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De media cancha | 29/10/2025

El carcelero del MAS y el mundo de libertad

Diego Ayo
Diego Ayo

Lo más dramático del masismo no es la corrupción, el cinismo, la ineptitud; no, en verdad, lo más destructivo del masismo es y ha sido el taponamiento de la historia. Los líderes más reconocidos de este partido, que gobernó durante casi dos décadas, no son sólo ideólogos del socialismo del siglo XXI, son y han sido cuñas, verdaderas cuñas humanas que impidieron el flujo de la historia. Muerto el MAS (o al menos sensatamente recluido) se abre una compuerta de creatividad histórica.

¿Qué puede significar eso? Hemos sido prisioneros no sólo de una lacra de políticos, en verdad hemos sido víctimas de eficientes implementadores de una rutina político-histórica monolítica. Han paralizado el tiempo. ¿No lo vieron en la película Clockstoppers o Tiempo congelado? El protagonista detiene el tiempo con el uso de un aparato mágico a su disposición. Lo congela. Disfruté de esa cinta del año 2002. En nuestra propia película nacional, no pude disfrutar. Morales y sus huestes nos encarcelaron. Lo hicieron en una cápsula de tiempo. Vivimos un cautiverio de la historia apresados en una inmensa celda.

¿Qué es lo que digo? Pues que en este Bicentenario nos abrimos a la más fascinante y esperanzadora creatividad. La historia se enciende y hay muchas ideas que se liberan. Nos salta la posibilidad enriquecedora de crear un nuevo y verdadero proceso descentralizador. Se escapa gozosamente de esa prisión de desvergüenza nacional que duró casi 20 años.

Hay otro prisionero que sale huyendo con una sonrisa envidiable, se llama turismo y podría llegar a generar $us 4.000 millones a nuestra economía. Huye del brazo de su compañero de encierro: la educación. Recordemos que el gobierno del MAS no quiso siquiera evaluar la marcha de la educación alejándose del “Pisa”, una medida de medición educativa imprescindible, considerada como un instrumento imperial distante del Estado Plurinacional.

¿Podemos pensar en la ciencia en Bolivia? ¿Podemos retomar el apoyo universitario a nuestro desarrollo? ¿Podemos pensar en alguito más creativo que no fuera la mera construcción de escuelas (construidas fatigosamente por el MAS no con el afán de promover la educación sino de sacar un 5, 10 o 15% de coima al levantar esos bloques de cemento poniéndole el nombre de “Escuela Evo Morales”)?

Claro, podemos y debemos. ¿Y establecer nuevos horizontes de mercado? Sin duda, nuestro horizonte se llama planeta tierra, y ya no sólo Nicaragua o Venezuela, guardias de aquella maloliente celda que sus respectivos frenadores supieron erigir con notable voracidad autoritaria.

Y ¿hay espacio para soñar con corredores bioceánicos y no volver a perder el mar en pleno siglo XXI? Claro, Bolivia puede retomar esa necesidad histórica consolidándose como el puente entre el Pacífico y el Atlántico. Podemos imaginarlo. Podemos hacerlo, aunque los infames y mugrientos carceleros van a hacer todo lo posible lanzarnos nuevamente a sus celdas, cerrar los candados, atarnos con cadenas de autoritarismo y/o sacrificarnos al intentar fugar de ese antro de cojudez voluptuosa e insípida.

Los anquilosadores del tiempo siguen respirando dolidos. Lucraban con ese estado de postración carcelera. El encierro los enriquecía. La oligarquía masista fue la principal beneficiaria de ese estado de aprisionamiento de todo un país. Querían, pues, detener el tiempo. Ser verdaderos Peter Panes aferrados a una sola edad, ¡enemigos del paso del tiempo! Lo lograron, sólo que ya sólo como Peters, el Pan se lo robaron y comieron a gusto cleptocrático.

Hoy vivimos un renacimiento del Disney boliviano: vemos cosas mágicas y ¡sabemos que podemos subirnos! No es fácil. No podemos ser sólo soñadores. Claro que no, pero tampoco podemos añorar el estado de confinación masista. Nos tenían encerrados. Fuimos rehenes de una caterva de depravados/cojudos que hasta se asustaban de que leyéramos: “es el gobierno del pueblo”, argumentaban vilmente, para justificar sus cargos aristocráticos y mantenernos en la ignorancia.

“Si no leen, ¡no reclaman!, y los mantenemos prisioneros”, fue la consigna edulcorada por esos gobernantes con citas pomposas a los indígenas, los pobres, el imperio. 

Hoy, al escuchar a Evo Morales me percato de ese encierro histórico al que habíamos sido sometidos. El cocalero repite su miserable discurso antiimperialista, su desdén anticruceño, su mención al “proceso de cambio” –aya Dios a saber qué cosita será eso – y una sarta de frases memorísticas invariablemente desplegadas desde hace tres décadas. ¿Necesita ese líder el país? No, necesitamos alguien que visualice el futuro, despliegue una inmensa creatividad y no recule. ¿Rodrigo y Lara? Espero que sí. Será difícil, muy difícil, primero debemos salir de este empantanamiento y luego soñar. Sin embargo, sabemos, al menos, que la mecha de la historia se ha activado.

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas. 



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