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Cara o Cruz | 08/03/2020

La traición de Evo sobre las aguas del Silala

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

Aparentemente fue el exministro de Justicia Héctor Arce quien convenció a Evo Morales que anunciara la realización de un proceso internacional contra Chile para establecer los derechos bolivianos sobre las aguas del Silala. Ocurrió el 23 de marzo de 2016. Morales, envalentonado con la hasta entonces positiva marcha del juico ante La Haya por el tema del mar, se dejó convencer y anunció, con la confianza en sí mismo que lo caracterizaba, que se llevaría a Chile a ese mismo tribunal.

La posición histórica boliviana al respecto era que esas aguas no constituían un río y que llegaban a Chile solo gracias a que habían sido canalizadas. Si no es un río, Bolivia tiene el derecho sobre el 100% de las mismas y podía cobrarle por su uso a ese país. Hace poco nos enteramos, sin embargo, ya oficialmente, que la defensa pergeñada por la Cancillería boliviana consistió en no insistir en esa posición histórica y, más bien, reconocer que Chile tiene derecho sobre el 50% de esas aguas.

Ello se parece mucho a una traición. Y esto debido a que las autoridades encargadas del tema, empezando por el expresidente Evo Morales y terminando en Arce, debieron estar seguras de lo que hacían antes de lanzarse a anunciar el proceso mencionado. ¿Cómo es posible que hubieran anunciado la decisión de pleitear sin estar convencidas de lo que hacían? ¿Sin realmente saber si Bolivia podría defender su posición?

Tras el anuncio de Morales, motivado por Arce, del año 2016, vino una pronta respuesta chilena. Ese país tomó la iniciativa y presentó la demanda dos meses y medio después, el 5 de junio de ese año. Es raro que el gobierno chileno hubiera tenido lista, tan rápidamente, la demanda. ¿En 10 semanas terminaron todo? Es como si el entorno de Evo les hubiera advertido previamente que éste pensaba lanzar esa amenaza. Estas cosas, en algún momento, se sabrán. Ya ha habido gafes anteriores, como haber prestado computadoras a la parte chilena en el juicio de Quiborax, de los que Héctor Arce fue responsable. El tema del Silala es mucho más serio.

Esta es una trágica vuelta del destino. Los que hicieron que Bolivia perdiera el mar en La Haya son también responsables de que perdiéramos el Silala. Es todavía más trágico puesto que, en abril de 2009, Bolivia convenció a Chile a que pagara el 50% de esas aguas, a precios internacionales. Eran unos 10 millones de dólares al año, que iban a ser destinados a Potosí. Hasta ahora, ese departamento hubiera obtenido 110 millones de dólares en total. Pero Potosí se opuso, como se ha opuesto a otras inversiones y ofrecimientos.

En ese momento, Morales, que tenía todo el poder y que podía haber convencido a la dirigencia cívica potosina, prefirió correrse. No insistió en una que era una gran oportunidad, precisamente recibir esos montos de dinero. Cuatro años después cometería la falta de iniciar un proceso sin base técnica y admitir que el 50% de las aguas son chilenas, y que por lo tanto no tenemos nada que exigir a ese país en términos monetarios.

Al margen de si estas acciones bolivianas maximalistas merecerán en el futuro un juicio de responsabilidades contra Morales (uno más), también debemos explorar otros asuntos relacionados. El magnífico pasado potosino, y lo que su gente considera como la expoliación posterior, ha hecho que ese pueblo vea con dificultad la llegada de ciertas inversiones. Una de ellas es la del litio. Hasta ahora la exportación de ese mineral es mínima, marginal. No exportamos ni carbonato de litio, para no hablar de algo que se parezca a una batería, aunque sea para bicicletas. No se sabe con exactitud cuántos millones de dólares gastó el gobierno anterior en la industrialización del litio, pero la cifra puede acercarse a los mil millones de dólares. ¡Para no haber conseguido nada!

En 1987, la empresa Lithco ofreció invertir en el Salar, pero los potosinos se opusieron. Creían que podían conseguir mejores condiciones y por eso iniciaron una serie de medidas de protesta. Más de 30 años después llegó la empresa alemana ACI Systems, ofreciendo condiciones aún menos atractivas que las de la Lithco. Ese contrato también se canceló, tras largas jornadas de protesta, en 2019. Es el estilo boliviano.

Raúl Peñaranda U. es periodista.

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