La reciente creación del Viceministerio de Gastronomía en Bolivia ha generado una ola de opiniones y reflexiones en el ámbito público.
Mientras algunos defensores, como el ex candidato presidencial, justifican esta decisión argumentando que la gastronomía es un pilar fundamental para el desarrollo turístico y económico del país, otros se preguntan si realmente este paso es el más urgente en una realidad donde existen carencias más profundas y necesarias.
Bolivia, sin duda, posee un potencial gastronómico y turístico extraordinario, con una diversidad de sabores y tradiciones que reflejan la riqueza cultural de sus regiones. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es si la creación de una nueva cartera ministerial es la mejor manera de aprovechar ese potencial, o si el esfuerzo y los recursos podrían estar mejor invertidos en otros sectores que hoy están más rezagados.
La industria sin chimenea, como se conoce al turismo, no puede crecer solo con la promoción de la gastronomía. Aunque esta es una de sus joyas, la experiencia turística completa depende de múltiples factores: infraestructura, servicios, conservación del patrimonio, seguridad, sostenibilidad y, sobre todo, la calidad de la atención al visitante.
Si bien el Salar de Uyuni es uno de los destinos más promocionados internacionalmente, la realidad en el poblado de Uyuni es otra: la mayoría de los hoteles ofrecen condiciones mínimas, la atención es deficiente y la experiencia turística deja mucho que desear.
Lo mismo ocurre en la bahía de Copacabana, donde la contaminación visual y ambiental amenaza la belleza natural del lugar y disminuye la satisfacción de los turistas.
Estos ejemplos ponen en evidencia que la promoción de destinos y productos turísticos no es suficiente si no se acompañan de inversiones reales en infraestructura, servicios y sostenibilidad.
El turismo gastronómico, por su parte, es una apuesta válida y necesaria. Permite que los visitantes se sumerjan en la cultura local, disfruten de sabores auténticos y fortalezcan la economía de las comunidades. Sin embargo, su éxito depende de una cadena de valor que va mucho más allá de la cocina: desde la producción y conservación de insumos, hasta la formación de profesionales y la promoción de buenas prácticas en higiene y logística.
El Viceministerio de Gastronomía, según sus defensores, podría contribuir a fortalecer esta cadena, apoyando a pequeños emprendedores, promoviendo la capacitación y preservando las tradiciones culinarias. Pero también es cierto que en ningún otro país del mundo se ha creado una cartera ministerial exclusiva para gastronomía, lo que plantea la duda sobre si esta estructura será realmente eficaz o si podría quedar en un ejercicio burocrático sin impacto real.
En paralelo, hay sectores que siguen con presupuestos mínimos y necesitan atención urgente. La ciencia y la tecnología, por ejemplo, han sufrido una caída drástica en su asignación presupuestaria en los últimos años. Este recorte limita la capacidad del país para innovar, desarrollar tecnologías propias y agregar valor a sus productos.
Bolivia es centro de origen y diversidad de numerosos cultivos y productos, pero la falta de inversión en ciencia y tecnología impide que se aproveche ese potencial para generar valor agregado, mejorar la competitividad y fortalecer la economía nacional.
Sería interesante reflexionar sobre qué pasaría si, en lugar de crear un nuevo viceministerio, se destinará ese esfuerzo y esos recursos a fortalecer la ciencia y la tecnología aplicada al turismo y la gastronomía. Podría impulsarse la creación de laboratorios para el análisis de alimentos, la innovación en técnicas de conservación y procesamiento, la digitalización de experiencias turísticas y la formación de profesionales en áreas de alta demanda.
La gastronomía no solo es arte y tradición, también puede ser ciencia y tecnología. Y el turismo, además de ser una industria sin chimenea, puede ser una industria inteligente, sostenible y competitiva.
El verdadero desafío está en construir una cadena de valor sólida, en mejorar la infraestructura y los servicios, en invertir en ciencia y tecnología, y en promover la sostenibilidad y la calidad en todos los eslabones de la industria sin chimenea. Solo así Bolivia podrá aprovechar todo su potencial y ofrecer al mundo una experiencia turística y gastronómica verdaderamente única y memorable.
Cecilia González Paredes es Ms.C., biotecnóloga y comunicadora científica.