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Posición Adelantada | 31/03/2025

Lo que la oposición funcional no entiende

Antonio Saravia
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He leído con mucho cuidado las propuestas de gobierno presentadas por Samuel Doria Medina, Jorge Quiroga y Manfred Reyes Villa. Los he escuchado, además, en diversos foros y entrevistas. Mi conclusión a la fecha es que, si de programas se tratara, estos tres candidatos deberían haberse unido hace mucho tiempo y presentado una sola candidatura. Sus propuestas son muy parecidas, ¡son la misma chola con diferente pollera! El problema es que las coincidencias no son siempre virtuosas porque se dan en torno a malas ideas. En efecto, las propuestas de los opositores tradicionales son tan similares como mediocres.

A estas alturas parecería que todos coincidimos en el diagnóstico: la crisis coyuntural del país se origina en el excesivo gasto fiscal. El gobierno lleva 11 años consecutivos de déficit a un ritmo promedio del 8% del PIB. La necesidad de cubrir esos agujeros hizo que en solo diez años el gobierno se devore el 90% de las reservas internacionales. Sin reservas internacionales nos quedemos sin dólares y, por lo tanto, sin recursos para importar combustibles. Pero esa es solo una de nuestras penas. Dado que el gobierno no bajó nunca el ritmo de gasto (el PGE representa cada año entre el 80 y el 90% del PIB) y dado que las reservas internacionales tocaban fondo, al gobierno no le quedó otra que recurrir a la emisión inorgánica (impresión de moneda) la cual desató la devaluación del boliviano o, lo que es lo mismo, la inflación de precios.

Que la mayoría de los actores políticos de oposición tenga este diagnóstico claro es un buen avance. Esto permite coincidencias básicas como la necesidad de reducir el gasto achicando el tamaño del Estado y la de devolverle la independencia al Banco Central. Samuel, Tuto y Manfred están todos de acuerdo en que la salud fiscal es el pilar fundamental de la estabilidad macroeconómica. También existe un consenso en que para traer dólares nuevamente al país se necesita liberar completamente las exportaciones y atraer inversión extranjera reestableciendo la seguridad jurídica. Pero hasta ahí nomás llegan las buenas coincidencias. No es que después los programas diverjan, siguen siendo muy parecidos, pero las nuevas coincidencias demuestran muy poca comprensión del proceso de generación de riqueza.

Los tres candidatos tienen un plan para el país: se debe industrializar el litio produciendo al menos baterías, se debe reconducir YPFB para que llegue más inversión en exploración, se deben fusionar ENDE y YPFB, se debe cambiar la “matriz energética,” se deben establecer centros de procesamiento de datos, se debe invertir en energía nuclear, se debe destinar inversión en turismo, se debe producir software en Cochabamba, de sebe hacer un Silicon Valley en El Alto, etc. Y entonces volvemos a lo mismo de siempre: los políticos convencidos de que ellos saben lo que debemos hacer para generar riqueza, cuando la realidad es que no tienen idea de cómo hacerlo.

Este afán de planificar la economía (lo que Hayek llamaba “la fatal arrogancia”) demuestra que estos opositores fueron siempre funcionales al masismo. No pretenden cambiar el modelo estatista, ellos quieren seguir diciéndonos lo que debemos hacer. La única diferencia es que están convencidos de que sus planes son mejores y que ellos son mejores administradores. Nuestros opositores tradicionales nunca entendieron que el problema de fondo va más allá de la crisis coyuntural generada por el excesivo gasto. Nuestros opositores tradicionales nunca entendieron que el problema de fondo es el estatismo: el convencimiento de que el Estado debe guiar la generación de riqueza.

Aquí las malas coincidencias se multiplican:

1. Aunque los tres candidatos plantean eliminar empresas públicas deficitarias, todos coinciden en mantener las que no lo son o aquellas que denominan “estratégicas” porque consideran, una vez más, que hay recursos que deben ser administrados por el Estado, i.e. por los políticos. La poca fe en la gente libre y en las soluciones que plantean los agentes privados es más que evidente.

2. Aunque los tres entienden que el gobierno tiene demasiados empleados públicos, ninguno de ellos se anima a decir cuántos despedirá porque temen las consecuencias políticas, pero porque además están convencidos de que al despedirlos se generaría menos consumo lo cual afectaría negativamente a la economía. ¿Se dan cuenta? Los tres tienen metido el keynesianismo en los huesos: mejor mantengamos empleados públicos aunque sean ineficientes, porque el sueldo que les pagamos lo usan para estimular la economía… Una verdadera desfachatez.

3. Ninguno de ellos se anima a plantear una liberalización radical del mercado laboral eliminando el salario mínimo, los aguinaldos, la justificación de despido, etc. Sin hacer estas reformas será imposible generar mayor empleo formal.

4. Ninguno plantea reformas profundas en salud y educación. Siguen pensando, como todo masista que se respete, que la salud y la educación deben seguir siendo administradas por el Estado a pesar de toda la evidencia histórica que demuestra que eso nunca funcionó en nuestro país. Los tres tienen pánico a decir “privatización”.

5. Ninguno de ellos se la juega por una apertura unilateral de fronteras al comercio internacional eliminando todos los aranceles y demás cargos aduaneros. No, el chip ese de “proteger la industria nacional” no se lo sacan ni con alicate. Y así...

La conclusión es que la oposición tradicional no tiene posibilidad alguna de ofrecerle algo novedoso y serio al país. Sí, son preferibles al MAS, pero están muy lejos de entender como un país genera riqueza de manera sostenida. Y por eso es que los No sabe/No responde/Otro de las encuestas le siguen ganando a todas las opciones.

Antonio Saravia es PhD en economía (Twitter: @tufisaravia).



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