafioso de acuerdo a la brillante investigación de Susan Chayes titulada Ladrones del Estado. ¿Cuál es la tesis de este trabajo? Buscar ganar una elección y apropiarte de un gobierno sirve para beneficiar no sólo a tu persona sino a tu familia, amigos, amantes, socios, suegras. La ideología viene después. El discurso altisonante sobre el “proceso de cambio” es sólo la careta de una realidad más prosaica: queremos vivir mejor y si para hacerlo tenemos que vender el alma al diablo, lo hacemos con gusto.
Por ende, lo que tenemos es un Estado-billetera. Un Estado-pillo que se acopla a la tesis de Susan Chayes. Hasta acá estamos bien. Sin embargo, en el caso boliviano hay una pequeña diferencia: el nuestro es un Estado–quebrado y el Estado de Putin funciona de lujo. ¿Qué puede significar eso? Pues que hemos dejado el debate en el dilema de si el Estado es transparente o el Estado es corrupto. ¡Error! Se necesita dar un pasito más. ¿Cuál es ese pasito? ¡Saber si la corrupción es eficiente o ineficiente!
Suena cínico, pero es imprescindible hacerse esa pregunta. Rusia es una cleptocracia. Es un gobierno de delincuentes. Como lo señala Karen Dawish en su fascinante libro La cleptocracia de Putin, aproximadamente un 50% de la plata pública que recauda el gobierno ruso va a parar a los bolsillos del jefe ruso y su camarilla de choros. Pero, ¿quiebran? No, no quiebran. Son choros eficientes o al menos con inmensas dosis de recursos naturales.
Corea de Sur, de acuerdo a David Kang en su libro Capitalismo de camarilla, es el mejor ejemplo de lo expuesto. El pujante país asiático es corrupto, pero próspero; diferente a Filipinas que también es corrupto, pero quebrado. Corea del Sur lo logró a causa de un “empate histórico” entre gobernantes y sectores empresariales, que no existió en Filipinas. En este último país el Estado funcionó sin control y se derrumbó solito.
Insisto: se puede ser corrupto y eficiente. ¿Qué es lo que tuvimos en Bolivia? La peor combinación: fuimos y somos corruptos y fuimos y somos giles. Disculpen la palabrita, pero somos corruptos –hasta acá Susan Chayes va bien– y cojudos –hasta acá ya no llega esta experta en corrupción–.
Creamos empresas innecesarias y nos jactamos ideológicamente de su existencia. Se deleitaron nuestros gobernantes revolucionarios haciendo quebrar a los empresarios croatas, a los empresarios q’aras, a los “empresarios de derecha”. Sin embargo, luego del rápido orgasmo de resentimiento ante el desmoronamiento de toda esa tropa de empresarios, no hicieron nada para que ese tejido empresarial público funcione. O, bueno, sí hicieron: ¡abrieron más empresas públicas!
Esa es precisamente la gestión del resentimiento. Jamás les interesó tener empresas eficientes. Su motivo fue ideológico y familiar, jamás económico. Ergo: corrupción 10, cojudez, 100.
Grafiquémoslo: creamos empresas públicas, ¿para beneficiar al país o a tu amante (recordemos a CAMCE con Gabriela Zapata como gerente)? El país puede esperar, la Gaby no. ¿Dimos becas a los jóvenes más brillantes o a los hijos de mi hermana? Los brillantes pueden esperar, mis hijos no. ¿Descentralizamos o concentramos los recursos en la Plaza Murillo? Los descentralizadores pueden esperar, el Linera sometiendo a los oligarcas cambas no.
¿Qué quiero, pues, decir? Lo que hicieron generó éxito político, pero fracaso económico. Lo suyo fue una revolución psicológica: querían hundir a esa derecha y llegar a casa preñados de un aíre de oligofrénica superioridad (“los hemos cagado”) y festejar. Ese fue su principio revolucionario. Por tanto, la posición de Bolivia como el país más corrupto de América Latina y el penúltimo del mundo de acuerdo al Índice del Estado de Derecho del World Justice System (estamos en el puesto 141 de 142 países), no es sólo por ser corruptos, ¡no puede ser sólo por corruptos! sino, sobre todo, por ser ineptos.
Por ende, ¿el país está destruido porque la economía desmejoró? No, la economía nunca estuvo bien, al menos no estuvo bien gracias a estos burócratas del Estado–inepto sino gracias a la bonanza. ¿Y qué hicieron? Gozar de esa plata mientras existiera: se tiraron la plata del Banco Central, de los impuestos, de los préstamos, del oro y ahora de los billetes emitidos al mejor estilo UDP.
Sepamos: un corrupto de este molde no crea dinero, ¡aprovecha el que hay! Y ese fue el estilo de corrupción boliviano masista: ¡aprovechar mientras hubiera! La elección a la Presidencia de un cojudo de marca mayor como Arce no es casual. Él es la semblanza de un modelo con adicción al gasto suntuario, adicción a la repartija enfermiza, adicción a la vocinglería revolucionaria mientras los hijos están en Disney. Sí, se sentaron en el patio y se inyectaron lo que había. Sólo que lo que había no duró. ¡No podía durar!, para siempre, dejando a los q'olos yescas.
¿Cuál es pues la obligación de Tuto o de Rodrigo? Deconstruir ese Estado–enfermo, relocalizar a los ineptos y atraer a los mejores y a los que generan dinero.
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.