Muchas personas, entre columnistas, líderes políticos y periodistas, se han referido ya al tema que se resume con la propuesta “no te metas con mis hijos”. El debate es importante puesto que tiene que ver, precisamente, con la educación de los escolares. Como se dice vulgarmente, el futuro del país.
El “no te metas con mis hijos” tiene como trasfondo la idea de que el Estado (los profesores) debe estar al margen de la educación sexual de los estudiantes de colegio. Quienes defienden esa idea aseguran que deben ser exclusivamente los padres de familia quienes aborden ese tema con sus hijos, para hacerlo siguiendo sus propios valores. Muchas personas, incluidos dirigentes políticos como Víctor Hugo Cárdenas, afirman que en el colegio sólo se debe aprender los aspectos fisiológicos de la reproducción y sexualidad humanas. Es decir, constreñir el asunto a los límites de la “biología”. Cárdenas ha abrazado, algo tardíamente, esas ideas, ahora que ha firmado un acuerdo político con iglesias cristianas. Espera que ello le ayude a subir en las encuestas. El tiempo dirá.
Una educación sexual apropiada puede ayudar a que la persona tenga, en la adultez, una vida plena y saludable; que la relación entre géneros sea más horizontal y respetuosa; que les dé a los jóvenes la información necesaria para empezar su vida sexual cuando ellos lo decidan; y que quienes deseen tener relaciones puedan mantenerlas de manera protegida y sin presiones ni chantajes.
Tan lejos estamos de ello, que Bolivia tiene los más altos niveles de embarazo adolescente y violencia sexual contra la mujer en todo el continente. Así que es importante que estos temas se hablen más, y de mejor manera, en el colegio y en el seno de los hogares. Los tabúes, los miedos, los mitos, las vergüenzas, sólo logran confusión y sentimientos de culpa y, de paso, embarazos no deseados y aumento en los índices de aborto.
La sexualidad es una pulsión innata en el ser humano. Contrariamente a ello, una vertiente, apegada a la religión, sugiere por ejemplo la abstinencia antes del matrimonio. Siendo ésta cada vez más impracticable, sigue siendo una opción válida para quienes la propugnan. Pero quienes no lo hacen tienen derecho a mantener relaciones informadas, consensuadas y protegidas.
Para lograrlo, se necesita hacer exactamente lo contrario de quienes piden que “no se metan con nuestros hijos”. Se sabe que en Bolivia una mayoría de los padres no conocen cómo hablar de estos temas con sus hijos, no les proveen información sobre anticonceptivos y, en muchos casos, simplemente obvian el asunto por completo. Ello explica los elevados índices de embarazo adolescente y la presencia de muchos hogares encabezados por madres solteras. En el mundo, en los países en los que existe más información y acceso a métodos anticonceptivos, se registran menos embarazos no deseados, menos abortos y menos presencia de enfermedades de transmisión sexual. Negar la realidad no hace que el deseo sexual disminuya en las personas.
Por eso, según mi criterio, es imprescindible que en el hogar se hable de los temas de sexualidad. Y que lo hagan los profesores (el “Estado”) no tiene por qué implicar una amenaza para nadie.
Lo que también les molesta a quienes proponen que nadie se meta con nuestros hijos es que se hable de las diversidades sexuales: aunque ellos no lo quieran creer, en el mundo existen personas homosexuales, bisexuales, transgénero y muchas otras opciones. El temor que sienten algunos sectores conservadores de que sus hijos puedan ser “convertidos” a la homosexualidad está presente, aunque parezca mentira, en muchos colectivos conservadores y religiosos. Para ellos, la homosexualidad es una especie de enfermedad y por lo tanto se puede contagiar.
Todos estos grupos conservadores y religiosos le han puesto el mote de “ideología de género” a quienes proponemos una mayor libertad en la educación sexual de nuestros hijos y pedimos que se admita lo que es obvio: las diversidades sexuales existen y por tanto deben ser respetadas y reconocidas.
Quienes apoyamos esas propuestas preferimos el nombre de “ideología de la libertad”, en vez de “ideología de género”. Como, por lo visto, esa iniciativa de libertad provoca incertidumbre y temor, se combate fieramente, sobre todo en las redes sociales. Se atribuye, además, a un supuesto “marxismo cultural”, lo que es un absurdo: el comunismo combatió ferozmente la diversidad y la heterogeneidad de cualquier índole, incluida, obviamente, la sexual. Si tienen un origen estos conceptos es el liberalismo, que defiende que cada persona pueda, libremente, desarrollar sus propias capacidades, ideas, ilusiones y opciones. No hay que tenerle miedo a la libertad.
Raúl Peñaranda U. es periodista.