Mientras los estrategas del MAS se empecinan en electoralizar la coyuntura forzando la puesta en vigencia de la nueva LOP, la oposición partidaria, las instituciones de la sociedad civil organizada, las plataformas ciudadanas y la ciudadanía a lo largo y ancho del país empiezan a organizarse y a cerrar filas para tomar las calles en defensa del voto popular del 21 de febrero de 2016. Ese voto mayoritario, que les ha prohibido a Evo Morales y Álvaro García ir a la reelección en 2019, pretende ser desconocido –sin el menor asomo de vergüenza y con todo el mayor cinismo y autoritarismo antidemocrático posibles– por Evo Morales y su cúpula.
El MAS, así, pretende quebrar el ordenamiento democrático que empezó a regir a Bolivia desde que a inicios de los 80 se puso fin al ciclo de dictaduras militares que asoló al país desde 1964.
Al gatillar semejante puesta en marcha de su desaforada ambición –el desconocimiento abierto y artero de todo el proceso electoral y los resultados del referendo de 2016– Evo Morales y Álvaro García amenazan con llevar a Bolivia de vuelta al pasado, de retorno a la cruda etapa de la dictadura del exgeneral Luis García Meza y del sanguinario excoronel Luis Arce Gómez, cuando también los intereses de la producción y el tráfico ilícitos de la cocaína se coludieron con el poder político gubernamental haciendo estallar en pedazos la vigencia de los derechos humanos y las libertades políticas y de expresión de prensa en el país.
No extraña, entonces, que al calor de la tensión que empieza a vivir el país hubiese renacido, al comenzar el presente año, el Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade) –organismo clave contra el régimen militar de García Meza–, y que, junto al Conade, instituciones básicas de la sociedad civil organizada como la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB), los comités cívicos de distintos departamentos y diversas juntas, gremios y sindicatos a lo largo y ancho del país estén ahora en apronte para salir a la calle en defensa de lo mínimo que una democracia requiere: el respeto al y el reconocimiento efectivo del voto popular expresado en las urnas. El desconocimiento de ese voto es sinónimo del hundimiento de la democracia y no puede permitirse.
La fecha para que se comience a salir a la calle está fijada: será el 10 de octubre próximo, día emblemático de la recuperación de la democracia en 1982. Como en ese 10 de octubre de hace casi ya cuatro décadas, la marejada popular urbana y rural tomara las plazas principales de todas las ciudades y pueblos del país en gigantes, grandes o pequeñas concentraciones, donde la vigencia de la democracia y del Estado de Derecho será aclamada y reclamada por multitudes que saben que el reconocimiento del voto del 21F por parte del partido gobernante y sus tiránicos propietarios es imprescindible para que la democracia prevalezca.
La política pasará el 10 de octubre a las calles. Es imprescindible que la defensa de la democracia y del Estado de Derecho que se iniciará ese día sea llevada a cabo portando desde un inicio las banderas de la paz, la esperanza y la alegría. El pacifismo festivo más profundo –expresado por una espiritualidad política y unas prácticas de sosiego y de juego asentadas en los principios de la no-violencia y la paz del alma– debe marcar la tónica de las marchas, demostraciones y concentraciones de ese día y de los días que correrán a partir del 10 de octubre hasta que finalmente el Órgano Electoral, el TSE, inhabilite –debe hacerlo– a Evo Morales y Álvaro García como candidatos para un nuevo período de gobierno.
No debe dudarse de que en el TSE hay vocales que saben que los resultados del referendo del 21 de febrero de 2016 –referendo cuya realización el mismo TSE administró– no pueden desconocerse. Una mayoría en el TSE ya mostró que los resultados de una votación deben, en democracia, reconocerse. Eso hizo la mayoría en el Órgano Electoral el 21F de 2016. Más adelante, el mismo TSE no ocultó ni falsificó la aplastante victoria del nulo en las elecciones del sistema judicial en las que el gobernante MAS sufrió otra bochornosa derrota.
Eso debe ser reconocido por la oposición y la ciudadanía. En el TSE hay quienes muestran convicción democrática y apego al Estado de Derecho con la consistencia suficiente de una búsqueda constante del difícil equilibrio electoral que debe alcanzarse frente a la descarnada tendencia del MAS y del propio Evo Morales a intervenir dentro del Órgano Electoral. No reconocer esto es solamente impaciencia, descarrío opositor o, peor, una ciega mezquindad.
Pero peor, no creer en la dignidad y la rectitud de por lo menos una parte del TSE, es sinónimo de ir a la calle en movilizaciones, demostraciones y concentraciones sin esperanzas reales. Y la lucha por la democracia es una lucha de la esperanza. Creer en la democracia es creer en que su verdad puede inspirar, alentar y transformar el corazón de las personas. Y hay que esperar que siquiera una parte mayoritaria de los vocales del TSE sean inspirados y alentados por la democracia.
Es hora de la política en las calles, sin duda. Vamos a ganar, sin duda. El triunfo ha de ser el de Bolivia, sin duda. Con métodos y prácticas de paz, fiesta, juego y alegría. Con un pacifismo que solamente puede nacer de la convicción de que la victoria será, finalmente, la de la democracia. Con la certidumbre, seguridad y confianza de que la causa democrática se ganará en las calles, en las urnas, en las mesas de negociaciones, en las salas de deliberaciones, en las marchas, demostraciones y concentraciones.
Es ya la hora de salir a las plazas, avenidas, campos y alamedas. Es ya la hora de movilizarse. ¡Salud y esperanza!
Ricardo Calla Ortega es sociólogo
@brjula.digital.bo