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La aguja digital | 22/09/2025

La insensibilidad en el Día Mundial de la Paz

Patricia Flores
Patricia Flores

Cuando la muerte ya no nos dice nada... cuando la insensibilidad de los medios o las redes nos ha vuelto inmunes ante el asesinato de niñas y niños indefensos, cuando la tragedia de las hambrunas se mimetiza con la sexualización de influencers, cuando alzar nuestras voces ya no resuena ante la vergüenza de TikTok, Instagram, Facebook o Twitter... como si se tratara de una lejana epifanía de la tragedia que ha atravesado el alma humana, la extrema crueldad del poder, de los sueños imperiales de caudillos sanguinarios que se aferraron al poder a lo largo de milenios... y cuyas lecciones parecen infiltrarse en cada época para que esa maldición que nos atraviesa se cierna sobre cada generación y vuelva a sembrar la muerte, el desamparo y la máxima crueldad... cegando la compasión y el respeto a la vida… nos toca conmemorar el Día Mundial de la Paz

Esta jornada es proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el propósito de promover la no violencia y un alto al fuego global, aunque las buenas intenciones y los llamados oficiales parecen resonar únicamente en una caja burocrática que avanza con lentitud, incapaz de responder con urgencia ante la violencia persistente.

La historia demuestra que la deshumanización del poder y la brutal represión suelen ir acompañadas de respuestas institucionales lentas e insuficientes. Esa lentitud de la ONU no es solo una falla estratégica, sino una herida mortal para millones que esperan justicia verdadera y un alto inmediato, real y eficaz a la violencia. En Gaza, la ofensiva militar israelí comenzó en octubre de 2023 y, casi dos años después, la ONU recién declaró que lo que ocurre allí constituye un genocidio, cuando ya se exterminó a más de 56.000 palestin@s, víctimas de una crueldad que avanza mientras las instituciones internacionales siguen demorando respuestas decisivas.

Los llamados a la paz, a la luz de la historia, parecen olvidar la macabra crueldad que se desata si no se actúa con severidad para evitar que los regímenes totalitarios se repliquen. Durante los últimos dos siglos, estos regímenes despiadados han sometido a pueblos enteros a la represión brutal, al exterminio masivo y a la eliminación sistemática de cualquier forma de disidencia. Estos periodos sangrientos, marcados por dictaduras que doblegaron a millones con extrema crueldad, nos recuerdan que la deshumanización del poder no solo destruye vidas, sino que desafía la esperanza y el respeto por la paz que se conmemora.

A lo largo de la historia, estos nefastos personajes que lideraron los regímenes totalitarios más despiadados sometieron a pueblos enteros ya cientos de millas de vidas inocentes que tuvieron la desgracia de nacer en contextos marcados por la brutal represión, el exterminio masivo y la eliminación sistemática de cualquier forma de disidencia. Los dos últimos siglos quedarán grabados como algunos de los más sangrientos en la historia, marcados por la emergencia de regímenes que doblegaron a millones mediante la más extrema crueldad.

Hoy, casi un siglo después, ese patrón sangriento se reedita tristemente con la violencia del régimen de Iósif Stalin, responsable de aproximadamente 23 millones de muertes en la Unión Soviética entre 1922 y 1953. Sus purgas políticas, deportaciones forzosas y la devastadora hambruna del Holodomor en Ucrania (1932-1933), que se cobró entre 6 y 8 millones de vidas, son un legado oscuro y aterrador.

Lamentablemente, ese eco de horror se reedita el 2022 por el régimen de Vladimir Putin, que despliega una violencia comparable en el mismo territorio mientras el mundo y las instituciones internacionales permanecen paralizados, atrapados en las barreras formales y legales del multilateralismo, incapaces de frenar la esencia sanguinaria de estos dictadores genocidas.

Según un estudio de 2025 del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington (CSIS), cerca de un millón de soldados rusos han muerto o resultaron heridos en el conflicto bélico contra Ucrania, que ya cumple tres años de duración. Por su parte, se estima que alrededor de 400.000 soldados ucranianos también han sufrido bajas fatales o heridas graves, lo que sitúa la cifra total combinada de víctimas militares en aproximadamente 1,4 millones desde el inicio de la guerra.

Esos números se estremecen y evidencian las dramáticas consecuencias de una agresión prolongada que se repite patrones de barbarie y sufrimiento que se creían superados en la historia reciente. La combinación letal de represión política, guerra y hambre extrema marcó el siglo XX y, lamentablemente, persiste en pleno auge de la Revolución Digital, avances en derechos humanos y un entramado normativo internacional diseñado precisamente para evitar que semejantes horrores se repitan.

En esa cadena macabra de la historia emerge el legado de Adolf Hitler, arquitecto del nazismo y responsable directo de 17 millones de muertes, entre ellas 6 millones de judíos exterminados en el Holocausto, junto a víctimas civiles y militares de la Segunda Guerra Mundial…  casi un siglo después, esa cruel metodología genocida parece encontrar una peligrosa réplica bajo el liderazgo de Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel y también de origen judío, cuya política represiva contra la existencia del pueblo palestino en Gaza reproduce con escalofriante precisión aquellos años oscuros.

La exposición cotidiana a la muerte termina por mimetizar la crueldad, como si fuera una secuencia de ficción, una película o una serie, y no la transmisión en directo de la vida arrancada a niñas, madres y jóvenes que huyen despavoridos, sin tener dónde refugiarse, frente al poder letal de drones y sofisticado armamento. Netanyahu y su gobierno han desplegado una ofensiva sistemática contra la población palestina que, según una Comisión Independiente de la ONU, constituye, casi dos años después, un Genocidio!!!

Este paralelismo obliga a un examen doloroso: no se trata solo de recordar el pasado, sino de reconocer cómo hoy pueden reaparecer métodos de exterminio masivo bajo la cobertura de la política y la guerra. La lentitud y la inacción de las instituciones internacionales, aquellas que se erigen como garantes de la paz y los derechos humanos, permiten que la tragedia se prolongue y que quienes ordenan y ejecutan crímenes graves queden, en muchos casos, impunes.

En este 21 de septiembre reclamamos con urgencia que la comunidad internacional actúe: con protección efectiva de civiles, acceso inmediato y seguro a ayuda humanitaria, investigaciones independientes con rendición de cuentas y mecanismos que detengan la escalada. La memoria histórica nos exige no normalizar la muerte ni convertir el sufrimiento humano en entretenimiento…. ojalá que la dignidad humana y la protección, de todas las vidas y la muerte no terminen mimetizadas por la vertiginosidad de la espectacularización de las redes sociales y ojalá el Día Internacional de La Paz …. sea otro saludo a la bandera.

Patricia Flores Palacios es Mgs. ciencias sociales y feminista queer.



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