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Wila k'ank'as everywhere | 17/09/2023

Libertarios

Sayuri Loza
Sayuri Loza
En el contexto del surgimiento de nuevas agrupaciones políticas ante la decadencia del MAS, he oído mucho el término “libertario”, asumo que debido a la influencia del político Javier Milei quien se autodefine como tal. El libertarianismo en el siglo XXI es asociado con la economía liberal y se establece como el oponente del llamado socialismo del siglo XXI.

Pero uno que es viejo, cuando escucha libertario, lo primero que le viene a la mente es el trabajo de Ineke Dibbits “polleras libertarias”, investigación que ya tiene sus años, pero que no ha sido superada en la descripción del sindicato de culinarias y la figura de la legendaria “Doña Peta”, quien junto a sus compañeras significa lo más identificativo del anarquismo libertario.

Así que lo de libertario no es nada nuevo, pero poco tienen que ver los libertarios de las primeras décadas del siglo XX con los de las primeras décadas de nuestro siglo ya que los libertarios del siglo XX estaban más afiliados a la izquierda y su discurso se expresaba en el rechazo a la explotación y la emancipación del oprimido.

Los anarquistas de los años 20 y 30 (en particular las cholas libertarias) rescataban esta figura en cuanto a clase, género y etnia como una triple condición de opresión. Hemos dicho ya que la corriente más recordada es la de doña Peta, pero hubo un nutrido movimiento con otras figuras, tales como la de Waldo Álvarez que llegaría a convertirse en “el primer ministro obrero”, o Luis Cusicanqui, a quien Ivanna Margarucci llama “el joven e infatigable”. 

El movimiento libertario-anarquista se ha visto opacado en la memoria histórica por las luchas de los mineros, los campesinos, y en el siglo XXI, de los indígenas originarios. Pero el anarquista debe ser rescatado, en primera instancia, porque su planteamiento de liberación del oprimido es una mirada flexible que se adapta a la compleja sociedad boliviana, que toma elementos de su homólogo europeo, pero a la vez se baña de su propia identidad.

Estas organizaciones, aunque se aliaron a los movimientos indígena-campesinos protagonizados por los caciques apoderados entre 1920 y 1940, tenían como bandera más importante su carácter de artesanos, culinarios, sastres, gráficos y otros, en ello radicaba su orgullo, en su experticia para crear, la ética del trabajo del anarquismo, vivía en ellos con el cariz de además, sentirse herederos de técnicas aprendidas de los ancestros.

El anarquista de este tiempo era el cholo, el mestizo urbano, que mantiene vínculos con el campo y con la ciudad, que no reniega de su herencia indígena, pero se entrega sin miramientos ni restricciones a lo moderno y occidental porque es parte suya y de su historia. En el caso de Luis Cusicanqui, hijo de un arriero indígena y de una señorita blanca de alta sociedad, su búsqueda lo llevó hasta Chile, donde se familiarizó con la ideología, y ya en La Paz, se asoció con los artesanos en 1923.

Aunque el anarquismo planteaba “ni Dios, ni patria”, nuestros anarquistas eran profundamente religiosos, tanto así que respetaban las fiestas de sus santos patronos: San Nicolás Tolentino, San Bonifacio, el infaltable San Bartolomé y la virgencita de Copacabana. Del mismo modo, y aunque estuvieron contra la guerra, las mujeres anarquistas recordaban en sus discursos en quechua, aymara y castellano “¿No somos bolivianas? ¿Nuestros hijos y maridos no han reventado como sapos en el Chaco?” expresando de alguna manera su adscripción al país.

La otra gran diferencia de los libertarios del pasado es que defendían el amor libre y rechazaban el matrimonio, como parte de esta visión, y de su búsqueda de igualdad cívica, impulsaron la legalización del divorcio y la eliminación de distinciones legales entre “hijos de soltera” e “hijos de casada”, mientras que los libertarios de hoy son más bien conservadores en esta dimensión.

El movimiento anarquista libertario fue sustituido y olvidado, aunque sus ideas y prerrogativas se quedaron con fuerza en la sociedad boliviana que años después conquistó con la Revolución Nacional, parte de aquella igualdad cívica que los anarquistas reclamaban. El movimiento libertario de hoy posiblemente no se sienta inspirado por el de entonces, quizás porque hoy, las luchas sociales de toda naturaleza, se han despintado en sus ideales, lo mismo que todo en este presente de discursos artificiales.

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