Podría no haberme importado la cantidad de declaraciones fuera de lugar que se dan en el ring de la politiquería que nos toca soportar; sin embargo, un lado en específico ha ido subiendo el tono sus expresiones, y, más allá de caer en el albur y el vocabulario soez, para sentirse más “cercanos al pueblo bueno y humilde”, no puedo dejar pasar la que utilizó el asesor de uno de los dos bandos como si fuera un insulto.
“De lo que abunda en el corazón habla la boca”, citan los evangelios de San Mateo y San Lucas. Sin duda, es insoportable que las declaraciones del ámbito político caigan en perpetuar la ignorancia de una sociedad que repite sin pensar, sin medir, y en tal afán, utiliza un término del ámbito del desarrollo neurológico cual si fuera tremendo insulto.
La ironía radica en que conozco personas autistas con mejor manejo de la palabra, en vista que realizan el sano ejercicio de pensar antes de hablar.
Intenté, por un momento, hallar una conexión entre la inoportuna verborrea del asesor político y del candidato al que se le atribuía tal condición. Luego recordé que, en otro programa muy escuchado en La Paz, en las mañanas, otro invitado, un supuesto analista psicológico –también desafortunado– identificaba en el otro candidato “rasgos de autista”. Usar la condición de salud de ciertas personas para descalificar o insultar no es de alguien que se dice profesional.
El autismo, o trastorno del espectro autista (TEA), es un trastorno del neurodesarrollo que puede afectar la comunicación social, la interacción y el comportamiento, manifestándose en desafíos para la comunicación verbal y no verbal, patrones repetitivos y limitación en intereses.
No es un retraso generalizado del desarrollo, sino un desarrollo diferente y cualitativo, con variabilidad en las capacidades cognitivas: algunas personas con autismo tienen inteligencia intacta o incluso superior; mientras que otras pueden presentar algún retraso mental asociado, pero esto no es general ni definitorio del autismo.
No es correcto ni respetuoso llamar a las personas con autismo "retrasados mentales" porque esa etiqueta generaliza, estigmatiza y no reconoce la diversidad y complejidad del espectro autista. El autismo no implica necesariamente un retraso mental, y muchas personas dentro del espectro tienen capacidades cognitivas preservadas o diferentes formas de procesamiento que no se ajustan a los tests tradicionales. Estos calificativos despectivos promueven la discriminación, el aislamiento social y violan los derechos humanos de estas personas, negándoles la dignidad, igualdad y el acceso a educación y salud adecuados.
La atribución errónea y prejuiciosa de retraso mental a todos los autistas debe cesar porque perpetúa la desigualdad, la falta de oportunidades y la invisibilización de sus habilidades y potencialidades. Se debe reconocer a estas personas, incluirlos en la sociedad con respeto y apoyo adecuado, y emplear un lenguaje que refleje su realidad y derechos. Esta perspectiva facilita su desarrollo integral, autonomía y contribución a la sociedad, evitando el estigma que empobrece su calidad de vida y la percepción social.
El mentado acuerdo contra la guerra sucia parece que fue un pase libre para que algunos se deslengüen y profieran cualquier declaración con tal de denostar al contrincante. Esto solo refleja que, en el ámbito político, muchos protagonistas requieren mucha más educación, humildad y contacto real con la vida misma, ya que, al parecer, no conocen a los distintos grupos con alguna discapacidad y las limitaciones que tienen en este país. Como ciudadanos, debemos dejar de pensar en discursos inflamatorios y realmente evitar otra mala decisión.
Cecilia González Paredes. Ms.C. es biotecnóloga y comunicadora científica.