¿La whipala ha sido usada bajo el mismo molde degenerado y perverso que el usado con la esvástica? Me imagino a Hitler fascinado por la impronta whipalesca ondeando en el Reichstag de Berlín. ¿Podemos imaginarnos semejante aberración? No, creo que no.
¿Entonces? No es usual que un profesional ligado a los medios se atreva a regalarnos esta tesis tan provocativa: la whipala sería una suerte de símbolo nazi. ¿Quién se atreve a realizar este análisis tan demoledor? La historiadora Sayuri Loza asocia ambos símbolos. Notable lisura que no es fácil de comprender. Sayuri adquiere su título de licenciada en intrepidez (bueno, ya debe ser su doctorado en la materia).
Inmediatamente recibió respuestas. Destaco aquella escrita por Quya Reyna en su portal de Facebook: “¿Cuántos genocidios se realizaron en nombre de la whipala? ¿Cuántas guerras, dictaduras, invasiones, etcétera, se ha hecho en nombre de la whipala? Creo que para la historiadora Sayuri Loza es más equiparable una esvástica a una whipala que cualquier otro símbolo como la bandera estadounidense (…) Nunca pensé que escucharía tan aberrante comparación con la whipala. Hasta Chatgpt, al consultarle, casi me regaña por usar las mismas palabras que la historiadora usó para contrastar ambos símbolos. En fin, aquí doña Remedios Loza con un estandarte de la whipala. Para mi ella es de las figuras más representativas de la política aymara. Si hoy Remedios viviera, ¿preferiría sacarse una foto con una whipala o con una esvástica?”.
¿Tiene razón Quya? Sin dudas. La whipala es/fue un símbolo de dignidad indígena. Aplauso. Sin embargo, es crucial dar un paso más y replantear la tesis: ¿qué son los símbolos?, y, sobre todo, ¿cómo surgen? He ahí la reflexión que conviene hacer: los símbolos no existen por cuenta propia. No fue un artista en algún boliche o plaza de Moscú que propuso la bandera revolucionaria bolchevique de la hoz y el martillo. Claro que no. La impronta ideológica del socialismo parió ese símbolo. Ese símbolo “rojo” es sólo la manifestación de una corriente ideológica ligada al marxismo que buscó la forma de concretizarse.
No bastaban los rigurosos análisis del materialismo histórico. Se necesitaba convertir la sesuda cavilación socialista en su antípoda: un distintivo fácil de ver y no sólo fácil de ver, sino rápidamente reconocible y, mejor aún, impactante. Vale decir, mil o dos mil hojas de lectura sintetizadas en un símbolo. Eso logra el símbolo: visualizar la idea. La idea es abstracta, el símbolo es concreto. La idea inicia una propuesta, el símbolo la aterriza y la hace digerible.
¿Qué puede significar esto? Pues que la esvástica no existe por si sola. La esvástica es la concretización de una idea previa: el dominio de la raza aria y la hegemonía aplastante del líder austriaco. Recordemos que la esvástica, en su origen, representó la búsqueda de la felicidad, la buena fortuna y la fertilidad en el hinduismo, budismo y jainismo. Es un símbolo, o al menos lo fue, virtuoso. Fue un magnífico símbolo que traducía una específica filosofía religiosa. ¿Cuándo se quebró? Al ser apropiada por el partido nazi.
El nazismo convirtió un símbolo deslumbrante y meritorio en un símbolo cruento. He ahí, pues, la certeza que arropa la provocación de Sayuri reconociendo ambos momentos: “a mí me representaba mucho la wiphala, pero ahora ya no, tengo un dolor en mi corazón cuando en Llallagua se bajó la wiphala no soy la única que piensa así”.
¿Reconoce el valor de la whipala? Claro, al igual que millones de hindús/budistas podían reconocer el valor de la esvástica. Sin embargo, añade Loza: “tengo la impresión de que la wiphala está corriendo la misma suerte que la esvástica. En el 2019 te obligaban a poner una wiphala en tu negocio sino te saqueaban. Mucho peor ahora que veo grupos etnonacionalistas que pretenden que la wiphala esté por encima de la tricolor”.
¿Tiene razón la historiadora? Absolutamente. Los símbolos no existen aisladamente y, por el contrario, son la manifestación posterior de una idea política usualmente dominante. Es a esa idea que hay que criticar y no a su exteriorización ulterior. Por ende, no está el problema en la whipala que ella respeta, sino en el uso partidario abusivo que se hizo de ella.
Más allá de lo ofensivo que puede ser comparar al masismo con el nazismo, el uso sectario-político que ambos partidos políticos hicieron con sus símbolos es similar. Se convirtió un símbolo de optimismo del hinduismo-budismo-jainismo en un símbolo al servicio del partido (y del genocidio) y se hizo lo propio con un símbolo indígena-boliviano reconvertido en un símbolo al servicio del partido (y del autoritarismo gubernamental).
Sayuri, pues, dice lo que imprescindiblemente se debe decir. ¿Termina acá la reflexión? Quizás, aunque tengo la esperanza de que una vez el MAS se aleje del manejo estatal, la whipala volverá a ser el contundente símbolo de reivindicación indígena que supo ser…
Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.