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Cuestión de Ideas | 02/12/2020

Las subnacionales no se ganarán sin los votos del centro

Wálter Guevara Anaya
Wálter Guevara Anaya

Al MAS le conviene mostrar una cara conciliadora antes de las elecciones subnacionales. Eso le servirá para retener el voto del centro que le dio el triunfo en las nacionales. Para sus oponentes el principal desafío es reconquistar al centro moderado. Si no lo hacen, el MAS ganará las alcaldías de las tres principales ciudades y todas las gobernaciones.

El hecho decisivo de las pasadas elecciones fue que los votantes del centro se convirtieron en un electorado de libre disponibilidad. Estos votantes siguen ahí para quien sepa conquistarlos. La polarización extrema atizada por Evo Morales no ha logrado fidelizarlos.

Votaron alguna vez por el MAS. Se alejaron porque no soportaron el abuso de poder y las posturas cada vez más radicales de Evo Morales y su cúpula dirigencial. Son los que tienen criterio independiente. Escogen al candidato que les parece mejor en el momento del voto.

Comunidad Ciudadana los dio por descontados como si fueran suyos. Creemos los despreció por no ser antimasistas rábidos. El MAS los puede perder fácilmente si vuelve a caer en un exceso de radicalismo y abuso de poder. Cualquier intromisión excesiva de Evo Morales los espantará.

Se han publicado una infinidad de explicaciones sobre el inesperado triunfo del binomio masista en las elecciones nacionales. Todas parten de un hecho innegable. El MAS recuperó a los votantes del centro. Así de sencillo.

Los candidatos opuestos al MAS se concentraron en reforzar su propia base. En las nacionales del 18 de octubre esa base llegó al 42% del voto válido, compuesto de un 28% para Mesa y un 14% para Camacho. La mayor parte de esa base no votaría por el MAS ni de muerta. Eso no quiere decir que el país esté totalmente polarizado. Hay un centro que mira y decide.

El binomio del MAS retuvo su voto identitario. Son los que votarán hasta la muerte por Evo y el MAS. Para ellos nada de lo que haga o diga Evo Morales o su partido puede ser malo. Es un sector que carece de crítica. No es necesario conquistarlo.

Este sector duro es indispensable para que el MAS gane, pero no es suficiente. Alcanza cuando más a un 35% de los votos válidos. Los votos que le dieron un triunfo abrumador provinieron del centro. Este voto libre o blando le sumó un 20% de votos válidos al 35% de su voto duro, dándole el triunfo con poco más del 55% de los votos válidos.

Los desaciertos y las pillerías de la gestión de Jeanine Añez también ayudaron a que los votantes moderados se desencanten de las propuestas antimasistas. Los portavoces más visibles de Jeanine exudaron un mensaje represivo con tintes de racismo y exclusión social.

El MAS aprovechó esa cara fea. La enchufó a sus oponentes como la única cara del antimasismo. Los metió a todos en un mismo saco. Los votantes moderados del centro se apartaron de todos los candidatos antimasistas sin molestarse en distinguir uno del otro.

Las ventajas electorales del MAS son conocidas. Su proyecto nacional es el único que abraza a indígenas, obreros, cuentapropistas, informales y clase media emergente. Cuenta con la única organización política de alcance nacional. Tiene cuadros formados en una larguísima gestión de gobierno. Atesora un mar de expertos en guerra sucia. Su financiamiento es ilimitado.

Las candidaturas opuestas al MAS tuvieron 15 años para generar un proyecto nacional incluyente y para montar una maquinaria electoral del mismo vuelo. Debieron haberlo hecho a partir de 2005, cuando expiró el sistema de partidos de la democracia pactada. No lo hicieron, pero tampoco se dieron cuenta que no necesitaban ni de esa maquinaria ni de un proyecto convincente para conquistar a los votantes moderados del 2020.

Bastaba con dirigirles una buena narrativa de coyuntura. El MAS la generó. Puso a la cabeza de su binomio un economista profesional proveniente de la clase media. Ostenta una maestría de una universidad inglesa renombrada en ciencias económicas.

Los votantes del centro escucharon críticas certeras a los errores de Luis Arce Catacora como ministro de Economía. Pero sopesaron su formación, sus décadas de experiencia en el manejo de la economía y sus aciertos. Prefirieron lo malo conocido a lo bueno por conocer.

El MAS presentó un binomio diseñado para recuperar el centro. Un tecnócrata emparejado con un mesurado dirigente aymara redujo el rechazo de los votantes indecisos a los abusos y tropelías de Evo Morales. Los oponentes del MAS se contentaron con atacar a Evo y su gestión.

Ni Mesa ni Camacho presentaron un equipo económico capaz de ofrecer un mínimo de certidumbre a los bolsillos de los votantes del medio. El mejor o único economista entre los candidatos opuestos al MAS fue Tuto Quiroga.

Tuto anuló su gran ventaja en el manejo económico con su rechazo terminante a todo lo que fuera obra del MAS. Con su discurso antimasista radical alienó a la gente del centro que alguna vez votó por Evo. Aun así, cosechó muy pocos votos entre los anti-masistas duros.

Carlos Mesa primero atribuyó su derrota a sus rivales Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho. En una segunda reacción la atribuyó a la identidad étnica de los votantes del MAS y a la bonanza económica de 2006 a 2014. Su silencio sobre los votantes del centro es absoluto.

Tal vez teme que su base de antimasistas duros se espante si admite que el MAS hizo una sola cosa buena. No puede reconocer en público que estamos en un nuevo país, generado tanto por los errores como por los aciertos del MAS. De esa manera pierde el voto del centro.

Para conquistar el voto libre o blando a nivel sub-nacional se deben escoger candidatos que ofrezcan soluciones prácticas a los problemas que afectan a la gente en sus distritos. Mejor si son de perfil moderado, capaces de rechazar los errores y reconocer los aciertos del MAS.

Wálter Guevara es inficionado a la filosofía.



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